sábado, 25 de febrero de 2017

Barakaldo. ¿Un lugar para morir?- 1991

Barakaldo. ¿Un lugar para morir?- 1991

Imagen del fotógrafo Juatxu Rodriguez.

   Si el grupo teatral La Fura dels Baus tuviera que escoger un escenario urbano para sus espectáculos de íncubos, mutilación, pólvora, degeneración o violencia, nada más propicio que ciertos fragmentos de la ciudad de Barakaldo. Ni la furibunda cárcel de Badajoz, hoy en su esqueleto, ni las salas de terneras del antiguo matadero de Madrid seleccionarían mejor el decorado. En Barakaldo, como en los pueblos adyacente en la margen izquierda de la ría de Bilbao, humean o lanzan fuego las factorías de altos hornos –hornos machos o hembras hechiceras con el nombre de María Ángeles-, esparcen detritos ferruginosos sobre las colchas y los platos a la hora de comer, sobre los cristales o los cristalinos. 

La capacidad de vida en los ríos del entorno (Nervión, Galindo, Cadagua), para peces y plantas, es igual a cero. Se huele el pez muerto, se remueve en las aceras la limadura de hierro, se detectan en las fachadas, junto a la ría, las llagas de la escombrera y la brasa. Se trata de una zona donde el cáncer cobra una incidencia de las más altas de España y donde la contaminación resulta de las más elevadas de Europa. 
No existe conglomerado urbano en el Estado con mayor proporción de enfermedades pulmonares. Ni acaso ningún núcleo de sus características le gane en grado de drogadicción ni en número de jubilados por habitante; Jubilados mayores de 65 años y jubilados anticipados por obra de la reconversión industrial. En el paseo de los Fueros, cuando se aquieta el sol, acuden los ancianos y retirados a recibir la bondad de un cielo que, en general, aparece gris ácido, matizado por el piafar de las industrias químicas o las fundiciones (Sefanitro, Rontealde, CEPSA, ERT, Altos Hornos de Vizcaya, etcétera). Las gaviotas vuelan sucias.

Viejos y jóvenes. El Ayuntamiento de la ciudad acaba de presentar un informe a la Diputación solicitando subvenciones para crear centros destinados a la tercera edad, que ha titulado Barakaldo: un lugar para morir. Mientras la población total tiende a decrecer, el número de ancianos aumenta cada año y representa ya cerca del 14%, unas 15.000 personas entre una población de 111.000 habitantes.

   Esther Urzaiz, concejala socialista de Servicios Sociales, Sanidad y Consumo, explicaba que pese al incremento presupuestario para atender las necesidades de los jubilados no han satisfecho las demandas. Faltos de lugares de reunión y de residencias dignas, ambulan poco menos que a la deriva. Pero a la deriva, igualmente, se encuentra una parte de la juventud que no vislumbra oportunidades al final de sus estudios. Con un paro cifrado actualmente en el 29%, la carencia de perspectivas es, en opinión del departamento de servicios sociales, la razón del alto índice de fracaso escolar entre 7º y 8º de EGB y entre 1º y 2º de formación profesional, donde la tasa de abandonos se cifra entre el 40% y 50%. Esta población juvenil poco esperanzada es la que constituye el pasto natural de la drogadicción, del consumo de alcohol, del pequeño hurto, la vida errante y un extremismo político que reverbera con las pintadas mismas de grupos abertzales luchando contra el consumo de heroína, “¡Drogarik ez! (droga no). No te metas, mételes”.

Dos chavales delante del hospital de Cruces.
Aire y droga. Desde diversos puntos de vista todo parece duro, herrumbroso, al borde de la verdad y de la muerte. En alguna ocasión los incontrolados escapes de ponzoña industrial han chamuscado las hojas de los árboles y los alveolos de los bronquios de algún trabajador, como José Manuel Arrese, 50 años, hoy en situación de invalidez absoluta por afección de sus vías respiratorias. A José Manuel Arrese los médicos le han reordenado la vida. Y dice “Como no puedo fumar ni beber, ¿qué voy a hacer?. Me levanto, barro un poco la casa, hago la compra para que cocine mi madre y me paso por el txoco, el local del Partido Comunista de Euskadi. Por las tardes leo un poco, veo la televisión y me acerco otra vez a charlar de política o de lo que se nos viene al paso. Vuelvo a casa, veo la televisión y nos acostamos”. Su vivienda mide 45 metros cuadrados, la compró hace seis por un millón y medio y cree que podría venderla por unos seis millones.

Una vista de Barakaldo sobre el fondo de la factoría A.H.V,
   La vivienda tipo en Barakaldo, según datos del Ayuntamiento, es de 59 metros cuadrados con una ocupación promediada de 5,2 personas. En opinión de algunos, la vivienda es un problema importante, pero no se cita casi nunca entre los primeros. La contaminación y la droga son las crueldades que más se mencionan. Para los responsables municipales, el conflicto de la droga es difícil de resolver en tanto la zona no enriquezca sus expectativas de empleo.

El orgullo y el duende. Jesús María Rodriguez Orrantia, 40 años, socialista, es el alcalde de Barakaldo desde hace 12 años. Atribuye parte de los problemas que padece la ciudad a su estructura urbana, levantada sin planeamiento y al servicio de la bárbara expansión industrial de los años cincuenta y sesenta. La mala calidad de vida en barakaldo cuenta con este sistema difícil de reparar: las aguas fluviales, según los nuevos planes, sólo serán puras en el año 2000; las zonas verdes sólo comenzarán a tener entidad en un quinquenio; el ordenamiento de las barriadas solo es paliable en una proporción muy limitada.

Unos remolcadores ayudan a maniobra a un mercante a orillas de Barakaldo.
   La contaminación atmosférica es alta, los jubilado no encuentran atenciones suficiente, demasiados jóvenes no abrigan esperanzas, faltan zonas verdes y los ríos aparecen parduscos.

   ¿Cómo no huir de barakaldo? Efectivamente, muchas parejas jóvenes se casan y se compran el piso al otro lado de la ría, en la margen derecha, pero allí sólo duermen. La vida laboral y el ocio lo consumen en Barakaldo. Nada sorprendente. La sorpresa comienza cuando los habitantes se manifiestan más que orgullosos de ser barakaldeses o de residir allí, gratificados con el trato y el carácter de las gentes, solidarios de un excepcional sentir comunitario. Comerciantes, dependientes, profesionales y funcionarios escogieron la palabra duende, carisma, misterio para expresar el atractivo que, a su juicio, desprende esa ciudad. La coincidencia hacía pensar en una conspiración radical. Pero, en definitiva, ¿quién podría, tras una experiencia semejante y más allá de los datos objetivos, emitir un juicio sobre el complicado gusto de cada uno por el paisaje, la muerte, la vida?

  
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Publicado por Vicente Verdú y Juan Carlos Zafra en 1991

En la revista El País Semanal

Obra original perteneciente a los fondos bibliográficos de la Fundación Sancho el Sabio Fundazioa. (Vitoria-Gazteiz).

http://hdl.handle.net/10357/30270





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