Altos Hornos de Vizcaya y
la reconversión de la siderurgia integral (II).- 1982
El plan de reestructuración de la siderurgia
española se muestra sumamente polémico. El informe Kawasaki, de un lado, y la
ofensiva de la dirección de Altos Hornos de Vizcaya con el libro conmemorativo
de sus 80 años de existencias, por otro, han abierto una polémica que compete
mucho a los trabajadores.
A Kawasaki le han encargado su estudio la
Administración, por lo tanto debía responder a una óptica global del sector, no
particularista de tal o cual empresa. El diseño de las inversiones ha debido combinar
rentabilidades económicas aseguradas (a nivel de centro de trabajo y a nivel
sectorial) con un criterio “social”, inducido por la Administración. Es verdad
que esto último ha sido rechazado por los técnicos de Kawasaki que han negado
la influencia de cualquier variable “política” en su plan a la hora de
distribuir las inversiones.
La
perspectiva KAWASAKI y la perspectiva Altos Hornos
Sin embargo sus conclusiones, se asemejan
totalmente a lo que venía pensando la Administración: Tren de Bandas en Caliente
para Altos Hornos del Mediterráneo, Nueva acería para ENSIDESA-AVILÉS y Coladas
continuas repartidas entre Altos Hornos de Vizcaya y Ensidesa, así como
desaparición de la planta de La Felguera (Ensidesa).
Las perspectivas sobre la evolución de la
demanda son más cautas y por lo tanto, más pesimistas que las que se venían
tomando en consideración. En realidad el informe Kawasaki prefiere no
“aventurarse” y se conforma diciendo que el montaje de tren de Bandas en
Caliente (máxima inversión de las previstas, casi el 50% y, también la
inversión que va a aumentar ostensiblemente la capacidad productiva del sector)
se debe llevar a cabo cuando exista un déficit de oferta de un millón de Tm, lo
que se estima que ocurrirá en 1989.
La propuesta de eliminación de puestos de
trabajo de Kawasaki es mucho mayor de los 5.800 puestos reducidos a raíz del
acuerdo de marzo del 81, ya que asciende, hasta 1995 culminación del plan
estratégico) a 12.500, lo que representa una pérdida de empleos del 30,5% de
las plantillas del sector a comienzos del 81.
La perspectiva de Altos Hornos de Vizcaya es
distinta, se trata de la óptica de una empresa que ha diseñado su táctica, el
ahora presente, para: adelantarse al plan de reindustrialización definitivo que
elabore la administración, condicionándolo de entrada y situándose en mejor
relación de fuerzas para negociarlo, si al final, como parece previsible,
hubiera de negociarse.
No se ha sometido a la líneas maestras de la
filosofía de distribución de inversiones de marzo del 81, sino que, con la
nueva acería de Sestao y el aumento de producción del Tren de Laminación de
Bandas en Caliente de Ansio, compite con los planes de inversión de
Ensidesa-Avilés y Altos Hornos del Mediterráneo, lo que supone más que duplicar
la inversión prevista de Kawasaki (de 17.800 millones de pesetas a 42.143
millones de pesetas).
¿Por
qué nacionalizar Altos Hornos de Vizcaya?
En este país, donde no se habla de
nacionalizaciones por parte de las formaciones mayoritarias de la izquierda ni
siquiera en plena coyuntura electoral, defender la nacionalización (sin
indemnización, por supuesto) de Altos Hornos puede parecer un desatino pero
nosotros creemos que existen razones de peso para proponerlo.
1.- Objetivamente, Altos
Hornos de Vizcaya igual que otras empresas del acero no integral, debe su
existencia al apoyo directo o indirecto del Estado.
Remontándonos a 1961, con la liberalización
de las importaciones siderúrgicas se inicia la crisis de muchas empresas
privadas de todo el sector del acero, empresas que, en esta época, preferían
conseguir los beneficios en los despachos oficiales y en la antigua Junta de
Aranceles y Valoraciones que conseguirlas en las fábrica mediante mejoras
técnicas.
El Estado toma a su cargo la financiación de
estas industrias mediante la acción CONCERTADA. En 1961 se declaró a la
siderurgia integral “sector preferente”; en 1974 se vuelve a promover la
declaración de “interés preferente”. A cada uno de estos jalones corresponden
masivas inyecciones de fondos públicos hasta el punto de haberse convertido el
Estado en el casi exclusivo canal de financiación del sector a largo plazo.
Si sumamos los beneficios de todo tipo que
ha obtenido Altos Hornos de Vizcaya de 1961 a través de la Administración, así
como la garantía que presta a su existencia a pesar de sus cuantiosas pérdidas,
debemos concluir que su titularidad es lógico que pase a ser pública.
2.- Es la única empresa
privada de la siderurgia integral y, sin embargo, se aprovecha de todos los
planes estatales para el sector en igualdad de condiciones a las empresas
públicas.
3.- La nacionalización de
Altos Hornos de Vizcaya permite la unificación de las tres empresas en un ente
siderúrgico único, cuyo control puede recaer en cada nacionalidad o región
sobre los entes de autogobierno y los sindicatos eliminando así tensiones
competitivas absurdas, y llevando, de este modo, a su culminación lógica todas
las medidas de concentración técnica, comercial y financiera.
El
edificio “Ilgner” en Baracaldo.
|
¿Y
después qué?
Es evidente que la nacionalización no
resuelve el problema de los sacrificios del Plan de Reindustrialización. La
lógica de cualquier proceso de este tipo en una sociedad capitalista esta
recorrida por la lucha de clases. Cuanto más duro sea el plan en pérdidas de
empleo, congelaciones salariales, jornadas de trabajo y movilidad de
plantillas, serán más rentables y competitivos resultados.
Por mucho que la patronal, la administración
y las direcciones reformistas de los grandes sindicatos exijan colaboración,
unificación de esfuerzos para abordar la reindustrialización, so pena de que si
no se hace será peor (se perderán más puestos de trabajo, desaparecerá la
siderurgia de base en zonas enteras como ha ocurrido en la Lorena francesa, se
debilitará el país al correr peligro su principal industria estratégica, etc.),
la unidad resultante jamás podrá ser natural. Y por desgracia como
corrientemente enseña la práctica de las reconversiones y reestructuraciones
son los trabajadores los que pierden. En mayor medida aún si caen en las
falacias reformistas de creer es posible “aunar esfuerzos” y compartir
sacrificios en lugar de resistirse a ellos.
Algunos
criterios que nos parecen útiles para enfrentarse a las reestructuraciones
siderúrgicas son los siguientes:
1.- A raíz de la
presentación del informe Kawasaki hemos visto algo que se volverá a repetir:
direcciones de empresas, autoridades territoriales vascas y asturiana, e
incluso direcciones sindicales clamando para
que las inversiones se realicen en sus territorios y empresas, sin preocuparse
de denunciar los contenidos anti obreros de la reindustrialización.
2.- Los trabajadores no
deben entrar en este juego, no pueden consentir ser instrumentalizados por la
más reaccionaria insolidaridad para evitar que a ellos les toque lo menos malo
del plan. De seguir este camino la reindustrialización se impondrá con todas
sus secuelas de sacrificios para la parte social y no habrá posibilidades de
hacer un frente común de plantillas de todos los centros.
3.- No es posible
presentar un plan alternativo al de Kawasaki o al de Altos Hornos de Vizcaya
que se mueva sobre los presupuestos de la competencia interempresas e
interpaíses capitalistas y sobre la lógica del beneficio y la rentabilidad
capitalista y que al mismo tiempo responda a la óptica de los intereses de la
clase obrera.
De intentarlo, tal plan se convertiría en
una de las dos variantes posibles: un plan alternativo corrientemente elaboran
las direcciones reformistas de los grandes sindicatos por planteamientos
económicos burgueses.
Empecemos
por algún sitio
Establezcamos unas trincheras de resistencia
al plan de la patronal o la Administración, con la clara conciencia de que
cuanto más se resista menos sacrificios haremos. Estas pautas son bastante
obvias:
-No admitir la pérdida de
más puestos de trabajo, aunque estas pérdidas no sean “traumáticas”. Es una
exigencia ineludible frente al paro creciente. Se dijo que con 5.800
amortizaciones de empleos la plantilla estaba ajustada, ahora se habla de casi
13.000. Al final ¿cuántos serán?
Las nuevas inversiones no amplían la mano de
obra sino la sustituyen. Además se paran instalaciones y desaparecen centros de
trabajado que incorporaban mucha mano de obra.
Desconfiamos de que las promesas de creación
de puestos de trabajo alternativos que sustituyan a los que se ha perdido sea
una salida. La experiencia nos dice que hasta ahora no lo ha sido (ver el caso
de La Felguera). La crisis generalizada que afecta a todos los sectores no hace
fácil la creación de empleos con rentabilidad. En todo caso, y como el plan de
reindustrialización es a largo plazo, bien se puede exigir que el empleo
alternativo simultáneo a ese empleo producido.
Son los trabajadores los que están pagando
todos estos desvaríos de la Administración y las empresas y lo seguiremos
pagando en el futuro si no demostramos la capacidad de oponernos a planes que
además de ser nocivos para nuestras economías, resultan innecesarios o mal
ajustados a una realidad industrial en profunda y larga crisis.
* *
* * *
Publicado por Iñaki
Uribarri en 1982
en la revista Combate
Obra original
perteneciente a los fondos bibliográficos de la Fundación Sancho el Sabio
Fundazioa. (Vitoria-Gazteiz).
No hay comentarios:
Publicar un comentario