El Futuro del Norte.- 1991
Aunque el pasado 24 de enero el ministro de
Industria, Claudio Aranzadi, no lo declaró tal cual en la conferencia de prensa
que siguió al Consejo de Ministros, lo tenía en mente cuando anunció las
medidas tomadas para la reindustrialización del Principado de Asturias. Y, sin
embargo, la intranquilidad y la incertidumbre apenas han disminuido en la
calle, en las casas de los trabajadores del astillero de Bazán, en el Ferrol;
de los mineros del pozo Barredo, en Mieres; de los obreros de Foarsa, en
Reinosa, o de la cabecera en Sestao.
“No sé si creen en el futuro, pero es que
nadie les ha explicado cómo será”, señala el sociólogo de Pola de Siero, García
Fonseca. El ministro fue muy cauto en sus palabras. “El futuro no pasa por las
ayudas sectoriales, sino empresariales y de infraestructuras”, dijo. Después de
casi media vida de maestro en varios pueblos de las cuencas mineras, Venancio
Sáez, 67 años, afirma que hay que hurgar en la psicología de los mineros para
entender sus temores y desconfianzas. “Mire, el minero apura la vida
constantemente, Gasta cuanto tiene y pronto, porque para él, sin duda por su
trabajo, la vida es imprevisible. Por eso no se fía de las buenas intenciones
sino de los hechos concretos.”
Para Iñaki Igórriz, 42 años y gerente de una
fábrica de aceros con 185 empleados que fundó su abuelo, el alarmismo de los
sindicatos, los silencios de la administración autonómica y central y cierta
mentalidad victimista del obrero vasco y asturiano “han alimentado un panorama
de supuesto caos que tampoco tiene razón de ser”. En su opinión, se avecinan
años difíciles, “qué duda cabe”, pero nada que no pueda remediarse a corto
plazo “con unas políticas industriales fijadas por el mercado y sus
necesidades. El problema en que nos hemos acostumbrado todos, empresarios y
trabajadores, a que el Estado nos saque las castañas del fuego, y ahora, por
exigencia de la Comunidad Europea y del mercado único, nos da miedo andar
sueltos de la mano”, concluye.
Miedo, en cualquier caso, fundado. Sólo en
el primer semestre de 1991 se vieron afectados por expedientes de regulación de
empleo 57.304 trabajadores de la cornisa cantábrica. Y el rumor de nuevos
ajustes para 1992 ha encendido los ánimos como la llama en una mecha de
pólvora. “Si queremos formar parte de Europa hay que ir acostumbrándose a los
ajustes, a las puestas a punto, porque el mercado no es rígido, sino cambiante.
En toda Europa se procedió de igual manera en la década pasada. En todo caso,
deberíamos preguntarnos por qué entonces no seguimos sus pasos. La realidad es
que nuestros productos siderúrgicos son más caros, menos competitivos, y las
fábricas se están convirtiendo en inmensos almacenes. O hacemos nosotros el
ajuste o lo llevará acabo el mercado y éste no se anda con muchos miramientos”,
señala el catedrático de Economía y vicepresidente del Banco de Asturias, Álvaro
García Cuervo.
Lo que tiene en vilo a los mineros, a los
obreros de la siderurgia asturiana o los trabajadores de la metalurgia vasca
son las consecuencias de este ajuste, la incertidumbre de una nueva
reconversión industrial. Incluso se habla de la desertización humana de algunas
comarcas, que el sociólogo García Fonseca no cree que vaya a producirse. “Algún
tipo de inmigración sí habrá. Jubilados que decidan marchar a zonas más secas,
por el problema de la silicosis y, a corto plazo, de jóvenes, ya que los
ajustes del ministerio son tajantes e inmediatos y la generación de nuevos
empleos no lo será.”
Ni siquiera migraciones fuera de la comunidad
autónoma, ni más lejos de los respectivos límites provinciales. Se tratará, en
definitiva, como indica Álvaro García Cuervo, “de una distribución más racional
de la población.” La excesiva concentración industrial y humana alrededor de
Hunosa, Ensidesa y AHV, o la dependencia de una sola fuente de riqueza, como en
el caso de El Ferrol de los astilleros de Bazán, tenderá a desaparecer en
beneficio de un tejido industrial más diversificado y cuyos centros neurálgicos
lo conformarán pequeñas y medianas empresas.
La mini acería de horno eléctrico de nueva
construcción en Baracaldo, que sustituirá a la cabecera de Sestao, es un
ejemplo de tipo predominante de empresa futura. “Hay que aclarar que dejar o
reconvertir una actividad muy intensa en capital y trabajo humano, como es la
siderurgia integrada de Altos Hornos de Vizcaya y Ensidesa, no quiere decir que
otras actividades del sector de transformación no vayan a ser viables”,
puntualiza Gontxal Barasorda, director de estudios de la Caja Laboral Popular.
Se trata de mirar el ejemplo alemán, que en
la década pasada dirigió su industria metálica hacia las últimas etapas del
proceso de producción, al revés de Euskadi, en que el predominio de las
primeras, fundición y aceros es abrumador. En opinión de Gonxal Barasorda, la
especialización, el alto componente tecnológico y un producto final de mayor
valor económico, como el elaborado en las empresas de maquinaría y
herramientas, se dibujan como las únicas alternativas con futuro.
La reconversión requerirá una mayor
cualificación de la mano de obra, “pero esto no implica más despidos, sino unos
programas adecuados para su reciclaje, al estilo de los que ya existen en
Europa”, señala Andoni Callero, catedrático en la Universidad Comercial de
Deusto. El temor de los cientos de talleres diseminados por Euskadi y Asturias,
con un empleo entre 50 y 80 personas, de que una reconversión en la cúspide del
tejido industrial también les arrastre a ellos, “no está del todo justificado”,
según Gontxal Barasorda.
El futuro de estos pequeños y de oficios en
aparente desuso, como ajustadores y fresadores, “es muy prometedor en el
contexto de la diversificación y especialización industriales”.
Como puntualiza Daniel Cobos, director de
explotación de Industria Avilesas, “el futuro pasa inevitablemente por la
elaboración de productos con un mayor valor añadido. Nuestros productos están
compitiendo con otros procedentes del Tercer Mundo donde la mano de obra es
muchísimo más barata”. Aun así, en su opinión, el principal problema de la
industria asturiana sigue siendo su deficitaria red de comunicaciones por
carretera y marítimas.
En este sentido, el menor desarrollo
industrial y de infraestructuras en Asturias y Galicia enfrenta a ambas
comunidades con una serie de problemas específicos. Mientras en Euskadi la
reconversión afectará la epidermis del tejido industrial, puesto que el peso
especifico de AHV en la economía vasca no es tan relevante, en Asturias o Bazán
afecta al sistema nervioso. El futuro diseño industrial sería común para toda
la cornisa cantábrica, pero en el caso de Asturias, por ejemplo, se derivan
unas consecuencias sociológicas que inciden directamente en la desaparición de
alguno de los sectores sociales con personalidad más definida y el nacimiento
de otros.
De la minería de Hunosa viven más de 225.000
personas, casi una cuarta parte de la población del Principado. Ensidesa ha
mantenido un peso especifico lo suficientemente grande como para que el capital
privado haya preferido mantenerse a su abrigo antes de iniciar una expansión.
La dependencia de un tipo de producción y la garantía del Estado explican,
según el sociólogo Carlos Prieto, “que los cambios por un ajuste o una
reconversión sean muy profundos, no solo tocan el tejido industrial, incluso
las maneras de vivir y relacionarse”.
Las cuencas mineras están lo bastante
castigadas industrial y ecológicamente como para necesitar un largo barbecho
antes de que nuevas empresas decidan instalarse en ellas. El centro, este y
oeste del Principado se perfilan, entre tanto, como las futuras zonas de
expansión industrial. El cierre de 9 de los 21 pozos de Hunosa previsto por el
plan de ajuste es el preludio del fin de la minería en las cuencas, que todo
los más se prolongará hasta el año 2002, fecha en que la Comunidad Europea dar
carpetazo a cualquier tipo de subvención y ayuda estatales. Con la minería
desaparece “un sector social muy reivindicativo, muy organizado y solidario, y
con una gran capacidad de movilización, que durante generaciones enteras ha
sido espejo de otros sectores y el referente de la región”, según García
Fonseca.
El sociólogo Carlos Gómez Gil confía en que
esta década baste para que los hijos de los mineros asuman el hecho de que el
pozo ya no será el inevitable refugio laboral, y las posibilidades de una
sociedad más abierta y flexible. Carlos Gómez Gil apunta que en Alemania y
Francia los pilares de formación para otra actividad laboral, que
complementaron las medidas de ajuste en el sector minero, fueron un éxito.
“Evidentemente, la reconversión industrial sienta las bases para el nacimiento
de una nueva clase media”.
Para Antonio Morán, propietario de una
agencia de servicios empresariales, “el trabajador asturiano tiene que
concienciarse de que el futuro de la región ya no dependerá en exclusiva de la
suerte de Hunosa o Ensidesa y que además estas dos empresas estarán obligadas a
competir con otras privadas. Eso implica, en primer lugar, que deben ser
rentables y punto”. Antonio Morán no cree en ninguna catástrofe para la
economía asturiana. Dice que el mero hecho de que importantes multinacionales,
“y de primer orden”, se estén instalando en el Principado “es un indicio de la
futura buena salud de nuestra economía. Lo que pasa es que el asturiano es de
por sí bastante pesimista, la mayoría de las veces sin motivo”.
La reestructuración del futuro tejido
industrial también repercutirá en la recomposición de paisaje agrario y en la
reorganización del mapa urbanístico en algunas zonas de la cornisa cantábrica.
Muchas aldeas y pequeños núcleos urbanos en estrecha dependencia de las
explotaciones mineras desaparecerán. La estampa muy parcelada del campo
gallego, asturiano y, en menor medida, del vasco se abrirá a una reconversión
agraria que ha dado sus primeros y tímidos pasos en la vecina Cantabria. La
explotación agraria familiar ya no resiste la competencia europea en el seno
del mercado único. En Cantabria, una nueva clase media agraria está surgiendo a
la sombra de la concentración parcelaria y granjas con ganado estabulado.
Para el sociólogo García Fonseca no hay que
pasar por alto el impacto de estos cambios en la mentalidad colectiva. En su
opinión, la diversificación del futuro tejido industrial de la cornisa incidirá
en una pérdida importante del sentimiento de apego que el asturiano y el
gallego, sobre todo, sienten por el lugar en que nacieron. Por otra parte, la
especialización y cualificación profesionales de la nueva mano de obra
industrial pondrá punto final a un tipo de economía familiar basado en la
autosuficiencia que proporcionara el salario y el rendimiento de las dos o tres
vacas y el huerto. “El tipo de economía familiar mixta ya es casi una reliquia
del pasado y mantenerla significaría, de alguna manera, poner obstáculos al
progreso”. Concluye Carlos Gómez Gil.
Miguel de Unamuno resumió el alma de los
vascos en su eterno conflicto “por querer ser dueños de su futuro sin renunciar
a ser hijos de su pasado”. Las palabras de escritor bilbaíno bien pueden
extenderse al resto de la cornisa cantábrica, que vive momentos tan inciertos
como esperanzadores a la espera de que se cumplan las palabras del presidente
del Principado de Asturias, Juan Luis Rodríguez Vigil: “Que 1992 sea una
ventana abierta de par en par al futuro y a progreso.”
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Publicado Fernando Urías en
1992
En Suplemento Semanal
Obra original
perteneciente a los fondos bibliográficos de la Fundación Sancho el Sabio
Fundazioa. (Vitoria-Gazteiz).
http://hdl.handle.net/10357/27756
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