sábado, 8 de agosto de 2015

Madrigal escrito junto a la Ría.- 1916

Madrigal escrito junto a la Ría.- 1916

Dibujo de Moya del Pino.
Nos hado tu rara belleza
 para nuestra rara ciudad de aurora.
Tú eres la Señora
de nuestro poema que empieza...
Si al fin han llegado los amaneceres,
si Bilbao se alegra en fulgor auroral,
en el cielo de nuestras mujeres
sea tu hermosura como la señal.
Por ti, un claro día, nuestro Puente era
de un íntimo sueño gibelino el puente.
-El Puente del paso huyó adolescente
bajo el primer Mayo de tu primavera—.

En aquel momento
un sol de Florencia nos daba y le amábamos,
y los hombres nuevos por tu amor llevábamos
la primera llama del Renacimiento.
Triunfabas al sol de aquel  día. Tú eres
para el fuego de oro que exalta la línea,
para el fuego que hace la carne broncínea,
la fruta madura, la siega de Ceres.
Y - a no ser tú nuestra—mirando el tesoro
de tus dos pupilas tan verdes y obscuras,
yo soñaba en tierras calientes y duras
y en ramas de olivo con cigarras de oro.
Pero a ti, morena de un fuego de fraguas,
parece te lucieron nuestros fuegos rojos...

Y le ha dado el color de los ojos
nuestra Ría verde, de las verdes aguas.
Nuestra Ría que hizo la ciudad, que trajo
de Roma y de Grecia el bajel errabundo.
Nuestra Ría, la que aguas-abajo
nos llevó a los caminos del mundo...
Ven hoy, a mirarla desde la rivera
ir corriendo al mar, donde se ha de perder.
Mírala... ¡Ella era
la diosa que nos vio nacer!
¿No oyes como cantan sus aguas cantoras
entre los vapores y barcos veleros?
Óyela, como cuenta las horas
de sus cargadores y sus marineros.
Mira, cómo mira sus anchas orillas
de nuevas ciudades pobladas.
Mira, coma goza al hendir de las quillas;
cuando entran y salen las naves cargadas.

En sus arboledas - acacias,
plátanos y tilos de nuestro Arenal—
yo he sentido la gracia en tus gracias,
la fuerza en el duro trajín del metal.
Del metal, que lavan sus aguas arriba
y tiene millares de obreros...
Forjadores, ferrones, mineros
en la roca viva.
Esta es nuestra Ría bienaventurada.
esta es nuestra joven y fuerte Danae.
¡La divinidad que nos trae
cada día una lluvia dorada!

Su historia es la nuestra. Y ahora,
que sus fastos crecen como tu belleza,
sé tú la Señora
de nuestro Poema que empieza.
Guarda, pues, los cantos que dicen sus aguas
en el verde obscuro de tus grandes ojos.
Guarda el fuego vivo de las anchas fraguas
que te dan sus altos resplandores rojos.
Y si llega el tiempo de una edad futura,
si en la rama negra del roble foral
una rosa pone su fresca blancura
y un laurel predice la marcha triunfal,
tú, nueva Señora, sé con tu hermosura
como la señal.


Publicado el 12 de Agosto de 1.915

Por Rafael Sánchez Mazas

En La Esfera.

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