miércoles, 12 de octubre de 2016

Las obras para el puerto exterior de Bilbao.- 1906

Las obras para el puerto exterior  de Bilbao.- 1906


PUERTO EXTERIOR

Necesidad de construirlo.

El considerable aumento obtenido en el tráfico de la ría a consecuencia de las mejoras realizadas en ella y el incremento que en su consecuencia se obtuvo en los recursos de la Junta de Obras, hicieron ver a ésta la posi­bilidad de acometer la trascendental obra del puerto exterior, que era el complemento indispensable de las obras ejecutadas en la ría. Hallándose la embocadura de ésta directamente expuesta a los violentos temporales del Noroeste, era evidente que, no obstante las mejoras realizadas en la barra, donde las olas ya no rompían con la frecuencia que anteriormente, el tran­sito de los buques continuaba siendo peligroso durante los temporales. Este defecto, sólo podía corregirse con la construcción de un rompeolas en el Abra que abrigase la embocadura de la ría, y como a la vez de conseguir este objeto se podía crear también un puerto exterior, que no sólo sirviera de refugio, sino para que pudieran realizar sus operaciones mercantiles los vapores trasatlánticos y otros buques de análogo porte, que por sus dimen­siones extraordinarias y otras circunstancias no les conviniera esperar a las mareas para entrar o salir en la ría, se estudió el proyecto correspon­diente que fue aprobado por el Gobierno en 29 de Junio de 1888.

Obras que comprendía el proyecto.

   Este proyecto comprendía la construcción de dos diques a saber: 1.º El rompeolas o dique del Oeste de 1.450 metros de longitud, que arranca de la costa occidental del Abra y que está formado de dos alineaciones; la pri­mera de 95'0 metros de longitud perpendicular a la dirección N. O., y la segunda de 500 metros, formando un ángulo de 165º con la anterior, cuya pequeña desviación obedecía a la idea de proporcionar mayor abrigo al fondeadero y de formar en mejores condiciones la boca del puerto en unión con el extremo del dique del Este. 2.º El dique del Este de 1.100 metros de longitud y que llamamos contramuelle, el cual arranca de la costa oriental del Abra en dirección al Oeste próximamente. Las extremidades de ambos diques forman la embocadura del puerto de más de 600 metros de amplitud y convenientemente orientada para que la marejada que por ella entre, sea la menor posible, a la vez que sea fácil entrada y salida de los buques. Bajo este punto de vista parece que hubiera sido más conveniente que la embocadura del puerto estuviera abierta al N. O., o sea a las mares domi­nantes, con cuyo objeto habría que arrancar el contramuelle cerca de la punta de San Ignacio, dirigiéndole próximamente en la misma alineación que la segunda del rompeolas; pero atendiendo a la enorme violencia que los temporales del N. O. adquieren en esta costa; era de temer que con la embocadura abierta a esos temporales entrase dentro del puerto gruesa marejada, siendo de observar además, que al pasar las olas por la emboca­dura donde afluirían parte de las reflejadas en ambos diques, arbolarían mucho y romperían, especialmente con el encuentro de la marea descendente, haciendo a veces peligrosa la entrada. Tales fueron los inconvenien­tes que tratamos de evitar con la solución que adoptamos, que permite el libre paso de las olas en el espacio de 1.150 metros de anchura, comprendido entre el extremo del rompeolas y la costa oriental del Abra, las cuales van a romper en la ensenada de Algorta sin producir efectos de reflexión perjudi­ciales a la embocadura del puerto, por donde sólo penetran las olas por transmisión lateral. La experiencia ha venido a demostrar con las obras ya ejecutadas, las excelentes condiciones que reúne la solución adoptada, pues los buques entran y salen con toda facilidad durante los temporales y en­cuentran perfecto abrigo en el rompeolas. La superficie total que abrigan ambos diques es de 300 hectáreas próximamente hasta el nivel de bajamar, dentro de la cual hay más de 205 hectáreas con profundidades comprendidas entre 5 y 14 metros respecto al nivel de bajamar equinoccial.

TALLER DE BLOQUES PARA LAS OBRAS DEL PUERTO EXTERIOR Y CARGADEROS DE AXPE
   El primero de los dos diques que se ha indicado es, como puede com­prenderse, el fundamental del puerto y fue el primero que se empezó. El fondo del mar en el trayecto de dicha obra es de fango mezclado con arena, a excepción de la proximidad de la costa donde se descubre la roca, de modo que estaba indicado el establecimiento de un basamento de escollera de mayor o menor altura sobre el fondo, para que sirviera de base a la superestructura, y como por los pocos días que durante el año puede traba­jarse con auxilio de buzos, preveíamos que sería de difícil y duradera cons­trucción una obra concertada, fundada sobre dicha escollera, a unos ocho metros debajo de bajamar para ponerla al abrigo de las socavaciones, pro­pusimos construir la superestructura fundándola al nivel de bajamar, sobre un basamento formado con escollera hasta 6 metros de bajamar equinoccial y con bloques artificiales de 30 y 50 metros cúbicos arrojados como esco­llera entre dicho nivel y el de la bajamar, solución que en el caso actual, tenía la ventaja de poderse construir con rapidez el basamento expresado, que hasta cierto punto constituía por sí sólo un rompeolas, donde se que­brantaría la fuerza del mar y llegaría muy amortiguada a la embocadura de la ría.

Construcción de las obras.

Aprobado por R. O. de 29 de Junio de 1888 el proyecto que redactamos, y adjudicadas las obras en subasta pública á la sociedad constructora for­mada por los Sres. Coiseau, Couvreux fils y Félix Allard, en 25 de Octubre de 1888, construyóse con rapidez el basamento de escollera y bloques, que mejoró mucho el paso de la barra, y cuando después de pasar dos inviernos se veía que había tomado su posición de equilibrio se procedió a construir la superestructura llenando previamente con piedra y sacos de hormigón los huecos comprendidos entre los bloques, y extendiendo después una tongada de hormigón para nivelar todas las desigualdades a la altura de un metro sobre bajamar equinoccial.
   La superestructura, que tenía 12,20 metros de espesor en la base, estaba formada con paramentos hechos con bloques de hormigón de cemento de Portland de 3 metros de longitud, 1,50 metros de latitud y 1 metro de altura, que se colocaban alternativamente a soga y tizón, y un relleno de hormigón de fraguado rápido que se fabricaba en el sitio mismo de su empleo en obra, a medida que se colocaban los bloques de paramento. Esta clase de cons­trucción llegaba a la altura de 7 metros sobre bajamar equinoccial, donde tenía un espesor de 10,20 metros, construyéndose encima un parapeto de 4 metros de espesor y 3 de altura que a su vez iba coronado por un fuerte pretil de 1,50 metros de espesor y 1 metro de altura. Al pie del paramento exterior se construía una fuerte banqueta de hormigón para defenderla de las socavaciones.

Averías.

Empezada la construcción de la superestructura el año 1891, sobre las rocas que se descubren en el escarpe de la costa, se continuó fundándola por medio de sacos de hormigón colocados sobre la roca, cuando ésta se hallaba debajo de bajamar y sin que ocurriera en esta parte accidente alguno. Pero no sucedió lo propio desde que la superestructura se empezó a construir sobre el basamento de escollera y bloques, pues el gran tem­poral ocurrido entre los días 19 y 21 de Noviembre de 1893, cuando la supe­restructura tenía 230 metros de longitud, socavó 80 metros lineales de la misma y abrió en ella una gran brecha.

AVERÍAS PRODUCIDAS EN LAS OBRAS DEL ROMPEOLAS O DIQUE DEL OESTE POR EL FORMIDABLE TEMPORAL
DEL 30 AL 31 DE DICIEMBRE DE 1894 Y QUE OBLIGARON A MODIFICAR EL PROYECTO
   Del examen de la avería dedujimos: 1.º Que el basamento de escollera y bloques que con el transcurso de dos inviernos había adquirido condiciones de estabilidad, dejaba de tenerla desde el momento que se construía la superestructura, pues las olas que con enorme violencia chocaban en su paramento elevándose, a veces, hasta más de 20 metros de altura, removían al caer, en unión con la resaca, los bloques de 50 metros cúbicos que for­maba la berma exterior. 2.º A consecuencia de la remoción de estos bloques, la fuerza del mar extraía todos los materiales que se habían empleado para llenar los huecos comprendidos entre ellos, destruía seguidamente la banqueta de defensa y producía socavaciones al pie del paramento exterior. 3.º Por efecto de estas socavaciones y de los golpes de las olas, se despren­dían gran parte de los bloques que formaban el paramento exterior, dejando al descubierto el relleno interior de hormigón, que las olas minaban rápi­damente, concluyendo por abrir brechas al través de la superestructura.

   Como resultado de este examen, y para evitar que por efecto de futuras socavaciones se desagregara la superestructura, propusimos construirla en adelante sobre cajones de hierro de 12 metros de longitud, 6 metros de latitud y 2 metros de altura, rellenos de hormigón y asentados al nivel de un metro sobre bajamar, encima del basamento ya construido; cajones que habían de colocarse transversalmente a la obra después de enrasar y llenar con sacos de hormigón todos los huecos que existieran entre los bloques que formaban el basamento. Y para evitar en lo posible que pudieran abrirse socavaciones debajo de ellos, propusimos reforzar la berma exterior car­gándola de bloques de 30 metros cúbicos, colocados cuidadosamente con una grúa Titán.

TALLER DE BLOQUES PARA LAS OBRAS DEL CONTRAMUELLE O DIQUE DEL ESTE
   Aprobada esta propuesta por el Gobierno se empleó la mayor parte del verano de 1894 en verificar la reparación de las averías del pasado invierno, en lo que se empleó el mismo sistema de construcción anterior, con objeto de aprovechar los restos subsistentes en el trozo averiado, pero tomando la precaución de reforzar la berma exterior con bloques de 30 metros cúbicos, colocados ordenadamente con el Titán hasta llegar al nivel de 7 metros sobre bajamar equinoccial. Al finalizar la campaña y por vía de ensayo, se colocaron en la extremidad de la superestructura ya reparada, dos cajones de hierro de los arriba indicados, que se rellenaron seguidamente con hor­migón de cemento de Portland, construyéndose encima la superestructura correspondiente, que formaba con los dos cajones un cuerpo monolítico de 800 metros cúbicos, que se defendió también exteriormente con una gran masa de bloques.

   El primer temporal de aquella estación que ocurrió en los días 12 y 13 de Noviembre de 1894, sólo removió seis de los bloques de defensa coloca­dos en la berma exterior, pero aumentó la estabilidad de los demás, pues hicieron su asiento y se acuñaron los unos contra los otros. Colocándose se­guidamente otros seis bloques en los huecos que aquellos habían dejado, y cuando á mediados de Diciembre recaló otro fuerte temporal se observó que sólo había removido uno de los bloques de defensa, de modo es que todo parecía indicar que con aquella norme masa de bloques que delante del paramento exterior de la superestructura se habían colocado, estaba asegurada de estabilidad la obra. Pero bien pronto vino a desengañamos el temporal que sobrevino en los días 30, y 31 de Diciembre, uno de los más formidables que desde muchos años atrás se había conocido, y que produjo considerables daños en la obra. Toda aquella masa de bloques de defensa de 30 metros cúbicos y de más de 60 toneladas de peso cada uno, que con el mayor cuidado se habían colocado con el Titán en contacto unos de otros y del paramento exterior, formando dos filas de dos hiladas cada una y que formaba sobre la berma exterior una masa compacta de más de 8 metros de ancho y 5 metros de altura, fueron arrastrados por la resaca al talud exterior del basamento, dejando así al descubierto el pie de la superestructura, que sometida al tremendo batir de las olas, fueron minándola y produciendo profundas socavaciones en 132 metros de longitud, concluyendo por abrir diferentes brechas. Pero lo más notable de las manifestaciones de aquel temporal extraordinario, fue el haber arrancado de cuajo, en una sola pieza, los 12 metros Últimos de la obra, que según hemos dicho tenía 12 metros de latitud en la base y 6 metros de altura, y se había construido sobre los dos cajones de hierro formando una masa monolítica de 800 metros cúbicos próximamente, y cuyo peso no bajaba de 1.700 toneladas, el cual sin perder su forma, lo trasladó entero aquel temporal hasta el pie del talud interior del basamento y a 32 metros de distancia de la posición que antes tenía. Es cierto que antes de que las olas lo arrancaran de su sitio, debieron socavar el basamento donde descansaban los cajones, lo que disminuyendo mucho la superficie de asiento de los mismos facilitó el que los golpes de las olas lo hicieran deslizar hacia el pie del talud interior; pero no obstante esta cir­cunstancia es el hecho que citamos uno de los más notables que en las obras marítimas han acontecido y que puede ponerse en parangón con el ocurrido en Diciembre de 1872 en el rompeolas del puerto de Wick, de cuya extremidad arrancaron las olas un trozo de 13,70 metros de longitud, 7 de latitud y 6,40 de altura, que pesaba 1.350 toneladas, no obstante haberse construido con precauciones especiales, fundándolo sobre grandes bloques asentados cuidadosamente a 18 pies de profundidad debajo de bajamar y asegurando toda la masa con pasadores de hierro.

VISTA DE LA GRÚA “TITAN” DE 60 TONELADAS Y CAMPANA DE BUZO,
EMPLEADAS EN LA CONSTRUCCIÓN DEL ROMPEOLAS
   Es de observar que la forma del Abra de Bilbao tiene mucha semejanza con la bahía de Wick; ambas van estrechándose hacia el interior en forma, de embudo y las olas que en ellas embocan van levantándose gradualmente a medida que penetran, para romper con enorme violencia sobre las obras.

   Debo añadir que la tempestad cuyos efectos describo, no produjo daño sensible en la parte del basamento de escollera y bloques, donde no se había construido la superestructura y sobre la cual pasaban las olas sin producir detrimento.

Reformas propuestas en la posición de la superes­tructura y pro­yecto de cons­trucción por medio de cajo­nes de hierro.

   De los hechos que dejo consignados, adquirí el firme convencimiento de que sería una temeridad el intentar nuevamente la construcción de la superestructura sobre el basamento construido, y que la solución más pru­dente y acertada que en tales circunstancias podía adoptar, era la de dejar el basamento expresado como defensa exterior y construir a su abrigo la superestructura, fundándola a unos cinco metros debajo de bajamar equinoccial sobre una base de escollera que fuera prolongación de la del cuerpo inferior de dicho basamento, siendo de advertir que consideré suficiente dicha profundidad, como la experiencia lo ha demostrado luego, en atención a la gran defensa que proporcionaba el basamento exterior, que por sí sólo constituía un verdadero rompeolas.

   Para una obra tan combatida por la acción del mar, y en la que con tanta dificultad y en tan corto tiempo pueden trabajar los buzos, no tenía ya suficiente confianza en la solidez de una superestructura hecha con blo­ques concertados, ya se colocaran éstos horizontalmente, ya por el sistema de lechos inclinados, con tanto más motivo cuanto que eran de preveér grandes asientos y los consiguientes quebrantos de la superestructura al construirla sobre una escollera de gran altura, que a su vez descansaba sobre un terreno blando. Así pues, para mayores garantías de solidez y de acuerdo con la Sociedad constructora, propuse al Gobierno la construcción de la superestructura sobre grandes cajones de hierro, rellenos de hormigón y asentados a 5 metros debajo de bajamar, sistema que venía a ser una modificación amplia del infructuoso ensayo, que según hemos dicho, se hizo en 1894 colocando dos cajones sobre el basamento, pero es de notar que así como en aquel caso se asentaban los cajones al nivel de un metro sobre bajamar equinoccial encima del basamento construido, aquí había de asen­tarse a 5 metros por debajo de dicho nivel y al abrigo del basamento indi­cado, así es que sus condiciones de estabilidad aumentaban mucho. Debo observar también que para la construcción del morro o extremidad del contramuelle, cuyo proyecto redacté en 1892 y fue aprobado por el Gobierno en 14 de Agosto de 1893, propuse edificarlo sobre un cajón de hierro, de forma de tronco de cono, de 18 metros de diámetro inferior y 10 metros de altura, asentado a 8 metros debajo de bajamar, y también propuse y estaba .ya aprobado por el Gobierno en 5 de Julio de 1894, la construcción del mo­rro del rompeolas por medio de un cajón de igual forma, pero de 27 metros de diámetro inferior, así es que el sistema de construcción que propuse para todo el rompeolas por medio de cajones y que fue aprobado por el Gobierno en 15 de Junio de 1895, tenía ya precedentes similares en las mis mas obras que estábamos construyendo.

   Los cajones que propusimos, habían de tener 13 metros de longitud, 7 de latitud y 7 de altura, de modo es que asentados al nivel de 5 metros debajo de bajamar equinoccial sobresalieran 2 metros encima de dicho nivel, lo que era de necesidad, para que en toda clase de bajamares quedara al descubierto la parte superior del cajón y pudiera trabajarse con relativa facilidad en las obras de relleno interior. Estos cajones habían de construirse en la margen de la ría y su peso aproximado lo evaluamos en 30 toneladas, de modo que lanzados al agua, calasen 0,32 metros próximamente. Antes de llevados a la posición que habían de ocupar debían lastrarse con una ton­gada de hormigón de cemento de Portland de 1,50 de espesor, con cuya carga calarían los cajones 3,40 metros próximamente, quedando así en disposición de ser remolcados al pie de obra a medida que fueran necesa­rios. Es de notar, antes de pasar adelante, que el eje de la nueva superes­tructura la situamos a 47,60 metros de la anterior, con el principal objeto de que entre el paramento exterior de aquélla y el basamento de bloques de defensa, quedara un canalizo de 30 metros de anchura donde las olas, después de romper en dicho basamento, se amortiguaran aún más al caer en agua profunda, cuyo canalizo facilitaría al mismo tiempo la colocación en obra de los cajones, toda vez que éstos habían de llevarse remolcados al pie de obra.

   La escollera donde habían de asentarse los cajones, era preciso enra­sarla horizontalmente por medio de una campana de buzo, al nivel expre­sado de 5 metros debajo de bajamar equinoccial, y una vez efectuada esta operación, a medida que se necesitaba para la colocación de los cajones, habrían de llevarse éstos a la posición que habían de ocupar, alineándolos con toda exactitud posible y sujetándolos bien ínterin se llenaban de agua, para que quedaran descansando sobre la escollera. Precisaba seguidamente, el macizar los cajones con la mayor rapidez posible, con el fin de que la mar no los rompiera; y como se hubiera tardado mucho en llenarlos con hor­migón fabricado durante las bajamares, el que además habría de sumergirse en gran parte sin achicar aquéllos para que no flotaran, recurrimos al sis­tema de rellenar con bloques la mayor parte de su volumen. Los cajones están reforzados con un mamparo longitudinal y dos transversales, formando celosía que dividen su interior en seis compartimientos iguales, en cada uno de los cuales habían de meterse, superpuestos, dos bloques de 30 metros cúbicos cada uno, y cuyas dimensiones son 4 X 3 X 2,50m, siendo de notar que las dimensiones horizontales 4 X 3m de los bloques, son poco menores que las correspondientes de dichos compartimientos.


   La colocación de los 12 bloques podía efectuarse con rapidez, después de lo cual sólo quedaba el rellenar con hormigón los intervalos compren­didos entre los bloques y entre ellos y las paredes del cajón, así como la tongada superior de 0,50m que había que extender en la parte superior para completar los 7 metros de altura que el cajón tiene y que servía no tan sólo para ligar los bloques entre sí, sino también para que con la mayor o menor altura que se le diera en los diversos cajones, se compensara las pequeñas diferencias que pudiera haber en la nivelación de la base de asiento de los cajones. El hormigón de relleno que dejamos expresado, quedaba así redu­cido al mínimo posible, y su introducción en el cajón podía efectuarse en seco, agotando a la hora de bajamar toda el agua que en él quedara, for­mándose de este modo un bloque monolítico de 13 X 7 X 7 = 637 metros cúbicos, con un peso de 1.300 toneladas próximamente. Así pues, aunque por la acción del tiempo fuera oxidándose el hierro, quedaría siempre una fundación formada con aquellos enormes monolitos de hormigón, y cuya resistencia, en igualdad de circunstancias, sería mucho mayor que la de los demás sistemas de construcción que hasta ahora se han empleado en esta clase de trabajos.

   Sobre la fundación así construida hasta el nivel de 2 metros sobre baja­mar equinoccial, había de elevarse luego el resto de la superestructura, formada de dos hiladas de bloques artificiales de 30 metros cúbicos cada uno y un relleno interior de hormigón de fraguado rápido, alcanzándose con ellos la altura de 7 metros sobre bajamar equinoccial, donde estaba el piso de la obra, y cuyo tránsito quedaría defendido del lado del mar por un fuerte parapeto monolítico de 2,50 metros de anchura y 1,50 metros de altura, sujeto con espigas de hierro al cuerpo inferior de la obra, con objeto de que los golpes de mar no le movieran. Con el mismo fin, se le daba exteriormente la forma redondeada que en el dibujo se indica, para que las olas pasaran por encima con facilidad, pues la experiencia nos tenía ense­ñado que por elevado que fuera el parapeto y aunque estuviera provisto de molduras ideadas para que las masas de agua de las olas caigan hacia afuera, siempre en los temporales pasan por encima, hasta el punto de que, cuando estaba en construcción la superestructura primitiva, llevó la mar varias veces los bloques de 30 metros cúbicos que encima se depositaban tempo­ralmente al abrigo del parapeto, que allí tenía 3 metros de altura y estaba dotado de una moldura para dirigir las olas hacia afuera. Por estas razones y atendiendo además que el volumen de agua que con los parapetos altos se eleva a gran altura, contribuye a socavar las fundaciones, conceptuamos preferible reducir la altura del parapeto a lo puramente necesario para asegurar el tránsito en épocas ordinarias, toda vez que en días de temporal es siempre peligroso el tránsito por esta clase de obras.

   El sistema de construcción que hemos descrito, tenia además la ventaja de prestarse muy bien a la construcción de la superestructura por trozos independientes entre sí y de 7 metros de longitud, correspondientes al ancho de cada cajón, circunstancia que era de mucho valor en el caso actual, aten­diendo a que con el peso de la superestructura había de tener grandes asientos la escollera, con tanto más motivo cuanto que el fondo del mar donde está situada es muy blando en su mayor parte. De este modo podía cada trozo de esta obra descender con entera libertad, siguiendo los movi­mientos de la escollera, sin cuya circunstancia hubiera quedado desconcer­tada toda la superestructura, siendo de notar que, como el volumen de obra de cada cajón y del resto de la superestructura que sobre él descansa, pasaba de 1.000 metros cúbicos, no había temor de que los golpes de las olas, que a ella llegan bastante atenuadas la pudieran arrastrar.

   El perfil que hemos descrito experimenta algunas alteraciones en la proximidad de la costa, a partir de la línea de 5 metros de profundidad, pues allí donde ésta es menor, los cajones para la fundación van gradualmente disminuyendo de altura y se asientan sobre la roca del fondo previamente enrasada por escalones hechos con sacos de hormigón.

   Las reformas que hemos descrito fueron consignadas en un proyecto que elevamos a la aprobación del Gobierno, y que fue aprobado por R. O. de 15 de Junio de 1895. En virtud de ellas el presupuesto de contrata total del rompeolas con sus obras accesorias, tiene el siguiente importe:


   Al total que antecede hay que agregar el importe de las averías que consideradas como de fuerza mayor mandó abonar el Gobierno por Real Orden de 9 de Enero de 1899 y que importan 686.108 pesetas y 5 céntimos, con cuya adición resulta un total de 32.080.348 pesetas y 46 céntimos, del cual hay que deducir la baja obtenida en la subasta que es de 0,0800000787 por unidad, resultando así un total liquido de 29.513.918 pesetas y 7 céntimos.

   Según se hace constar en el cuerpo de esta Memoria, al tratar de la liqui­dación de estas obras, que fueron recibidas definitivamente en 16 de Agosto de 1905, el importe liquido de las mismas no ha llegado al presupuesto, pues ha sido de 29.477.860 pesetas y 48 céntimos, y como la longitud del rom­peolas es de 1.450 metros próximamente, resulta por metro lineal un coste medio de 20.329 pesetas, que al cambio de 125 pesetas por 100 francos que es próximamente el promedio que ha resultado durante la ejecución de las obras, equivale á 16.263 francos, cantidad que según indicamos en la nota (1) es menor que lo que costaron los rompeolas de Dower, Holyhead Plymouth y Cherbourg, de los cuales el de Plymouth está construido en profundidades bastante menores que el de Bilbao, las de Cherbourg difieren poco de las de Bilbao, y las de los otros son poco mayores.

(1) En la Memoria titulada Etudes faites en 1858 sur les Travaux maritimes d'Augleterre que publicó el Ingeniero francés Mr. Chevalier en el Memorial des travaux hydráuliques de la marine constan los siguientes datos sobre el coste de varios rompeolas completamente terminados.


Construcción de las obras según el nuevo proyecto.

   En cuanto recayó la aprobación de las reformas que dejo consignadas, dieron principio los contratistas a la construcción de la nueva superestruc­tura en el mes de Julio de 1895, desde cuya fecha se trabajó todos los años en el período comprendido entre el 20 de Abril y el 20 de Septiembre próxi­mamente, o sea durante cinco meses del año, empleando los meses restan­tes en la fabricación de bloques, construcción de cajones y otros trabajos preparatorios para la campaña del verano siguiente.

Durante las ocho campañas que duraron los trabajos, se pusieron en obra en la nueva superestructura 192 cajones, repartidos del modo siguiente:

   La longitud de superestructura construida en los ocho años fue de 1.410,28 metros próximamente sin contar la parte que se asienta sobre el escarpe de la costa que se descubre a bajamar que tiene 25,80, con cuya suma forma un total de 1.436,08, que con lo que avanza el basamento de escollera y bloques pasa de 1.450 metros.

Detalles sobre la colocación y relleno de los cajones y construcción de la superestructura.

   La experiencia obtenida en la colocación de los cajones, a la vez que confirmaron las previsiones del proyecto, nos permite dar los detalles siguientes sobre las operaciones que requería. Lastrados los cajones con 1,50 metros de espesor de hormigón que cubica 13m X 7m X 1 ,50m = 136,50 metros cúbicos, se remolcaban al pie de obra con un calad de 3,40 metros, y se le presentaba en la posición que había de ocupar en el último tercio de la marea descendente, con objeto de que pudiera utilizarse el mayor tiempo posible en las operaciones que requería su asiento y relleno interior, toda vez que era necesario para ello que estuviera al descubierto la parte superior del cajón. Para colocarlo en posición se le ponía en contacto con el cajón anterior y se le alineaba lo mejor posible, y como ínterin estaba a flote se movía más o menos por la acción del mar, se le sujetaba con apare­jos a la obra ya construida, así como también con ayuda del vapor remol­cador, que puesto al costado del cajón y fondeado de proa trabajaba para neutralizar la acción del mar. Se procedía entre tanto a llenar de agua el cajón mediante una bomba centrífuga suspendida en el extremo de la grúa Titán y que estaba movida por el motor eléctrico de ésta, cuya operación se aceleraba abriendo una pequeña compuerta que el cajón tenia, hasta que éste quedase bien asentado sobre la base de escollera, que se enrasaba previamente con una campana de buzo.

COLOCACIÓN DE UN CAJÓN PARA LA FUNDACIÓN DEL ROMPEOLAS

Es de notar, que como por bien que se sujetaba el cajón siempre se movía bastante, no era fácil que, en el momento de quedar varado sobre la escollera se encontrara exactamente alineado en su posición verdadera. Si la diferencia era importante se achicaba el cajón y se corregía de posición, pero de todos modos siempre resultaban pequeñas imperfecciones en la alineación de los cajones que se corregían fácilmente en la superestructura que sobre ellos descansa, gracias a la berma de un metro de anchura que por cada lado tenía. Asentado el cajón se introducían seguidamente en su interior los 12 bloques de 30 metros cúbicos, operación que en su mayor parte se efectuaba en el mismo período de la bajamar en que se había asentado el cajón, procediéndose en la siguiente a introducir los bloques que faltaban y a rellenar los huecos comprendidos entre ellos, así como la ton­gada superior de 0,50 metros, para cuyas operaciones se achicaba previa­mente el cajón para que el hormigón no se lavara. Todos estos trabajos se efectuaban, en su mayor parte, en esta segunda bajamar cuando el tiempo era bueno, procediéndose en la tercera a completar lo que faltaba del relleno y a construir la superestructura de 5 metros de altura que sobre el cajón descansa, que está formada en cada paramento con dos hiladas de dos blo­ques cada una, puestos alternativamente a soga y tizón; y como las dimen­siones de estos bloques son de 4 metros de longitud, 3 de latitud y 2,5 metros de altura, resulta con dos bloques la dimensión misma de 7 me­tros que el cajón tiene transversalmente. El espacio que entre bloques de paramento quedaba, se llenaba con hormigón de fraguado rápido hecho en el sitio mismo, con cuyo objeto se cerraba con un tablero de forma especial el hueco que en el frente dejaban los bloques, sucediendo ordina­riamente, cuando la mar estaba bella, que quedaba terminada en la cuarta marea la superestructura que sobre el cajón descansa, a excepción del parapeto que no se construía hasta que la obra efectuara todos sus asientos. Así pues, cuando el estado del mar lo permitía, se ejecutaban en cuatro bajamares, o sea en dos días próximamente la colocación y relleno de un cajón y la superestructura que sobre él descansa, que cubica un total de 1.004,50 metros cúbicos repartidos del modo siguiente:


   El tiempo que se tardaba en enrasar la escollera con la campana de buzo para asiento del cajón, solía variar entre uno o dos días, así es que cada tres o cuatro días podían hacerse los 7 metros lineales de superestruc­tura que cada cajón comprende, si bien es de advertir que por las altera­ciones que la mar tiene, aun durante el verano, y por los accidentes imprevistos que a veces experimentaban los mecanismos de la grúa y demás aparatos, no siempre se trabajaba con tanta rapidez, sucediendo a veces, que en un mes sólo se construían las superestructuras correspondientes a cuatro cajones, mientras que en otros se llegó a un máximo de nueve cajones.

   Construido un trozo, de la manera que se ha descrito, se prolongaba la vía de la grúa Titán y se colocaba ésta sobre el trozo recién construido para construir el siguiente, y al finalizar cada campaña y antes de retirarse el Titán al origen del rompeolas, se colocaban exteriormente al pie de la superestructura construida los bloques de defensa de 30 metros cúbicos que en el dibujo se indican.

EXTREMIDAD DEL ROMPEOLAS
   El cajón que constituye la base del morro es cilíndrico anular de 25 metros de diámetro exterior y 10 metros de diámetro interior, aunque es de notar que tenía un chaflán de 13 metros de longitud, con objeto de poderlo adaptar bien a los cajones anteriores, que tienen esta misma longitud. La altura del cajón anular de que tratamos, es de 8,50 metros incluso el reborde saliente de 0,50 metros que tiene la pared exterior para penetrar en la es­collera, de modo que la altura verdadera del hueco interior es de 8 metros. La chapa de acero del fondo es de 6 milímetros de espesor, pero está refor­zada con 52 hierros angulares, distribuidos radialmente á igual distancia unos de otros. La pared vertical exterior es de 8 milímetros de espesor y la interior de 6 milímetros, estando también ambas reforzadas con hierros angulares y unidas entre sí y con el fondo del cajón mediante 17 armazones de acero de forma de celosía, cuyas piezas constituyen verdaderas vigas arma­das, dispuestas tanto para arriostrar el conjunto como para resistir, cuando el cajón estaba a flote, el peso de los muros de hormigón adosados a las paredes. Estas armazones están unidas entre sí, tanto en su parte superior como a la mitad de su altura, por fuertes codales de sección de doble T, colo­cados horizontalmente en la circunferencia media del cajón, constituyendo en planta los lados de un polígono regular, salvo en la parte chaflanada donde los codales son paralelos al chaflán. Desde cada uno de los nudos que forman los encuentros de estos codales con los armazones radiales, parten hacia el perímetro exterior, tanto en la parte superior del cajón como a la mitad de su altura, otros codales horizontales enlazados conveniente­mente con la pared exterior, y que en unión de las citadas armazones, divi­den a la circunferencia exterior en partes iguales de 1,55 metros de longitud próximamente, formando de este modo un conjunto muy resistente y perfec­tamente trabado, como era de absoluta necesidad, para resistir a los esfuer­zos a que había de estar sujeto el cajón, ya al lanzarlo al agua, ya estando a flote, por efecto de la presión exterior mientras aumentaba de calado, al fabricar en su interior la tongada de hormigón inferior y las paredes de refuerzo circulares y radiales, ya principalmente al ponerlo en obra, tanto por los golpes de mar que había de recibir cuando se achicaba para relle­narlo, como por los esfuerzos que pudieran desarrollarse en sus paredes, riostras, etc., al no quedar varado con uniformidad sobre la escollera, como era regular sucediera, toda vez que no era posible que aquélla pudiera enra­sarse en un plano perfectamente horizontal, ni mucho menos.

EXTREMIDAD DEL ROMPEOLAS
   Para reforzarlo todavía más, se fabricaron en su interior, estando a flote, como antes se ha indicado, la tongada inferior de hormigón de un metro de espesor, las paredes circulares de refuerzo exterior e interior de 0,60 metros de espesor medio, y las cuatro paredes radiales de igual espe­sor, que dividían el cajón en cuatro compartimientos, que, a la vez que servían de refuerzo, habían de facilitar luego las operaciones de achique del cajón para efectuar el relleno. Todas estas paredes, así como la tongada del fondo, se hicieron de hormigón de cemento de Portland en las propor­ciones de 250 kilogramos de cemento por metro cúbico de hormigón, que formaban una masa muy resistente.

   El peso del acero que entró en la construcción del cajón fue de 156 toneladas próximamente.


El que se subdivide del modo siguiente:


   Que con la adición de 1.833 metros cúbicos de la superestructura cons­truida sobre el cajón hasta el nivel de 7 metros de altura sobre bajamar equinoccial, forman un total general de 5.629,40 metros cúbicos para el volumen del monolito que sin contar la parte superior abovedada y la torre del faro, constituye la cabeza o morro del rompeolas y cuyo peso aproxi­mado, teniendo en cuenta el del hierro, estimamos en 11.500 toneladas.

   Como el sistema de construcción que hemos descrito empezó a em­plearse en el verano de 1895, y han transcurrido muchos años desde enton­ces sin que haya ocurrido la menor avería en la obra construida, es de esperar que no las haya en adelante, con lo cual se habrá acreditado el procedimiento para mares de la violencia del Golfo de Vizcaya. Una de sus principales ventajas estriba en la independencia en que se hallan los trozos de superestructura construidos sobre cada cajón para efectuar sus asientos, pues como no quedan enlazados, unos con otros, pueden descender con entera libertad a medida que se construyen, según la mayor o menor cohe­sión que la escollera tiene. Cuando en lugar de proceder de este modo, se construye un dique a mayor o menor profundidad debajo de bajamar, con bloques aparejados, puestos sin mortero debajo del agua y con mortero encima de ella, se corre el riesgo cuando los bloques inferiores descansan sobre escollera o fondo blando no sólo de que se abra la superestructura, dislocándose toda ella a causa de los asientos, sino también de que la parte de la misma, construida encima de bajamar con mortero, no pueda seguir los movimientos de la parte inferior y quede apoyada a largas distancias sobre la misma, dejando intervalos donde la parte inferior no recibe el peso de la superior, lo cual facilita el que la acción del mar saque de sus sitios a muchos bloques asentados debajo de bajamar y se produzcan averías de consideración, como en varios rompeolas ha sucedido; y si bien para evitar estos inconvenientes se ha recurrido al sistema de bloques inclinados, los elementos que entran a formar cada hilada inclinada son demasiado nume­rosos para que sin desintegrarse el conjunto pueda seguir con uniformidad los movimientos de la escollera, y demasiado pequeños para que durante la construcción puedan soportar, individualmente, los golpes de las olas en mares tan tempestuosos como los de Bilbao, según lo acredita la experien­cia obtenida en la construcción de algunos rompeolas hechos con arreglo a este sistema.

VISTA DEL ROMPEOLAS EN 1908
   Desde que se colocaba un cajón sobre su base de escollera, hasta que se terminaba la superestructura que sobre él descansa, descendía como término medio, 0,20 metros próximamente; pero después con el peso y maniobras de la grúa Titán y con la acción de los temporales durante el invierno, bajaba además 0,40 metros próximamente, pudiendo así estimarse en un total de 0,60 metros lo que cada trozo descendía como término medio; de donde puede inferirse lo que resultaría en otro género de construc­ción que no tuviera la facilidad de asentarse que el sistema que descri­bimos tiene.

   Pasando un invierno, apenas se notaba movimiento alguno en los trozos construidos sobre los cajones, de modo es que desde entonces podía proce­derse a rellenar con hormigón hidráulico las juntas o intervalos compren­didos entre los diversos trozos, que por término medio tenían 0,30 metros de ancho próximamente, aunque para mayor seguridad se dejaba trans­currir dos inviernos sin rellenarlos, después de lo cual se construía el parapeto.

   Para concluir lo que tenemos expuesto sobre la construcción por medio de cajones, réstame observar que, así como en el caso nuestro ha sido suficiente el asentarlos al nivel de 5 metros debajo de bajamar equinoccial, tanto por la protección que a la obra proporciona el basamento exterior, como por lo mucho que se amortiguan las olas al caer en el canalizo inter­medio entre aquél y la superestructura, no sucedería lo propio si careciese de la expresada protección, en cuyo caso habría que asentar los cajones a 8 metros de profundidad cuando menos, respecto a bajamar, para mayor seguridad de la obra.

Contramuelle.

GRÚA “TITAN” DE 60 TONELADAS EMPLEADA EN LA CONSTRUCCIÓN DEL CONTRAMUELLE
En cuanto a la obra del contramuelle, nada de particular ofrece su construcción, pues como por su orientación trabaja la mar en sentido longi­tudinal y el rompeolas le presta además algún abrigo, ha sido suficiente para su cimentación una masa de escollera que llega hasta el nivel de 3 metros (En la proximidad del morro, en 25 metros de longitud va aumentando la profundidad de la cimentación con sacos, hasta llegar a 8 metros debajo de bajamar equinoccial al contacto con el morro.); debajo de bajamar equinoccial y sobre la cual se asienta el basamento de sacos donde descansa la superestructura al nivel de un metro sobre bajamar. La berma exterior va defendida con bloques artificiales de 50 y30 metros cúbicos, aquéllos colocados por medio de embarcaciones y antes de que se construyera la superestructura, y los segundos por medio del Titán y después que aquélla se construía.


   El morro está cimentado sobre un cajón de hierro relleno de hormigón que tiene forma de tronco de cono, de 18 metros de diámetro en su base inferior, 16 metros en la parte superior y 10 metros de altura, incluso el borde inferior, asentado a 8 metros debajo de bajamar equinoccial.

   Esta obra se terminó en la campaña de 1901 y se recibió definitivamente el 22 de Octubre de 1903. De la liquidación aprobada por Real Orden de 4 de Noviembre de 1904, resultó para coste del contramuelle, propiamente dicho, la cantidad de 8.098.570 pesetas y 47 céntimos, en vez de 8.116.764 pesetas y 48 céntimos del presupuesto. Su longitud es de 1.148 metros, de donde resulta un coste por metro lineal de 7.070 pesetas, que representa el 35 por 100 próximamente del coste del metro lineal del rompeolas, de donde puede inferirse la relativa exposición e importancia de una y otra obra.

EXTREMIDAD DEL CONTRAMUELLE
   En la contrata misma de las obras del contramuelle se llevaron a cabo las de acceso al mismo, desde la carretera de Algorta, que importaron 461.535 pesetas y 27 céntimos, y las del muro de defensa de la playa de Las Arenas y camino adyacente, cuyo coste ascendió a 708.526 pesetas y 86 céntimos.

   Sumando estas dos cantidades al importe antes expresado del contra­muelle, resulta un total de 9.268.632 pesetas y 60 céntimos, de la cual hay que deducir la pequeña baja proporcional a la obtenida en la subasta que es de 307 pesetas y 10 céntimos, resultando así para el coste liquido de las obras del contra muelle con las de acceso correspondientes y obras de de­fensa de la playa de Las Arenas, la cantidad liquida de 9.268.325 pesetas y 50 céntimos.

EXTREMIDAD DEL CONTRAMUELLE

   Totalizando este coste con el correspondiente al rompeolas, se tiene el resumen siguiente:

Importe total de las obras del rompeolas y contramue­lle.

Empresa constructora

FAROS DEL ROMPEOLAS Y CONTRAMUELLE
   Los contratistas, tanto del rompeolas como del contramuelle han sido los Sres. Louis Coiseau, Abel Couvreaux y Félix Allard, que han demostrado gran inteligencia y acierto en la organización de los trabajos, tanto en lo que se refiere a la instalación de la maquinaria y medios auxiliares para la fabricación y transporte de los bloques y cajones de hierro, como también en la construcción de las superestructuras del rompeolas y contra muelle. Todas estas instalaciones se describieron en las Memorias anuales que la Junta de Obras del Puerto publica y pueden calificarse como modelo aca­bado de su género, habiéndose aplicado en ellas la electricidad por vez pri­mera para la suspensión, transporte y embarque de los bloques de hasta cien toneladas de peso que en las obras se emplearon, así como también para verificar todos los movimientos de las grúas Titanes de 60 toneladas de potencia que ellos proyectaron y emplearon en la construcción del rom­peolas y contramuelle, y que según noticias son las primeras de su clase movidas eléctricamente.

Obras varias

   Además de las obras que hemos descrito, se han llevado a cabo en el Abra, las de defensa de la costa de Algorta entre el puerto de este nombre y el origen del contra muelle que con su camino adyacente se llevaron a cabo en los años 1898, 1899 Y 1900 por un coste de 220.324 pesetas y 33 cén­timos. Se invirtieron además, en la adquisición y colocación de boyas de amarra, cadenas y muertos, incluso el material de repuesto, 164.633 pesetas y 13 céntimos; en la adquisición y colocación de los aparatos de faros de Portugalete, rompeolas y contramuelle, incluso mueblaje, la cantidad de 55.553 pesetas y 81 céntimos, y por último en la adquisición de boyas luminosas y establecimiento de la fábrica del gas para su alimentación y la de los faros del rompeolas y contra muelle la cantidad de 55.300 pesetas y 28 cén­timos. Sumadas estas partidas con el coste antes expresado del rompeolas, contramuelle, obras de acceso y defensa de la playa de Las Arenas, resulta un total general de 39.241.997 pesetas y 53 céntimos.

MURO DE DEFENSA Y CAMINO DE LA COSTA DE LAS ARENAS
   Con la ejecución de estas obras, se ha formado en el Abra un extenso y seguro puerto de refugio de que tanto se carecía en la costa del Norte de la península y en la del Sudoeste de Francia, dando así satisfacción a una de las mayores aspiraciones que siempre tuvo el comercio de Bilbao.

   En él encuentran abrigo muchos buques durante los temporales de in­vierno, además de la comodidad que ofrece para sus operaciones de carga y descarga por medio de gabarras, a los vapores trasatlánticos de las varias líneas que hacen escala en el puerto exterior desde su construcción.

   Para el desarrollo de este tráfico es de necesidad la construcción de muelles de atraque en el puerto expresado, en comunicación con las líneas férreas de la península cuyo proyecto está sometido a la aprobación Supe­rior y del que nos hemos ocupado en el cuerpo de esta Memoria.

MURO DE DEFENSA DE LA COSTA DE ALGORTA
   La ejecución de estas obras y las complementarias que también necesita la ría para las futuras necesidades del tráfico, serán objeto de la tercera etapa de la gestión de la Junta, que ha dado cima a la segunda, con la ter­minación del puerto exterior.

PUERTO EXTERIOR
Publicado en Bilbao el 15 de Enero de 1906.

Por Evaristo Churruca.



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