Madrigal escrito junto a la Ría.- 1916
Dibujo
de Moya del Pino.
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Nos hado tu rara belleza
para nuestra rara ciudad de aurora.
Tú eres la
Señora
de nuestro poema
que empieza...
Si al fin han
llegado los amaneceres,
si Bilbao se
alegra en fulgor auroral,
en el cielo
de nuestras mujeres
sea tu hermosura
como la señal.
Por ti, un
claro día, nuestro Puente era
de un íntimo
sueño gibelino el puente.
-El Puente
del paso huyó adolescente
bajo el
primer Mayo de tu primavera—.
En aquel
momento
un sol de
Florencia nos daba y le amábamos,
y los hombres
nuevos por tu amor llevábamos
la primera
llama del Renacimiento.
Triunfabas
al sol de aquel día. Tú eres
para el fuego
de oro que exalta la línea,
para el fuego
que hace la carne broncínea,
la fruta
madura, la siega de Ceres.
Y - a no ser
tú nuestra—mirando el tesoro
de tus dos pupilas
tan verdes y obscuras,
yo soñaba en
tierras calientes y duras
y en ramas de olivo con cigarras de oro.
Pero a ti,
morena de un fuego de fraguas,
parece te
lucieron nuestros fuegos rojos...
Y le ha dado
el color de los ojos
nuestra Ría
verde, de las verdes aguas.
Nuestra Ría
que hizo la ciudad, que trajo
de Roma y de
Grecia el bajel errabundo.
Nuestra Ría,
la que aguas-abajo
nos llevó a los caminos del mundo...
Ven hoy, a
mirarla desde la rivera
ir corriendo
al mar, donde se ha de perder.
Mírala...
¡Ella era
la diosa que
nos vio nacer!
¿No oyes
como cantan sus aguas cantoras
entre los
vapores y barcos veleros?
Óyela, como
cuenta las horas
de sus cargadores
y sus marineros.
Mira, cómo mira
sus anchas orillas
de nuevas
ciudades pobladas.
Mira, coma
goza al hendir de las quillas;
cuando
entran y salen las naves cargadas.
En sus
arboledas - acacias,
plátanos y tilos de nuestro
Arenal—
yo he
sentido la gracia en tus gracias,
la fuerza en
el duro trajín del metal.
Del metal, que
lavan sus aguas arriba
y tiene
millares de obreros...
Forjadores,
ferrones, mineros
en la roca
viva.
Esta es
nuestra Ría bienaventurada.
esta es
nuestra joven y fuerte Danae.
¡La
divinidad que nos trae
cada día una
lluvia dorada!
Su historia
es la nuestra. Y ahora,
que sus
fastos crecen como tu belleza,
sé tú la
Señora
de nuestro
Poema que empieza.
Guarda,
pues, los cantos que dicen sus aguas
en el verde
obscuro de tus grandes ojos.
Guarda el
fuego vivo de las anchas fraguas
que te dan
sus altos resplandores rojos.
Y si llega
el tiempo de una edad futura,
si en la
rama negra del roble foral
una rosa
pone su fresca blancura
y un laurel predice la marcha triunfal,
tú, nueva
Señora, sé con tu hermosura
como la
señal.
Publicado el 12 de Agosto de
1.915
Por Rafael Sánchez Mazas
En La Esfera.
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