Barakaldo. ¿Un lugar para
morir?- 1991
Imagen
del fotógrafo Juatxu Rodriguez.
|
Si el grupo teatral La Fura dels Baus
tuviera que escoger un escenario urbano para sus espectáculos de íncubos,
mutilación, pólvora, degeneración o violencia, nada más propicio que ciertos
fragmentos de la ciudad de Barakaldo. Ni la furibunda cárcel de Badajoz, hoy en
su esqueleto, ni las salas de terneras del antiguo matadero de Madrid
seleccionarían mejor el decorado. En Barakaldo, como en los pueblos adyacente
en la margen izquierda de la ría de Bilbao, humean o lanzan fuego las factorías
de altos hornos –hornos machos o hembras hechiceras con el nombre de María
Ángeles-, esparcen detritos ferruginosos sobre las colchas y los platos a la
hora de comer, sobre los cristales o los cristalinos.
La capacidad de vida en
los ríos del entorno (Nervión, Galindo, Cadagua), para peces y plantas, es igual
a cero. Se huele el pez muerto, se remueve en las aceras la limadura de hierro,
se detectan en las fachadas, junto a la ría, las llagas de la escombrera y la
brasa. Se trata de una zona donde el cáncer cobra una incidencia de las más
altas de España y donde la contaminación resulta de las más elevadas de Europa.
No existe conglomerado urbano en el Estado con mayor proporción de enfermedades
pulmonares. Ni acaso ningún núcleo de sus características le gane en grado de
drogadicción ni en número de jubilados por habitante; Jubilados mayores de 65
años y jubilados anticipados por obra de la reconversión industrial. En el
paseo de los Fueros, cuando se aquieta el sol, acuden los ancianos y retirados
a recibir la bondad de un cielo que, en general, aparece gris ácido, matizado
por el piafar de las industrias químicas o las fundiciones (Sefanitro,
Rontealde, CEPSA, ERT, Altos Hornos de Vizcaya, etcétera). Las gaviotas vuelan
sucias.
Viejos
y jóvenes. El Ayuntamiento de la ciudad acaba de
presentar un informe a la Diputación solicitando subvenciones para crear
centros destinados a la tercera edad, que ha titulado Barakaldo: un lugar para morir. Mientras la población total tiende
a decrecer, el número de ancianos aumenta cada año y representa ya cerca del
14%, unas 15.000 personas entre una población de 111.000 habitantes.
Esther Urzaiz, concejala socialista de
Servicios Sociales, Sanidad y Consumo, explicaba que pese al incremento
presupuestario para atender las necesidades de los jubilados no han satisfecho
las demandas. Faltos de lugares de reunión y de residencias dignas, ambulan
poco menos que a la deriva. Pero a la deriva, igualmente, se encuentra una
parte de la juventud que no vislumbra oportunidades al final de sus estudios.
Con un paro cifrado actualmente en el 29%, la carencia de perspectivas es, en
opinión del departamento de servicios sociales, la razón del alto índice de
fracaso escolar entre 7º y 8º de EGB y entre 1º y 2º de formación profesional,
donde la tasa de abandonos se cifra entre el 40% y 50%. Esta población juvenil
poco esperanzada es la que constituye el pasto natural de la drogadicción, del
consumo de alcohol, del pequeño hurto, la vida errante y un extremismo político
que reverbera con las pintadas mismas de grupos abertzales luchando contra el consumo de heroína, “¡Drogarik ez!
(droga no). No te metas, mételes”.
Dos
chavales delante del hospital de Cruces.
|
Aire
y droga. Desde diversos puntos de vista todo parece duro,
herrumbroso, al borde de la verdad y de la muerte. En alguna ocasión los
incontrolados escapes de ponzoña industrial han chamuscado las hojas de los árboles
y los alveolos de los bronquios de algún trabajador, como José Manuel Arrese,
50 años, hoy en situación de invalidez absoluta por afección de sus vías
respiratorias. A José Manuel Arrese los médicos le han reordenado la vida. Y dice
“Como no puedo fumar ni beber, ¿qué voy a hacer?. Me levanto, barro un poco la
casa, hago la compra para que cocine mi madre y me paso por el txoco, el local del Partido Comunista de
Euskadi. Por las tardes leo un poco, veo la televisión y me acerco otra vez a
charlar de política o de lo que se nos viene al paso. Vuelvo a casa, veo la
televisión y nos acostamos”. Su vivienda mide 45 metros cuadrados, la compró
hace seis por un millón y medio y cree que podría venderla por unos seis
millones.
Una
vista de Barakaldo sobre el fondo de la factoría A.H.V,
|
La vivienda tipo en Barakaldo, según datos
del Ayuntamiento, es de 59 metros cuadrados con una ocupación promediada de 5,2
personas. En opinión de algunos, la vivienda es un problema importante, pero no
se cita casi nunca entre los primeros. La contaminación y la droga son las
crueldades que más se mencionan. Para los responsables municipales, el
conflicto de la droga es difícil de resolver en tanto la zona no enriquezca sus
expectativas de empleo.
El
orgullo y el duende. Jesús María Rodriguez Orrantia, 40 años,
socialista, es el alcalde de Barakaldo desde hace 12 años. Atribuye parte de
los problemas que padece la ciudad a su estructura urbana, levantada sin
planeamiento y al servicio de la bárbara expansión industrial de los años
cincuenta y sesenta. La mala calidad de vida en barakaldo cuenta con este
sistema difícil de reparar: las aguas fluviales, según los nuevos planes, sólo
serán puras en el año 2000; las zonas verdes sólo comenzarán a tener entidad en
un quinquenio; el ordenamiento de las barriadas solo es paliable en una
proporción muy limitada.
Unos
remolcadores ayudan a maniobra a un mercante a orillas de Barakaldo.
|
La contaminación atmosférica es alta, los
jubilado no encuentran atenciones suficiente, demasiados jóvenes no abrigan
esperanzas, faltan zonas verdes y los ríos aparecen parduscos.
¿Cómo no huir de barakaldo? Efectivamente,
muchas parejas jóvenes se casan y se compran el piso al otro lado de la ría, en
la margen derecha, pero allí sólo duermen. La vida laboral y el ocio lo
consumen en Barakaldo. Nada sorprendente. La sorpresa comienza cuando los
habitantes se manifiestan más que orgullosos de ser barakaldeses o de residir
allí, gratificados con el trato y el carácter de las gentes, solidarios de un
excepcional sentir comunitario. Comerciantes, dependientes, profesionales y
funcionarios escogieron la palabra duende, carisma, misterio para expresar el
atractivo que, a su juicio, desprende esa ciudad. La coincidencia hacía pensar
en una conspiración radical. Pero, en definitiva, ¿quién podría, tras una
experiencia semejante y más allá de los datos objetivos, emitir un juicio sobre
el complicado gusto de cada uno por el paisaje, la muerte, la vida?
* *
* * *
Publicado por Vicente
Verdú y Juan Carlos Zafra en 1991
En la revista El País
Semanal
Obra original
perteneciente a los fondos bibliográficos de la Fundación Sancho el Sabio
Fundazioa. (Vitoria-Gazteiz).
http://hdl.handle.net/10357/30270
No hay comentarios:
Publicar un comentario