sábado, 4 de marzo de 2017

El Futuro del Norte.- 1991

El Futuro del Norte.- 1991


   Aunque el pasado 24 de enero el ministro de Industria, Claudio Aranzadi, no lo declaró tal cual en la conferencia de prensa que siguió al Consejo de Ministros, lo tenía en mente cuando anunció las medidas tomadas para la reindustrialización del Principado de Asturias. Y, sin embargo, la intranquilidad y la incertidumbre apenas han disminuido en la calle, en las casas de los trabajadores del astillero de Bazán, en el Ferrol; de los mineros del pozo Barredo, en Mieres; de los obreros de Foarsa, en Reinosa, o de la cabecera en Sestao.


   “No sé si creen en el futuro, pero es que nadie les ha explicado cómo será”, señala el sociólogo de Pola de Siero, García Fonseca. El ministro fue muy cauto en sus palabras. “El futuro no pasa por las ayudas sectoriales, sino empresariales y de infraestructuras”, dijo. Después de casi media vida de maestro en varios pueblos de las cuencas mineras, Venancio Sáez, 67 años, afirma que hay que hurgar en la psicología de los mineros para entender sus temores y desconfianzas. “Mire, el minero apura la vida constantemente, Gasta cuanto tiene y pronto, porque para él, sin duda por su trabajo, la vida es imprevisible. Por eso no se fía de las buenas intenciones sino de los hechos concretos.”

   Para Iñaki Igórriz, 42 años y gerente de una fábrica de aceros con 185 empleados que fundó su abuelo, el alarmismo de los sindicatos, los silencios de la administración autonómica y central y cierta mentalidad victimista del obrero vasco y asturiano “han alimentado un panorama de supuesto caos que tampoco tiene razón de ser”. En su opinión, se avecinan años difíciles, “qué duda cabe”, pero nada que no pueda remediarse a corto plazo “con unas políticas industriales fijadas por el mercado y sus necesidades. El problema en que nos hemos acostumbrado todos, empresarios y trabajadores, a que el Estado nos saque las castañas del fuego, y ahora, por exigencia de la Comunidad Europea y del mercado único, nos da miedo andar sueltos de la mano”, concluye.

   Miedo, en cualquier caso, fundado. Sólo en el primer semestre de 1991 se vieron afectados por expedientes de regulación de empleo 57.304 trabajadores de la cornisa cantábrica. Y el rumor de nuevos ajustes para 1992 ha encendido los ánimos como la llama en una mecha de pólvora. “Si queremos formar parte de Europa hay que ir acostumbrándose a los ajustes, a las puestas a punto, porque el mercado no es rígido, sino cambiante. En toda Europa se procedió de igual manera en la década pasada. En todo caso, deberíamos preguntarnos por qué entonces no seguimos sus pasos. La realidad es que nuestros productos siderúrgicos son más caros, menos competitivos, y las fábricas se están convirtiendo en inmensos almacenes. O hacemos nosotros el ajuste o lo llevará acabo el mercado y éste no se anda con muchos miramientos”, señala el catedrático de Economía y vicepresidente del Banco de Asturias, Álvaro García Cuervo.

   Lo que tiene en vilo a los mineros, a los obreros de la siderurgia asturiana o los trabajadores de la metalurgia vasca son las consecuencias de este ajuste, la incertidumbre de una nueva reconversión industrial. Incluso se habla de la desertización humana de algunas comarcas, que el sociólogo García Fonseca no cree que vaya a producirse. “Algún tipo de inmigración sí habrá. Jubilados que decidan marchar a zonas más secas, por el problema de la silicosis y, a corto plazo, de jóvenes, ya que los ajustes del ministerio son tajantes e inmediatos y la generación de nuevos empleos no lo será.”

  Ni siquiera migraciones fuera de la comunidad autónoma, ni más lejos de los respectivos límites provinciales. Se tratará, en definitiva, como indica Álvaro García Cuervo, “de una distribución más racional de la población.” La excesiva concentración industrial y humana alrededor de Hunosa, Ensidesa y AHV, o la dependencia de una sola fuente de riqueza, como en el caso de El Ferrol de los astilleros de Bazán, tenderá a desaparecer en beneficio de un tejido industrial más diversificado y cuyos centros neurálgicos lo conformarán pequeñas y medianas empresas.


   La mini acería de horno eléctrico de nueva construcción en Baracaldo, que sustituirá a la cabecera de Sestao, es un ejemplo de tipo predominante de empresa futura. “Hay que aclarar que dejar o reconvertir una actividad muy intensa en capital y trabajo humano, como es la siderurgia integrada de Altos Hornos de Vizcaya y Ensidesa, no quiere decir que otras actividades del sector de transformación no vayan a ser viables”, puntualiza Gontxal Barasorda, director de estudios de la Caja Laboral Popular.

   Se trata de mirar el ejemplo alemán, que en la década pasada dirigió su industria metálica hacia las últimas etapas del proceso de producción, al revés de Euskadi, en que el predominio de las primeras, fundición y aceros es abrumador. En opinión de Gonxal Barasorda, la especialización, el alto componente tecnológico y un producto final de mayor valor económico, como el elaborado en las empresas de maquinaría y herramientas, se dibujan como las únicas alternativas con futuro.

   La reconversión requerirá una mayor cualificación de la mano de obra, “pero esto no implica más despidos, sino unos programas adecuados para su reciclaje, al estilo de los que ya existen en Europa”, señala Andoni Callero, catedrático en la Universidad Comercial de Deusto. El temor de los cientos de talleres diseminados por Euskadi y Asturias, con un empleo entre 50 y 80 personas, de que una reconversión en la cúspide del tejido industrial también les arrastre a ellos, “no está del todo justificado”, según Gontxal Barasorda.


   El futuro de estos pequeños y de oficios en aparente desuso, como ajustadores y fresadores, “es muy prometedor en el contexto de la diversificación y especialización industriales”.

   Como puntualiza Daniel Cobos, director de explotación de Industria Avilesas, “el futuro pasa inevitablemente por la elaboración de productos con un mayor valor añadido. Nuestros productos están compitiendo con otros procedentes del Tercer Mundo donde la mano de obra es muchísimo más barata”. Aun así, en su opinión, el principal problema de la industria asturiana sigue siendo su deficitaria red de comunicaciones por carretera y marítimas.

   En este sentido, el menor desarrollo industrial y de infraestructuras en Asturias y Galicia enfrenta a ambas comunidades con una serie de problemas específicos. Mientras en Euskadi la reconversión afectará la epidermis del tejido industrial, puesto que el peso especifico de AHV en la economía vasca no es tan relevante, en Asturias o Bazán afecta al sistema nervioso. El futuro diseño industrial sería común para toda la cornisa cantábrica, pero en el caso de Asturias, por ejemplo, se derivan unas consecuencias sociológicas que inciden directamente en la desaparición de alguno de los sectores sociales con personalidad más definida y el nacimiento de otros.

   De la minería de Hunosa viven más de 225.000 personas, casi una cuarta parte de la población del Principado. Ensidesa ha mantenido un peso especifico lo suficientemente grande como para que el capital privado haya preferido mantenerse a su abrigo antes de iniciar una expansión. La dependencia de un tipo de producción y la garantía del Estado explican, según el sociólogo Carlos Prieto, “que los cambios por un ajuste o una reconversión sean muy profundos, no solo tocan el tejido industrial, incluso las maneras de vivir y relacionarse”.

   Las cuencas mineras están lo bastante castigadas industrial y ecológicamente como para necesitar un largo barbecho antes de que nuevas empresas decidan instalarse en ellas. El centro, este y oeste del Principado se perfilan, entre tanto, como las futuras zonas de expansión industrial. El cierre de 9 de los 21 pozos de Hunosa previsto por el plan de ajuste es el preludio del fin de la minería en las cuencas, que todo los más se prolongará hasta el año 2002, fecha en que la Comunidad Europea dar carpetazo a cualquier tipo de subvención y ayuda estatales. Con la minería desaparece “un sector social muy reivindicativo, muy organizado y solidario, y con una gran capacidad de movilización, que durante generaciones enteras ha sido espejo de otros sectores y el referente de la región”, según García Fonseca.


   El sociólogo Carlos Gómez Gil confía en que esta década baste para que los hijos de los mineros asuman el hecho de que el pozo ya no será el inevitable refugio laboral, y las posibilidades de una sociedad más abierta y flexible. Carlos Gómez Gil apunta que en Alemania y Francia los pilares de formación para otra actividad laboral, que complementaron las medidas de ajuste en el sector minero, fueron un éxito. “Evidentemente, la reconversión industrial sienta las bases para el nacimiento de una nueva clase media”.

   Para Antonio Morán, propietario de una agencia de servicios empresariales, “el trabajador asturiano tiene que concienciarse de que el futuro de la región ya no dependerá en exclusiva de la suerte de Hunosa o Ensidesa y que además estas dos empresas estarán obligadas a competir con otras privadas. Eso implica, en primer lugar, que deben ser rentables y punto”. Antonio Morán no cree en ninguna catástrofe para la economía asturiana. Dice que el mero hecho de que importantes multinacionales, “y de primer orden”, se estén instalando en el Principado “es un indicio de la futura buena salud de nuestra economía. Lo que pasa es que el asturiano es de por sí bastante pesimista, la mayoría de las veces sin motivo”.

   La reestructuración del futuro tejido industrial también repercutirá en la recomposición de paisaje agrario y en la reorganización del mapa urbanístico en algunas zonas de la cornisa cantábrica. Muchas aldeas y pequeños núcleos urbanos en estrecha dependencia de las explotaciones mineras desaparecerán. La estampa muy parcelada del campo gallego, asturiano y, en menor medida, del vasco se abrirá a una reconversión agraria que ha dado sus primeros y tímidos pasos en la vecina Cantabria. La explotación agraria familiar ya no resiste la competencia europea en el seno del mercado único. En Cantabria, una nueva clase media agraria está surgiendo a la sombra de la concentración parcelaria y granjas con ganado estabulado.


   Para el sociólogo García Fonseca no hay que pasar por alto el impacto de estos cambios en la mentalidad colectiva. En su opinión, la diversificación del futuro tejido industrial de la cornisa incidirá en una pérdida importante del sentimiento de apego que el asturiano y el gallego, sobre todo, sienten por el lugar en que nacieron. Por otra parte, la especialización y cualificación profesionales de la nueva mano de obra industrial pondrá punto final a un tipo de economía familiar basado en la autosuficiencia que proporcionara el salario y el rendimiento de las dos o tres vacas y el huerto. “El tipo de economía familiar mixta ya es casi una reliquia del pasado y mantenerla significaría, de alguna manera, poner obstáculos al progreso”. Concluye Carlos Gómez Gil.

   Miguel de Unamuno resumió el alma de los vascos en su eterno conflicto “por querer ser dueños de su futuro sin renunciar a ser hijos de su pasado”. Las palabras de escritor bilbaíno bien pueden extenderse al resto de la cornisa cantábrica, que vive momentos tan inciertos como esperanzadores a la espera de que se cumplan las palabras del presidente del Principado de Asturias, Juan Luis Rodríguez Vigil: “Que 1992 sea una ventana abierta de par en par al futuro y a progreso.”


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Publicado Fernando Urías en 1992

En Suplemento Semanal

Obra original perteneciente a los fondos bibliográficos de la Fundación Sancho el Sabio Fundazioa. (Vitoria-Gazteiz).

http://hdl.handle.net/10357/27756



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