sábado, 14 de mayo de 2016

Don Manuel Azaña en Baracaldo.- 1935

Don Manuel Azaña en Baracaldo.- 1935

De toda España llegan entusiastas republicanos a pie y en toda clase de vehículos.
   El tren en que partimos el sábado para Bilbao con objeto de escuchar el discurso del Sr. Azaña iba abarrotado de afiliados a Izquierda Republicana y de simpatizantes.
   A partir de Miranda, en las primeras horas de la mañana de ayer, numeroso público se situó en las estaciones de paso para saludar a los expedicionarios con vítores a la República y al Sr. Azaña. En muchas estaciones se incorporaban nuevos viajeros a la expedición.
   En Bilbao la animación era extraordinaria.
   La nota más destacada la ha constituido la llegada de los equipos que desde diferentes poblaciones de España han hecho el viaje a pie hasta Bilbao. El grupo más numeroso es el de Asturias, un equipo de estos marchadores está compuesto por Enrique Ramos, Agustín Suárez y Vicente López Fernández.
   Salieron el lunes y cubrieron la primera etapa, de 70 kilómetros, hasta Ribadesella, en el día y sin descansar.
Estos cuatro jóvenes de La Felguera, por carecer de medios para trasladarse 
Bilbao han hecho a pie un recorrido de 350 kilómetros para oír al señor Azaña.
   Continuaron hasta Unquera y luego a Santander y Santoña. Al reanudar la marcha hacia Somorrostro sufrieron un despiste y tuvieron que desandar 22 kilómetros. A pesar del esfuerzo realizado han llegado muy enteros y sin dar muestras de cansancio.
   De Ribadesella han llegado también 14 excursionistas y de París ha hecho el viajo en bicicleta un joven hijo do santanderinos.
   De Sama y La Felguera son numerosas las personas, casi en su totalidad obreros, que hacen el viaje a pie. En un principio intentaron realizar el viaje en camioneta; pero ante las dificultades que encontraron decidieron hacer el recorrido a pie.
   En número de unos 800 iniciaron la marcha; pero ante las advertencias de la fuerza pública hubieron de disgregarse para evitar todo aspecto de manifestación, y se espera que los diferentes grupos llegarán esta tarde a Bilbao.
   De Valladolid han llegado cuatro expedicionarios que han hecho el viaje a grandes jornadas.
   El número de personas llegadas a pie y en bicicleta so calcula en 1.400.
   Todos son obreros y realizan el viaje por sus propios medios. La organización de Izquierda Republicana les facilitó los medios para pernoctar.

Aspecto del campo de Lasesarre en Baracaldo durante el discurso delseñor Azaña.

Llegada del señor Azaña. El ilustre político es objeto de entusiásticas manifestaciones de afecto.
   Poco después de las diez de la noche del sábado llegaron en automóvil los Sres. Azaña y Casares
Quiroga con sus esposas. En otros automóviles les seguían los Sres. Giral. Salmerón, Marco Miranda, Ruiz Funes, Just, Bello, Sánchez Albornoz, Ánsó, Sabrás y otras personalidades políticas.
   Para evitar manifestaciones a la llegada del ex presidente del Consejo se había ocultado la hora de la llegada. Por esta circunstancia sólo fue recibido en el hotel por la Junta municipal de Izquierda Republicana, Directiva de Unión Republicana y del Círculo Femenino Republicano.
El Sr. Azaña con varios de sus correligionarios. Entre ellos el ex alcalde
de Bilbao Sr Ercoreca
   No pudo evitarse sin embargo, que su paso por las calles fuese percibido, y los transeúntes lo ovacionaron dando vivas a la República y a Azaña.
   Conocida ya la llegada se estacionaron frente al hotel centenares de personas, que con sus aplausos y vítores obligaron al Sr. Azaña a asomarse a uno de  los balcones para agradecer esas pruebas de adhesión.
   El Sr. Azaña, después de descansar unos momentos, fue a visitar el Círculo de Izquierda Republicana, donde fue acogido con entusiasmo.

Llegada incesante de viajeros.
    De toda España llegan autobuses repletos de viajeros y un tren especial con setecientas plazas y un barco de Gijón con un millar de personas para concurrir al mitin.
   Durante la mañana de ayer siguió la llegada incesante de expedicionarios en trenes, autocares y automóviles particulares.
   Muchos excursionistas manifestaban que en el trayecto habían sido agasajados por los republicanos, que les despedían en medio del mayor entusiasmo.


Comienza el acto.- Más de cíen mil personas se congregan en Lasesarre para escuchar al señor Azaña.
   A las cuatro y media de la tarde, hora señalada para dar comienzo el gran acto de afirmación republicana, el campo de Lasesarre era un hervidero de gente. Se calcula que en el campo del Baracaldo habría unas ochenta a ochenta y cinco mil personas. Sólo se habían colocado al pie de la tribuna presidencial tres filas de sillas y el resto del público se apiñaba sin poder apenas moverse.
BARACALDO. - El Sr. Azaña, al llegar al campo de fútbol, es aclamado
por el público.
   Fuera del campo, donde se habían colocado altavoces, se congregaron veinte o veinticinco mil personas.
   Hasta en los tejados de las casas inmediatas había público.
   El aspecto del campo es magnífico.
   La tribuna presidencial está adornada con colgaduras tricolores y en ellas ondea una gran bandera nacional. En distintos puntos veíanse ondear banderas de las Agrupaciones republicanas.
   Al llegar las personalidades republicanas a la tribuna se daba a conocer su presencia por medio de altavoces y eran largamente ovacionadas.
   El teniente coronel Mangada tuvo que corresponder emocionado a las pruebas de afecto de que fue objeto, así como el ex alcalde señor Ercoreca.

“Para esto necesitamos una legalidad electoral y un Gobierno respetable…”
   Al anunciarse la llegada del señor Azaña se desborda el entusiasmo y el público agita pañuelos y le tributa una ensordecedora ovación, que se prolonga más de un cuarto de hora. Al mismo tiempo se  tocó el himno nacional.
   Cuando se hizo el silencio el señor Ercoreca explicó la significación del acto y las dificultades que se habían encontrado para celebrarlo, porque los elementos derechistas, apelando a todos los procedimientos, habían procurado que no se encontrase local. Fue muy aplaudido.
   A continuación el Sr. Azaña pronunció su discurso, que despertó los más fervorosos entusiasmos republicanos.

Al término del acto.
   Al acabar su discurso el Sr. Azaña se dio por terminado el acto, recomendándose que se guardara el mayor orden en el desfile. Al salir el presidente de Izquierda Republicana volvió a entonarse el himno nacional, y el público le tributó de nuevo una clamorosa ovación. El desfile duró más de dos horas.


   Desde el campo el Sr. Azaña, con el Sr. Casares Quiroga, D. José Salmerón y otros íntimos se trasladaron al hotel donde cenaron.

Publicado el 15 de Julio de 1.935

En EL HERALDO DE MADRID



   Dejo a la consideración de los de la acera de enfrente lo que al número de asistentes al acto de Baracaldo te refiere. ¿Setenta, ochenta, noventa, cien mil personas?. Lo mismo da, y el cómputo se puede hacer de conformidad con la ideología del calculista. Yo solo afirmo una cosa: que el campo y los   alrededores se abarrotaron de gente, y que si el acto te hubiera efectuado en un lugar de triple extensión también el lleno hubiera sido absoluto, rebosante.
   La democracia vizcaína, -ihonor a mis paisanos y correligionarios!- dio muestra portentosa de entusiasmo, de disciplina, de fervor republicano.
   Centenares de autobuses, coches ligeros, trenes, camionetas y vapores volcaron sobre Bilbao, primero, y el campo de Lasesarre, después, una muchedumbre ávida de escuchar la palabra de Azaña, magnifica, elocuente, plena de autoridad, modelo de bien decir, ejemplo vivo de espíritu ciudadano.
   De todas las regiones, aun de las más apartadas y lejanas, llegaban hombres y mujeres que llevaban prendidos en el pecho y en el alma los colores rojo, amarillo y morado de la bandera de la República española.

   La palabra, el gesto, el ademán mostraban a las claras su pensamiento y su voluntad. El amor a la República y la resolución de defenderla con ardor de quien vela por la existencia del ser querido.
   ¿Acto de partido? ¿Izquierda Republicana? ¿Socialistas? No, imponente comicio de democracia. Consagración solemne de libertad. Afirmación rotunda de que nada ni nadie podrá atropellar en España al régimen. Reto intrépido a las derechas, que trata de sorprender a la República, quieren desfigurarla, vulnerar su Constitución, arrebatar al pueblo lo que conquistó el 14 de Abril, abrir brecha para que entren en España en bárbara invasión las costumbres y las instituciones arrojadas de ella por la voluntad del pueblo, único poder soberano e incontrastable.
   En Baracaldo, población de industria y de trabajo, se reunieron, en comunión sagrada, todas las izquierdas españolas, porque allí los partidos republicanos y socialistas, en todas tus gamas y matices, tenían representación auténtica y autorizada.
   Cada personalidad anunciada por el “speaker” era saludada con estruendosas salvas de aplausos significativas de la alegría, la esperanza y la seguridad que para el pueblo suponían el ver unidos hombres para quienes existen principios fundamentales idénticos, anhelos comunes, iguales sentimientos de solidaridad humana.
   Discrepancias de criterios, matices diferenciales eran pospuestos y olvidados ante el enemigo de todos, frente al peligro de una reacción.
   Todos veían en Azaña un símbolo de su sentir y de su querer, y a su voz, al verbo admirable del líder, confiaban el cuidado de que hiciese saber en España entera el pensamiento y la voluntad de la democracia española en esta hora critica y decisiva de nuestra historia.
   Juzgar el discurso de D. Manuel Azaña es algo tan difícil como innecesario.
   Para darse cuenta de su contenido, de su enjundia y de su trascendencia hay que leerlo, basta con leerlo.
   Doctrina, intención, belleza literaria, emotividad, abundan en la soberbia oración del gran tribuno, que fue exponente magnifico, síntesis insuperable del momento político.
   Azaña se superó a sí mismo, y el público siguió extasiado el discurso que reflejaba el sentir de todos, el ansia de todos, la resolución de todos.
   Azaña es, una vez mas lo probó, el estadista cumbre, el conductor esperado, la seguridad de la República.
   Cuando salí del acto de Lasesarre me martilleaba el cerebro el recuerdo de tantas y tan bellamente dichas ideas y enseñanzas.
   Después, recordando un incidente trivial, lo que había contado el “Speaker” de que una sortija de niño perdida había sido entregada por quien la encontró, pensé que quien extravió la sortija no había sido un chiquillo, sino la República, y que el anillo de purísimo oro quien lo halló y supo ceñírselo en el anular de la Democracia, limpio del barro en que se habla enfangado, fue D. Manuel Azaña. También pensé que si ese anillo se pierde en otro mitin, la pobre República se queda sin él, como está amenazada de quedarse sin libertad, sin Constitución y sin decoro.

Publicado por Antonio de Lezama

16 de Julio de 1935

En LA LIBERTAD.


   El acto que se celebró ayer en el campo de Lasesarre, de Bilbao, fue, por el público y por las exteriorizaciones del mismo público, un acto de carácter socialista, y, por tanto, agresivo y repudiable.
   Ese matiz de lucha incivil, de odio infecundo de clases, se manifestó claramente en el mitin de Lasesarre, puede que, incluso, contra la voluntad de Azaña, que ha aprovechado la ocasión para meterse por el resquicio que le vienen brindando los partidarios del turno. Pero las circunstancias mandan. En la cárcel Largo Caballero, en el destierro Prieto, en la abstención Besteiro y en la celda de las purificaciones el señor De los Rios, toda esa masa semianarquista, semicomunista, que invadía las Casas del Pueblo, se aglutina en torno a Azaña cuando  Azaña sale al proscenio. Porque esa masa no está, ni mucho con Azaña. A Azaña también le ahorcarían si triunfasen. Lo que pasa es que hallan, en actos como el de Lasesarre, ocasión propicia para hacer unos pinitos revolucionarios, en los que puede apoyarse el gobernante del bienio.
   El acto de Lasesarre, por eso, por el público que predominaba, y por las manifestaciones a que el público se entregó, fu -conviene repetirlo- un espectáculo de tipo marxista, y por ende, un espectáculo agresivo, que tiende a perpetuar los procedimientos salvajes, propios de la mentalidad rifeña, que tuvieron el mes de octubre tan escandalosa resonancia.

   El señor Azaña, por su parte, y para demostrarnos, seguramente, que no siempre  desdeña el tópico, comparó los sucesos del 10 de agosto con los del 6 de octubre. Todo el país sabe, no obstante, que los del 10 de agosto no incendiaron los templos, no mataron a seres inocentes, no robaron las  arcas del Banco de España. Los del 6 de octubre hicieron todo eso -incendiaron, mataron y robaron-y dispararon a mansalva contra las fuerzas del Ejército español situadas en la plaza de San Jaime, de Barcelona. Para el señor Azaña, pese a la monstruosidad de las infamias cometidas, los del 6 de octubre no han incurrido nada más que en un delito político. El mismo -añadió el señor Azaña, a quien dejamos íntegra la responsabilidad del aserto- "que cometió el Gobierno provisional cuando se adueñó del Poder". Por eso -dijo el señor Azaña- lo primero que hizo aquel Gobierno fue amnistiarse a sí mismo.
   En ese punto, tan lleno de disparates, hubo un halago a la pasión socialista, y como eran socialistas los asistentes, desbordó el entusiasmo. Algo más dijo el señor Azaña, que merece anotarse. Se opuso, naturalmente, a la reforma constitucional; pero al señalar lo relativo al sentimiento religioso, afirmó que no debe modificarse la situación de de relaciones entre la Iglesia y el Estado, y que no convienen unas relaciones muy estrechas con el Vaticano.
   El Gobierno actual, que está controlado por el señor Gil Robles, y en el que tienen mayoría los sectores de derecha, ha logrado, al fin, situar al señor Azaña. Nosotros no lo sentimos. Adversarios francos, descubiertos, del señor Azaña, nuestra posición jamás se ha modificado. Le hemos combatido  con los mismos tonos y con la misma energía siempre. Con mayor energía, desde luego, cuando estaba en el Poder. Nosotros, pues, no tendremos que cambiar. Pero a ver qué es lo que queda, que será lo que subsista en el mapa político de España de esos señores, que, con sus desaciertos, con su táctica, están determinando, incubando verdaderas catástrofes, y a ver con qué crédito y con qué cara se presentarán ante la opinión pública.

Publicado el 15 de Julio de 1.935

En LA NACIÓN