Malos humos.- 1994
Dicen en Barakaldo que es el único pueblo de
Euskadi en el que no se puede agarrar una buena borrachera porque los efectos
del amoniaco, que persisten en el medio ambiente, le quitan a uno todos los
vapores etílicos. Este chascarrillo popular es reflejo palpable de lo que
padecen a diario y desde hace décadas los 100.000 habitantes de la localidad
vizcaína, como los vecinos de ambos lados de la ría del Nervión.
Las
emisiones incontroladas amenazan muchos polos industriales.
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El sábado 22 e3 noviembre, más de 2.000
baracaldeses se manifestaron para protestar contra la muerte de Jesús
Artiagoitia. Su hija Itziar, presente en la concentración, sólo acertaba a
repetir con patetismo el último recuerdo de su padre: “Abrió la ventana, tragó
todo y cayó fulminado al instante”.
Jesús Artiagoitia, que acababa de cumplir 70
años, tenía costumbre de ventilar su habitación. Sin embargo, aquella noche, la
bocanada de aire fresco fue una bofetada espesa, amarilla y tóxica. Esa misma
mañana, una fuga en la empresa Rontealde, la vecina factoría de ácido
sulfúrico, dio lugar a una concentración inusual de anhídrido sulfuroso o
dióxido de azufre (SO2), 13 veces superior al nivel permitido por la ley.
La bocanada de Artiagoitia es otro latigazo
a la decadencia de Baracaldo. Núcleo de población agrícola y ganadera en el
siglo pasado, se ha convertido a lo largo de este siglo en una urbe, una
megalópolis industrial, consecuencia directa de la explosión siderúrgica. Nadie
recuerda el Baracaldo verde y frondoso, el de las huertas de pimientos y
espárragos. Con la llegada a mediados del siglo pasado de los Ybarra, los
Cousset, los Krupp y los Geuschin, la huerta se transformó en fábrica, en
hierros retorcidos con olores a azufre o amoniaco.
A
principios de siglo, la población de Baracaldo se multiplicó por 30. La
expansión siderúrgica atrajo también a las empresas químicas. Sin embargo, la
falta de control, la ausencia de medidas y una legislación benévola han causado
estragos en el gran Bilbao.
Los responsables de la empresa Rontealde, la
responsable del escape, considera que se ha sacado de quicio el tema. Koldo Iturraeta,
jefe de producción, estima que siempre se ha respetado las normas y que la
emisión de anhídrido sulfuroso nunca ha superado los 150 microgramos por metro
cúbico que establece la ley. Pero reconoce que, al poner en funcionamiento la
máquina principal, ha podido haber una emanación superior. “Ha durado poco
tiempo y la mala suerte que hemos tenido es que hiciera ese día viento sur y
todo se quedara en Baracaldo, en vez de dirigirse hacia la ría”, recuerda.
Esta versión choca con la del grupo
ecologista Eguzki, que lleva años luchando contra los atentados que se comenten
en su ciudad. Chimeneas de humo amarillo escoltan la calle Buen Pastor del
barrio de Lutxana, frente a la fábrica Sefanitro y Rontealde. Fernando, miembro
de la organización explica su postura:
“Esto es continuo. Llevamos cerca de diez
años peleando contra esta empresa. Primero para que no se instalara y después
para que se controle. Pero aquí cierran todos los ojos, desde el Ayuntamiento
hasta el Gobierno vasco”.
Razón no le falta a este joven baracaldés.
El escape registrado hace diez días, en la empresa Rontealde, es el sexto
ocurrido en los últimos seis años. La muerte de Artiagoitia es la segunda
causada por los escapes. Pero, en el juicio, los responsables de la empresa
salieron absueltos del presunto delito ecológico.
El dióxido de azufre, el cuerpo del delito, es una molécula con dos
átomos de oxigeno y uno de azufre (SO2). Tiene muchas aplicaciones en la
industria: se usa en la fabricación de ácido sulfúrico, sulfuro de carbono,
disolvente, pasta de papel, gas de circuitos cerrados de refrigeración. Este
producto genera fenómenos irritativos sobre la mucosa ocular que pueden derivar
en conjuntivitis crónicas. El contacto a grandes dosis predispone a la acidosis
metabólica, una vez que la sangre absorbe el SO2. La acidosis puede provocar
trastornos en algunos órganos del individuo, como el músculo, respiración,
corazón, incluso provocar arritmias cardiacas. ”Si las concentraciones se elevan, todo se puede
agravar y conducir una bronquitis, un edema agudo del pulmón o la muerte de
sujeto. El principal grupo de riesgo lo componen las personas afectadas de
bronquitis o enfisemas”, confirma el doctor Rafael Cabrera, del Instituto
Nacional de Toxicología. Artiagoitia tenía problemas respiratorios.
Chimenea
principal de la fábrica de Rontealde.
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“Nos van a matar a todos”, afirma Mari
Carmen, vecina del barrio de Lutxana que acaba de recoger a su hijo de la
escuela. Como muchas madres, el día de los incidentes corrió a buscar a su
hijo. Acababa de oír por la radio que se cerraran todas las ventanas y que la
gente se quedara en casa: “Me asusté, pero es así todos los días. De noche no
puedes colgar la ropa porque al día siguiente aparece amarilla. Si es de Nylon,
con agujeros”, explica Mari Carmen.
Los coches, las fachadas de las casas y los
árboles son también víctimas de esta contaminación. Según los ecologistas,
durante muchos años y sin ningún control se ha vertido a la ría todo lo que
contaminaba: “Seguimos a unos camiones que salían de la empresa y vertían al
mar todos sus residuos”, comenta Fernando. En el bar Casa Social y Club del
Jubilado del barrio de Lutxana de Baracaldo, jóvenes y viejos contemplan las
chimeneas de las empresas químicas que lanzan al cielo los humos contaminantes.
Forman parte de su vida cotidiana.
“Es preocupante y hasta alarmante que los
baracaldeses no se movilicen más. La gente reacciona sólo frente a la tragedia
y es que en época de crisis y con mucho paro nadie está para que se cierren
empresas aunque contaminen”, explica José Luis, un jubilado de 68 años.
El Gobierno vasco acusa a los responsables
de la fábrica de incumplir el protocolo a seguir en los arranques y paradas de
la planta. Técnicos alemanes que pusieron en marcha hace casi diez años las
máquinas de Rontealde se han desplazado hasta Baracaldo para verificar las instalaciones. Desde el
ejecutivo de Vitoria se afirma que no se persigue el cierre definitivo de la
fábrica, sino que se resuelvan los problemas de emisión. La calle está
convencida de que las medidas no servirán de nada y serán provisionales, que
las empresas contaminantes seguirán como siempre a su libre albedrío sabiendo
que el negocio es más importante que la salud de sus habitantes.
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Publicado por Gorka
Landaburu y Javier Olivares el 7 de Noviembre de 1994
En Cambio 16
Obra original
perteneciente a los fondos bibliográficos de la Fundación Sancho el Sabio
Fundazioa. (Vitoria-Gazteiz).
http://hdl.handle.net/10357/15271
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