sábado, 8 de octubre de 2016

Las obras para la mejora de la ría y puerto de Bilbao. I - 1889

Las obras para la mejora de la ría y puerto de Bilbao.- 1889


I. CONSIDERACIONES GENERALES

Razones que motivan este resumen.

   Al publicarse, hace 8 años, la Memoria del año económico de 1880 a 1881, fue acompañada de un Apéndice que contenía los Anteceden­tes históricos de tas obras de encauzamiento de la ría, tomados  del Capitulo 1.º de la Memoria de nuestro proyecto de mejora de la barra y mitad inferior de la ría, aprobado por Real Orden de 4 de Diciembre de 1879, donde constan todas cuantas noticias pudimos reunir respecto á las obras ejecutadas desde principios del siglo XVI hasta nuestros días, y cuya mayor parte las llevó a efecto el célebre Consulado de Bilbao. 

Allí indicamos, someramente, los resultados que con ellas se obtuvieron, así como los defectos de que adolecían, y dimos cuenta de la constitución de la Junta de Obras del Puerto, verificada en los meses últimos de 1877, que, después de una solución de continuidad de cerca 40 años, venía a ser la sucesora de aquella ilustre Corporación en la ardua tarea de llevar a cabo las muchas obras que la mejora de la barra y ría necesitaba, así como las demás que fueran precisas para formar un puerto que llenara las necesidades del inmenso tráfico que se estaba desarrollando. Dimos a conocer también en dicho Apéndice, los proyectos que la Junta había ya redactado para aquel objeto desde 1878 hasta 1881, y cuyas obras se habían ya subastado, habiéndose dado cuenta, en las Memorias que anualmente publica la Junta, del progreso de las mismas y de los resultados que con ellas se han ido obteniendo, así como de las demás obras que en los años transcurridos desde entonces se han estudiado y emprendido.

   Y ahora que la mayor parte de ellas están terminadas, y próximas a concluirse las pocas que quedan, y que se han obtenido con ellas los resultados que se es­peraban, nos ha parecido oportuno reunir, en este otro Apéndice, los datos dispersos en las diversas Memorias anuales respecto a la marcha de las obras, así como las razones fundamentales que tuvimos en cuenta al pro­yectarlas y que constan en las Memorias de los proyectos respectivos, constituyendo así un resumen descriptivo de las obras proyectadas y ejecutadas por la Junta desde que se constituyó, a fines de 1877, hasta la terminación del año económico de 1888 a 1889, y cuya publicación se halla tanto más justificada, cuanto que con motivo de las trascendentales obras del puerto exterior, se abre desde ahora una nueva era para las obras de este puerto.

Defectos de que adolecía la ría cuando se creó la Junta de Obras del Puerto.

   Los principales defectos de que adolecía la ría en la época en que se constituyó la Junta de Obras del Puerto, eran los siguientes:

ABRA DE LA RÍA DE BILBAO,
COPIA DE UNA PINTURA EXISTENTE EN LAS OFICINAS DE LA JUNTA DE OBRAS DE BILBAO
1.º Movilidad y escasa profundidad de la barra, que en general no pasaba de 1 metro respecto a bajamar equinoccial, por lo cual, y por las inflexiones que con frecuencia tenía el cauce al través de ella, resultaba que, aun en las pleamares de aguas vivas, no se aventuraban a cruzarla los bu­ques que calaban más de 4 metros, o sean 13 pies ingleses próximamente, y aun estos tenían que esperar con frecuencia muchas semanas para salir, como sucedió, entre otros casos, desde Noviembre de 1875 hasta Febrero de 1876, en que permanecieron, sin poder salir, todos los buques surtos en la ría, a causa de las alteraciones producidas por los temporales en los bancos de la barra.

2.º La violenta curva de Elorrieta situada en la parte media de la ría, y por donde sólo podían pasar con seguridad los buques de pequeña eslora, y la vuelta de Axpe donde se hallaba el peligroso bajo de roca llamado “El Fraile.”

3.º Los altos fondos llamados “Churros,” que ocupaban una extensión de ría de 1 kilómetro entre Bilbao y Olaveaga, compuestos de una masa de cantos rodados, que se elevaban más de 1 metro, por término medio, sobre el nivel de bajamar, por efecto de los cuales sólo podían llegar a los muelles de Bilbao, en pleamares vivas, los buques cuyo calado no llegaba a 3 me­tros, o sean 10 píes ingleses, teniendo que reducirse a 1,80 metros, o sea a 6 pies ingleses, en pleamares muertas. A causa de este obstáculo, se veían obliga­dos a fondear en Olaveaga, a distancia de 4 a 6 kilómetros de Bilbao la mayor parte de los buques que conducían carga, transbordándose allí a ga­barras, que venían a la sirga hasta los muelles de esta villa, con un grava­men por tonelada desde 1,23 pesetas a 1,75, según el género de mercancía, sucediendo lo propio a las mercancías de exportación que se llevaban desde Bilbao hasta allí, de todo lo cual resultaba para el comercio de Bilbao un perjuicio de más de 250.000 pesetas anuales.

4.° Falta de profundidad en casi toda la ría y extensas playas que en sus márgenes se descubrían a bajamar, todo lo cual daba lugar a frecuentes varadas, para cuya evitación era preciso un dragado general de aquélla.

5.° Carencia de boyas de amarra, lo que originaba gran confusión en los fondeaderos y frecuentes averías por choques de los buques entre sí.

Proyectos redactados para mejora de la ría y barra.

   Antes de proceder a la ejecución de las obras de mejora que la ría ne­cesitaba, era preciso redactar los proyectos correspondientes y someterlos a la aprobación del Gobierno, siendo de advertir, que si bien la obra que más urgencia reclamaba era la que tuviera por objeto la mejora de la barra, como quiera que en la época en que tomé posesión de mi cargo, que fue en 10 de Diciembre de 1877, no podían emprenderse los sondeos y exploracio­nes de la barra, ni tampoco el sondeo del Abra, causa de los malos tiempos que reinan en esa estación, procedimos, para utilizar el tiempo, a tomar los datos necesarios para formalizar el proyecto de reforma de la vuelta de Elorrieta, que era uno de los principales obstáculos existentes para la na­vegación hasta Bilbao, y cuya desaparición era la obra que la Superioridad había declarado más urgente en el interior de la ría. Este proyecto quedó terminado en 31 de Marzo de 1878, fue aprobado por R. O. de 2 de Julio y se subastaron las obras el día 12 de Agosto.

VISTA ANTIGUA DE LA RÍA ENTRE LUCHANA Y
EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO. SIGLO XVIII.
   En el mes de Mayo del mismo año dimos principio al levantamiento del plano del Abra y desembocadura de la ría, a los sondeos correspondientes y a las exploraciones del subsuelo de la barra para reconocer su estructura geológica. Se estudió, a la vez, el régimen de las corrientes, mareas y alu­viones, tanto en el Abra como en la ría, y se continuó el plano y sondeos de ésta hasta la vuelta de Elorrieta, con cuyos datos se redactó el proyecto de mejora de la barra y mitad inferior de la ría, que se terminó en Agosto de 1879 y fue aprobado por el Gobierno por Real Orden de 4 de Diciembre del mismo año, subastándose las obras en el mes de Marzo de 1880. Estas eran las más urgentes que la ría necesitaba, pues los cinco ferro­carriles mineros afluyen a la mitad inferior de la ría, y en ella se efectúa el principal tráfico del puerto, por cuyo motivo y porque los recursos de la Junta del puerto eran entonces muy escasos, no se comprendieron en este mismo proyecto las obras de mejora de la mitad superior. Pero habiendo empezado a crecer notablemente el tráfico de minerales desde principios de 1880 y aumentado en análoga proporción los recursos de la Junta, se empren­dieron también los estudios de mejora de la mitad superior de la ría, que se terminaron en Octubre del mismo año y fueron aprobados por Real Orden en 14 de Febrero de 1881, subastándose las obras en 31 de Marzo.

   Luego se estudiaron y aprobaron sucesivamente los proyectos de otras obras complementarias, tales como la estación electro-semafórica de la punta de la Galea, dragado de la dársena de Axpe, establecimiento de boyas de amarra, alumbrado eléctrico en los cinco kilómetros inferiores de la ría para facilitar la entrada y salida de los buques en las mareas de la noche, grúas y tinglados en los muelles de Bilbao, etc., todos cuyos proyectos se llevaron enseguida al terreno de la práctica y están ahora terminadas sus obras correspondientes, a excepción de algunos detalles y obras secun­darias.

Puerto de re­fugio exterior.

   Satisfechas con la ejecución de estas obras, y especialmente con los resultados obtenidos en la mejora de la barra, las necesidades más apre­miantes del Comercio, se pensó, por último, en la creación en el Abra de un puerto exterior de refugio, que sirviera a la vez para quitar las rompientes que se forman en la barra, cuyo paso se hace peligroso durante los malos tiempos. Al redactarse el proyecto de mejora de la barra antes expresado, se había demostrado la necesidad de construir un rompeolas exterior para quitar de ella las rompientes, pero el gran coste de semejante obra y los escasos recursos que la Junta de obras disponía, le hicieron desistir de ella, con tanto mayor motivo, cuanto que su realización exigía muchos años, y que era de urgente necesidad mejorar el paso de la barra en el tiempo más breve posible y con los pocos recursos que entonces se dispo­nía. Así, pues, se aplazó el estudio definitivo de esta importante obra, cuyo proyecto se formalizó en el año de 1886 y principios de 1887, habiendo sido aprobado por el Gobierno su parte fundamental por Real Orden de 29 de     Junio de 1888 y subastadas sus obras en 16 de Octubre del mismo año.

   En las consideraciones que a continuación vamos a exponer, nos pro­ponemos describir ligeramente las obras a que se ha hecho referencia y las circunstancias fundamentales que hemos tenido en cuenta al proyectarlas, pero antes creemos necesario dar una idea del régimen de la ría, tanto bajo el punto de vista fluvial como marítimo.

LA RÍA EN EL SIGLO XVII
COPIA DE UNA PINTURA EXISTENTE EN LAS OFICINAS  DE LA JUNTA DE OBRAS DEL PUERTO DE BILBAO
II. CONSIDERACIONES SOBRE EL RÉGIMEN FLUVIAL Y MARITIMO DE LA RÍA DE BILBAO

Régimen fluvial.

   El río Nervión, cuya región marítima forma lo que se llama ría de Bilbao, tiene su origen cerca de la ciudad de Orduña y al pie de la cordillera Cantábrica, que sirve de divisoria entre las aguas que vierten al Océano y Mediterráneo; recibe, en su curso hasta Bilbao, varios afluentes, entre los que merecen citarse el río de Orozco y más principalmente el de Durango, que rivaliza en importancia con el Nervión, afluyendo además a él, entre Bilbao y la desembocadura, el importante rio Cadagua y los pequeños ríos Azúa y Galindo. La superficie total de la cuenca hidrográfica del Nervión y sus afluentes puede estimarse en 1.900 kilómetros cuadrados próximamente.

   El carácter del río Nervión, en la mayor parte de su trayecto, es el de un cauce torrencial. A partir de su origen, al pie de la montaña, y en 1.161 metros de longitud desciende 245 metros, o sea con una pendiente media de 0,1518m por metro; en los 30 kilómetros siguientes, la pendiente media es 0,0087m  por metro, y en los 27 kilómetros restantes, hasta llegar al puente del Arenal de Bilbao, se reduce la pendiente media a 0,0038m, siendo prác­ticamente horizontal la superficie del agua, en bajamar y durante el estiaje del río, en los 13 kilómetros comprendidos entre este puente y la desembo­cadura. La longitud total del río, con las muchas curvas que tiene, viene a ser de 71.700 metros.

ANTIGÜOS MUELLES DE LA RIBERA Y LA MERCED
   La cantidad de agua que lleva el Nervión en su estiaje al pasar por Bilbao, apenas llega a 4 metros cúbicos por segundo, pero en avenidas extraordinarias ha llegado a medir, en el máximum, el importante volumen de 1.600 metros cúbicos por segundo, aunque es de advertir que, como estas avenidas duran pocas horas, resulta de los aforos practicados durante todos los meses del año, que el caudal medio que el río lleva al mar es próxima­mente de 17 metros cúbicos por segundo. Agregando a este volumen los caudales medios anuales que arrastran el Cadagua, Azúa y Galindo, que desembocan entre Bilbao y el mar, y cuyo total puede estimarse en 8 metros cúbicos, resulta que el término medio del volumen fluvial que llega a la desembocadura es próximamente 25 metros cúbicos por segundo. Este volu­men de agua es, como se ve, muy insignificante bajo el punto de vista de la navegación por el cauce de la ría, que sólo puede sostenerse por la influen­cia de las mareas.

Mareas.

   La amplitud de las mareas, o sea la diferencia de nivel entre la bajamar y pleamar consecutiva, varía entre 1,24m, que es el mínimo en mareas muer­tas, y 4,60m, que es el máximo en mareas equinocciales, siendo el término medio de las amplitudes de todas las mareas del año, 2,76m.

   Tomando como plano de comparación el nivel de las bajamares equinoc­ciales, resultan las siguientes alturas, de las observaciones hechas en la desembocadura de la ría.

         Nivel de bajamar equinoccial. ……………………………………………. 0,00m.
         Nivel medio de todas las bajamares del año. ……………………. 0,82m.
         Nivel más alto de las bajamares de mareas muertas. ……… 1,58m.
         Nivel mínimo de las pleamares muertas. ………………………….. 2,70m.
         Nivel medio de todas las pleamares del año. ……………………. 3,58m.
         Nivel de la pleamar equinoccial máxima. ………………………….. 4,60m.

   Las alturas anteriores están referidas a la bajamar equinoccial de 27 de Septiembre de 1878, que tomamos como plano de comparación, aunque de­bemos advertir que, en los equinoccios de primavera, ha llegado a bajar la marea 0,20m por debajo de dicho plano, pero en cambio suben menos las pleamares correspondientes.

   Es de observar también que, cuando coincide un fuerte temporal del N. O. con mareas vivas, ha habido caso en que el nivel de la pleamar ha pasado de 5 metros de altura, como sucedió en 21 de Octubre de 1882, por más que el coeficiente de la marea era de 1,10m, con el cual, en circunstan­cias normales, solo hubiera subido a la altura de 4,30m.

   El nivel de la pleamar se eleva, aunque poco, a medida que se interna en la ría, acentuándose esta elevación en las mareas vivas.

   En la pleamar equinoccial de 27 de Septiembre de 1878, y estando el rio casi en estiaje, encontramos el nivel del agua en Bilbao 0,28m más alto que en la desembocadura, pero con los trabajos de encauzamiento y dragados efectuados posteriormente, llegan a elevarse en Bilbao las mareas muy vivas hasta 0,50m sobre el nivel correspondiente a la desembocadura.

   En el estado en que se hallaba la ría en 1878, el nivel del agua en baja­mar de aguas muertas, era prácticamente horizontal desde la desembocadura hasta Bilbao, pero no sucedía lo propio en mareas vivas, a causa de los altos fondos llamados “Churros”, que empezaban a 3 kilómetros agua abajo de la villa, en virtud de los cuales el nivel del agua en estos tres kilóme­tros, quedaba, en mareas equinocciales, de 0,90 a 1 metro más alto que el nivel del agua en los 10 kilómetros inferiores, habiendo en el intermedio de uno a otro tramo un rápido de unos 100 metros de longitud. Con los encauzamientos y dragados que la Junta del puerto ha efectuado luego, han desaparecido esos altos fondos, de modo que el nivel actual de la ría en bajamar, y en el estiaje del río, es prácticamente horizontal, sea en mareas muertas como en mareas vivas.

   Medido el volumen de agua que entra en la ría desde la bajamar hasta la pleamar, en una marea media, no pasa de 8 millones de metros cúbicos, llegando a 12 millones de metros cúbicos en mareas equinocciales. Cuando se compara esta cantidad con los 693 millones de metros cúbicos que, según Vauthier, entran en el estuario del Sena, al Este del Havre, en mareas vivas, y con los 2.447 millones de metros cúbicos que entran en el estuario del Gironde, se puede comprender la insignificante importancia del estuario del Nervión, con tanto mayor motivo, cuanto que hay análogas diferencias entre los caudales fluviales de aquellos ríos y éste, y son también mucho mayores las amplitudes de las mareas en las embocaduras de aquellos ríos, y muy particularmente en el Sena, donde la diferencia de nivel entre bajamar y pleamar llega a 8,30m en mareas equinocciales. Aun en el río Adour es mucho mayor el caudal fluvial y el volumen de agua que entra con la marea, que se hace sentir' hasta el puente de Dax, o sea, a 66 kilómetros de la embocadura, mientras que las mayores mareas del Nervión alcanzan a 15 kilómetros solamente.

   Por estos datos puede juzgarse la pequeña importancia relativa de la fuerza de arrastre de las corrientes fluvial y de las mareas del Nervión para combatir a los aluviones que se depositan en el cauce y más principalmente en la barra, que, como en casi todos los ríos, tiende a formarse en la des­embocadura por efecto de la acción del mar, por cuyo motivo era preciso sacar todo el partido posible de estas fuerzas de arrastre para profundizar el paso de la barra, estudiando bien las condiciones de su régimen.

VISTA ANTIGÜA DEL PUENTE DE SAN ANTÓN DESDE ACHURI
Aluviones.

   Los aluviones que llegan a la región marítima del Nervión proceden, ya de los que acarrean las corrientes fluviales de dicho río y sus afluentes, ya de los que aporta la corriente del flujo de la marea. Dada la gran pendiente del lecho del Nervión, parece a primera vista, que debiera acarrear una gran masa de aluviones, pero debido, sin duda, a que toda su cuenca hidro­gráfica está muy poblada de arbolado, y a que hay en toda la longitud del río multitud de presas de fábricas y molinos, que moderan su fuerza de arrastre, deteniendo muchos aluviones en los remansos de ellas, es el hecho que en las circunstancias ordinarias del río, es insignificante la cantidad de aluviones que acarrea, no siendo tampoco de extraordinaria importancia el volumen que arrastran las avenidas, según se comprueba por el hecho de que las condiciones que para la navegación tenía en 1880 el trozo de 3 kilómetros de longitud agua abajo, y a partir de Bilbao, donde se depositan gran parte de los aluviones de las avenidas, diferían poco de las que resul­tan de la descripción que se hace de la ría en un documento que se con­serva del año 1630, siendo así que en los pasados tiempos no se hacían otras limpias que las necesarias para quitar los troncos de árboles y la parte culminante de los bancos de grava que las avenidas dejaban en el cauce, que se extraía para lastre de los buques.

   Las avenidas del rio Nervión acarrean cantos rodados, grava, arena, y légamos arcillosos. Los cantos, grava y arena gruesa, se depositan en el cauce al través de Bilbao y hasta 3 kilómetros más abajo de la villa; llega también alguna arena gruesa a distancias de 6 kilómetros de Bilbao, pero en adelante sólo se deposita arena fina y más principalmente los légamos arci­llosos que el agua lleva en suspensión. El rio Cadagua que desemboca a 7 kilómetros de Bilbao deposita también cantos rodados, grava y arena cerca de su desembocadura, pero en adelante, mezcladas sus aguas con las del Nervión, no depositan más que légamos arcillosos. Una gran parte de estos légamos, procedentes de ambos ríos y del Azúa y Galindo, que desembocan poco más abajo del Cadagua, se precipitan en las tranquilas aguas de la mitad inferior de la ría, especialmente a las horas que sube la marea, de modo que cuando las avenidas del rio llegan a la desembocadura en el mar, si bien están muy turbias las aguas, sólo llevan en suspensión légamos arcillosos muy tenues. El oleaje del mar, que reina casi siempre en la barra y playas del Abra, no permite que se precipiten allí estos légamos, que marchan arrastrados por la corriente a depositarse en el Abra y fuera de ella. Los sondeos del Abra demuestran, en efecto, que dichos légamos empiezan a depositarse a partir de la curva de nivel de 6 metros de profun­didad respecto a bajamar equinoccial.

No hemos podido precisar la cantidad de cantos rodados, grava y arena que las avenidas depositan anualmente en el cauce, pero no debe ser muy grande por las razones antes dichas. En cuanto a los légamos arcillosos que la corriente fluvial lleva en suspensión, los hemos apreciado en un máximo de 37.000 metros cúbicos anuales, cuyos elementos más pesados se precipi­tan en la mitad inferior de la ría. (En esta parte de la ría y especialmente en los 2 kilómetros contiguos á la emboca­dura, entra con el flujo de la marea bastante arena, procedente en su mayor parte de la playa de Las Arenas, según diremos oportunamente.) Y no debe ser muy grande el volumen que se deposita en el Abra, cuando de la comparación de los sondeos deta­llados efectuados en ella en 1789, 1866 Y 1878 no resulta diferencia alguna sensible, lo que demuestra que estos légamos que llegan hasta el Abra nece­sitan mucho tiempo para precipitarse, y que las corrientes de marea los llevan fuera de ella en su mayor parte, aunque es de advertir también que en los grandes temporales se ponen en suspensión algunos aluviones del fondo del Abra, que las corrientes los llevan a alta mar.

   Analizados los légamos que en una avenida extraordinaria del Nervión iban en suspensión por Bilbao, dieron el siguiente resultado:

Sílice. ……………………………………. 52,30
Alúmina. ……………….………………. 23,10
Carbonato de cal. ……..…………. 13,70
Óxido de hierro. …………………….  6,90
Agua. ……………………………..……..  4,00
------------------------------------------
Total. ………………………….………. 100,00

   Este análisis demuestra el carácter arcilloso de estos légamos, que se diferencian notablemente de la composición química de las arenas que for­man los bancos de la barra y playas del Abra. Examinadas a simple vista estas arenas, se ve que se hallan formadas de una mezcla de detritus de conchas y menudos granos de sílice, resultando del análisis hecho de las arenas de la playa de Portugalete contiguas a los bancos de la barra el siguiente resultado:

Sílice libre. ……………………………… 33,10
Carbonato de cal. ………………….. 59,00
Arcilla. …………………………..…………. 5,40
Agua. ……………………………………….. 2,50
-------------------------------------------
Total. ………………………..…………… 100,00

   La gran cantidad de carbonato de cal de este análisis da a comprender la importancia de los detritus de conchas que entran a formar estas arenas, que constituyen más de la mitad del peso total y mucha mayor parte en el volumen, a causa de la menor densidad de estos detritus respecto a los granos de sílice. La pequeña cantidad de arcilla es indudablemente de origen fluvial.

RUINAS DE SAN AGUSTÍN Y ANTUGÜOS MUELLES DE LA SENDEJA
   Otro análisis hecho con arenas de la playa de Las Arenas a mayor dis­tancia de la embocadura del rio, acusan 48'40 por 100 de sílice libre y 47'50 de carbonato de cal y 2'40 de arcilla, procediendo la diferencia entre éste y el anterior análisis, de que en la costa Oriental del Abra hay una importante masa de rocas areniscas, cuya denudación influye sin duda alguna en aumentar la parte proporcional de sílice en la playa de Las Arenas. Sobre esta masa de formación arenisca, se halla edificada la parte principal de la población de Algorta, y al pie de ella hay otra playa donde el elemento silí­ceo es todavía más importante; y debemos advertir, por último, que entre la punta de San Ignacio y la costa de la punta de la Galea, que forma la extremidad oriental del Abra, se halla la pequeña playa de Arrígunaga, que está exclusivamente formada de granos de cuarzo de hasta 2 y 3 milímetros de lado, que proceden de la denudación de algunas capas muy silíceas de las rocas calcáreo silíceas de la Galea, no estando mezclados apenas con detritus de conchas, porque en aquella parte tan batida de la costa se crían muy pocos moluscos, y las olas arrastran sus ligeros detritus. Tampoco se depositan allí los elementos calizos de aquellas rocas, porque son muy blandos y se convierten en légamos impalpables, que las corrientes los arrastran fuera de allí.

De los hechos que dejamos referidos y de otros deducidos de los análi­sis químicos y examen microscópico de las arenas de diferentes playas de puertos de esta costa, situados a barlovento y sotavento del Abra de Bilbao, y de la estructura geológica de la costa, hemos deducido que las arenas que se encuentran en la barra de esta ría y en las playas del Abra son de origen marítimo local, teniendo en ellas poca influencia los aluviones fluviales y mucho menos los acarreos de arena que puedan aportar de fuera del Abra las corrientes marítimas. Y no puede menos de ser esto último, si se observa que toda esta costa es muy acantilada y que próximo a ella hay grandes profundidades, hasta el punto de haberse hallado 3.600 metros de profundidad a 25 millas de distancia del Abra de Bilbao, en los trabajos de colocación del cable desde Bilbao a Inglaterra.

   La cantidad de estos aluviones marítimos que anualmente puedan for­marse en el Abra o llegar a ella, debe ser muy pequeña, pues no se nota avance alguno de las playas al comparar la forma actual de éstas con la que tenían el año 1732, de cuya época se conserva un plano de la parte infe­rior de la ría y perímetro del Abra, debiendo advertir, por el contrario, que la playa de Las Arenas avanzaba más en aquella época en su extremo oriental. Por otra parte, si las corrientes marítimas acarrearan arenas al Abra, éstas se depositarían principalmente en la parte más profunda de ella, observándose, por el contrario, que allí no se encuentran más que léga­mos arcillosos procedentes en su mayor parte de los acarreos fluviales del Nervión, y que forman un excelente tenedero para las anclas.


   No obstante lo que dejamos expuesto respecto al régimen casi perma­nente que se ha establecido en las profundidades del Abra y configuración de sus playas, cuyas arenas empezaron sin duda a depositarse en el período cuaternario, sometidas como se hallan dichas playas a la incesante acción de las rompientes de las olas, que las ponen en suspensión, y ti las corrien­tes que en el flujo de la marea las arrastran hacia la embocadura e inferior de la ría, es el caso que sus arenas y muy especialmente las de la gran playa llamada de “Las Arenas”, situada al Este de la desembocadura, son la causa fundamental de los bancos que en ésta se forman, pero antes de des­cribir el régimen de la desembocadura, preciso es que digamos algo res­pecto a los vientos, marejadas y corrientes.

Vientos y ma­rejadas.

   Los vientos dominantes en esta costa son los del 4.º cuadrante y en es­pecial los comprendidos entre el O. N. O. y el N. O. Ellos son los que en­gendran las tempestades más terribles, que, libres de obstáculos, recorren el largo trayecto comprendido entre las costas septentrionales de América y el continente Europeo. Los vientos del Norte recalan con menos frecuen­cia, y las marejadas que producen son de mucha menor intensidad. Los comprendidos entre el Norte y el Este son vientos bonancibles, que reinan principalmente en el verano; y en cuanto a los de la banda del Sur, o sean los del 2.º o 3.º cuadrante, si bien soplan con fuerza en el otoño y también en la primavera, no engendran marejadas, a causa de venir de tierra.

Corrientes.

   Respecto a las corrientes debemos observar, que a consecuencia sin duda de hallarse el Abra de Bilbao en el fondo de la gran ensenada com­prendida entre los cabos Quejo y Machichaco, y en situación muy interior respecto a la línea general de las costas de las provincias de Santander y Vizcaya, no se hace sentir en el Abra la corriente litoral que pasa a algunas millas de distancia de los cabos más salientes de la costa; de modo que las únicas corrientes que en el Abra se notan son las debidas al flujo y reflujo de la marea.

IMAGEN TOMADA DEL BLOG “MEMORIAS DE GETXO”.
http://getxosarri.blogspot.com.es/
   La ondulación de la marea ascendente entra en el Abra en la dirección del N. O. al S. E., produciendo una corriente cuya velocidad no pasa en el Abra de 0,50m por segundo, o sea una milla marina por hora próximamente. Parte de ella entra directamente con la embocadura de la ría, acelerando notablemente su velocidad al entrar en ella, pero el resto va primero en dirección de las playas situadas a uno y otro lado de aquella, transformándose cerca de ellas en corrientes paralelas a dichas playas y en dirección a la embocadura de la ría, a donde arrastran gran cantidad de arenas de las que remueven y ponen en suspensión las rompientes de las olas. Este efecto se produce principalmente a lo largo de la playa de Las Arenas, for­mándose, con la arena que de ella arrastran, un banco en la extremidad del muelle correspondiente. Las expresadas corrientes, directa y transver­sales, forman entre los muelles de la embocadura una sola corriente, cuya velocidad en mareas vivas ordinarias es de 1,56m por segundo en el máximo, que corresponde a 3 millas marinas por hora. Al descender la marea es algo mayor esta corriente, pues en la misma marea dio por resultado 1,65m por segundo en el máximo.

   En las grandes mareas equinocciales llega a 1,85m por segundo la velocidad máxima de la vaciante de la marea, pero en cambio en las mareas muertas, sólo alcanza a 0,77m por segundo.

   Las observaciones que preceden se hicieron en 1878, antes de empren­der las obras de mejora que la Junta del puerto ha llevado a cabo, siendo de notar que las cifras que hemos consignado corresponden al filete de mayor velocidad de la corriente y al período de la marea en que la velocidad es máxima, que corresponde próximamente a la mitad de su carrera. Comparando estas velocidades con las de 20 a 30 kilómetros por hora, o sea 5,55m á 8,32m por segundo, que toma el flujo de la marea al entrar en la parte encauzada del rio Sena, se ve que son de muy poca importancia relativa las corrientes de marea en la embocadura del Nervión, por más que ha aumen­tado algo en intensidad con las obras que luego se han ejecutado.

III. RÉGIMEN DE LA EMBOCADURA DE LA RÍA,
Y OBRAS QUE DE SU ESTUDIO SE DEDUJERON PARA MEJORARLA.

Régimen de los bancos de la embocadura de la ría.

   La barra de esta ría era, como en general sucede, un resultado de la acción de las olas sobre los aluviones del fondo, que así como en las playas los eleva formando con ellos el cordón litoral, tiende también amontonarlos en la embocadura de la ría, en toda la altura que es compatible con el desagüe de la vaciante de la marea y avenidas del río. Y es esto tan evidente; cuanto que los bancos que se hallan en la embocadura de esta ría están for­mados de arena de origen marítimo y no de aluviones fluviales, que por ser muy tenues los que llegan a la desembocadura, la agitación del mar impide que se depositen en ella.

   Pero además de la causa que dejamos indicada, las corrientes que en la desembocadura se establecen a la subida y bajada de la marea, jugaban un papel muy importante en la formación de los bancos de la barra. En efecto, a la subida de la marea se establece, según antes se ha dicho, una corriente paralela a la playa de Las Arenas, que arrastra hacia la embocadura las arenas que las rompientes de las olas ponen en suspensión. De estas arenas se depositaban muchas, y aun ahora se depositan bastantes, a continuación y al costado interior del muelle de Las Arenas, formando un banco que invadía el cauce en mayor o menor anchura, mientras que el resto de aqué­llas entraba en el interior de la ría, depositándose, ya en la ensenada de Sestao, ya en el cauce de la ría, sin remontar más de 3 kilómetros de la embocadura. La corriente que se establece a la vacilante de la marea, volvía a llevar gran parte de estas arenas a los bancos de la embocadura, acentuándose este efecto en los días de mareas vivas, las que tendían a mermar el banco antes expresado, que se formaba a continuación y adosado al muelle de Las Arenas. En el estado que tenía la ría (y del cual nos estamos ocu­pando,) antes que se hicieran las obras ejecutadas como resultado de nues­tros estudios, tenía este banco de arena grandes fluctuaciones en longitud, ancho y altura que ahora se han reducido notablemente. Llegaba a veces, en longitud, a internarse en la ría hasta la distancia de 580 metros de la extremidad de dicho muelle, mientras que otras veces desaparecía de tal modo, que quedaban a descubierto las escolleras de los cimientos del mue­lle. En latitud, avanzaba en el cauce hasta la distancia de 70 metros del paramento del muelle de Las Arenas, reduciéndose entonces a 90 metros, medidos a nivel de bajamar equinoccial, el ancho del cauce, puesto que el ancho total que allí tiene la ría es de 160 metros. Respecto a la altura, lle­gaba a elevarse, junto al paramento interior del muelle de Las Arenas, hasta 4 metros sobre bajamar equinoccial, aunque por lo general solía tener poco más de 2 metros.


   Los arrastres de arena de la corriente paralela a la playa de Las Arenas, que se acentúan mucho durante los grandes temporales del Invierno, soca­vaban dicha playa, manteniendo mucha arena en suspensión, que la expre­sada corriente arrastraba en mayor cantidad que de ordinario, contribu­yendo a aumentar las dimensiones del banco de la extremidad del muelle de Las Arenas. Si en la primavera, como frecuentemente sucede, reinaban fuertes vientos del S. O., minaban este banco, tanto por su efecto directo en bajamar, como por la trapisonda o pequeño oleaje que en la embocadura produce, y las arenas que removían eran arrastradas por la vaciante a los bancos de la barra. Si con estos vientos concurría una avenida, el efecto era más eficaz, hasta el punto de arrastrar todo o la mayor parte del banco, resultando, si la avenida no era grande, que se depositaban en la barra los aluviones arrastrados, disminuyendo su profundidad, pero si la avenida era de importancia, las llevaba hasta el glacis exterior de la barra, sin per­judicar á la profundidad de la canal.

   Las marejadas del N. O., que son las dominantes, tendían a su vez a llevar hacia la playa de Las Arenas los aluviones que las olas, al romper sobre los bancos de la barra, ponían en suspensión, de manera que dichos aluviones andaban en constante movimiento, describiendo la siguiente cerrada órbita:
1.º Caminaban de la playa de Las Arenas hacia el interior de la ría, llevados por la corriente, paralela a aquélla, que a la subida de la marea se establece, depositándose muchas arenas en el banco adosado al muelle de Las Arenas y marchando las restantes, ya a la ensenada de Sestao, ya a depositarse en el cauce hasta 3 kilómetros de distancia de la emboca­dura.
2.º La fuerza de la vaciante de la marea arrastraba gran parte de estas arenas hacia los bancos de la barra, contribuyendo al propio objeto las avenidas fluviales; e influían también en mermar el banco expresado, los vientos del S. O.
3.º Las marejadas del N. O. tendían siempre a socavar los bancos de la barra y llevar sus arenas hacia la playa de Las Arenas.

   De modo es, que después de las diversas alteraciones que experimenta­ban la playa de Las Arenas y los bancos de la embocadura y los de la barra, venían por fin, y al cabo de cierto tiempo, a quedar como antes estaban, esto es, que no experimentaban más que oscilaciones alrededor de cierta posición de equilibrio, sin aumentar ni disminuir definitivamente en una cantidad apreciable. Hay, no obstante, que advertir, que las arenas que se depositaban en la ensenada de Sestao, se quedaban allí en su mayor parte, porque estando dicha ensenada fuera del cauce de la ría, la vaciante influía muy poco en ellas.

Tendencia general de la desembocadu­ra de los ríos en la costa Cantábrica.

   Expuesto lo que antecede respecto al régimen que tenían los bancos de la desembocadura, debemos observar que es un hecho constante en todos los ríos de esta costa, que sus desembocaduras tienden siempre a arrimarse al lado occidental de la abertura de la costa donde desembocan, y por con­siguiente, que los depósitos de arena que constituyen las playas contiguas están principalmente al Este de la desembocadura, cuyo fenómeno es una consecuencia natural de la dirección general de Oeste á Este que la costa tiene y de la dirección N. O. de los vientos y mareas dominantes. En efecto, al desembocar las corrientes fluviales en el mar, tienden a marchar por donde menos resistencia encuentran a su paso, porque en esta costa es la parte occi­dental de dichas aberturas o abras, a causa del mayor o menor abrigo que, respecto a vientos y marejadas, les proporciona la costa correspondiente, a cuya razón hay que añadir que el oleaje del N. O. tiende a amontonar los aluviones hacia el S. E. Así es que el Nervión siempre ha tenido su desembo­cadura al pie de la costa de Portugalete, mientras que en la parte opuesta se extendía la gran playa de Las Arenas y las dunas que los vientos formaban.

Obras cons­truidas en la desembocadura de la ría durante los pasados siglos y efectos que produjeron.

PLANO DE LOS PROYECTOS DE LOS MUELLES DE PORTUGALETE Y LAS ARENAS EN 1738
   Desde principios del siglo XVI, en que se empezaron a ejecutar algunas obras para mejora de la desembocadura, se emprendió la construcción del muelle del lado de Portugalete para rectificar el curso de las aguas, evitando los peligros que ofrecían a la navegación los arrecifes que salían de la costa correspondiente, a la que se arrimaba siempre la corriente, y para obligar a ésta a que pudiera abrirse paso en dirección rectilínea, al través de los bancos de la barra. Posteriormente, y para evitar que las arenas movedizas de las dunas que existían en la margen derecha invadieran la canal, se emprendió la construcción del muelle de la margen derecha, que daba por resultado el avance de la playa correspondiente, por cuya razón, y por no haber prolongado bastante el muelle de la izquierda, fueron poco eficaces los resultados obtenidos, pues a la terminación de los muelles tendía nue­vamente la corriente a arrimarse a la costa comprendida entre Portugalete y Santurce, formando un canal sinuoso y de peligrosa navegación. Los muelles construidos sólo servían, por lo tanto, para ayudar a las avenidas del río y a la corriente descendente de las grandes mareas a abrir, al través de la barra, un cauce más rectilíneo y en dirección de dichos muelles, y si bien es verdad que esto se conseguía, y aun también a veces se formaba un canal en dirección al Norte, volvía a cerrarse pronto por la acción de las marejadas, y la canal se inclinaba, otra vez, hacia las peñas de la costa comprendida entre Portugalete y Santurce, resultando con frecuencia que la corriente del río se dividía en dos brazos, uno arrimado a la costa y otro en dirección al N. O. o N., siendo el primero de mayor profundidad que el segundo, pero de más difícil navegación. Así está figurado en un plano levantado en 1730, y así sucedía también hasta hace pocos arios; resultando muchas veces que la profundidad de la canal de la barra se reducía de tal modo, que sólo había 0,60m respecto al nivel de bajamar equinoccial. En el invierno de 1875 a 1876, se puso la barra en tan malas condiciones, que, por espacio de 3 meses y medio, estuvieron sin salir todos los buques fondeados en la ría, a pesar de que los mayores no calaban más de 13 pies ingleses. En el verano de 1878, cuando levantamos el plano de la desembocadura, se hallaba ésta en condiciones excepcionalmente buenas, pues había desaparecido el canal contiguo a la costa, quedando sólo el otro muy bien orien­tado, a cuya existencia contribuía la gran navegación de vapores que enton­ces había, los que con sus hélices removían el fondo, facilitando los arrastres de la corriente, la profundidad mínima del talweg en la barra respecto a bajamar equinoccial era 1,14m. En el invierno de 1878 á 1879 volvió a incli­narse algo hacia la costa de Santurce, pero en dirección bastante rectilínea, sucediendo también, durante muchos días, que se formaban dos canales, uno inclinado al O. N. O. y otro al N., con un gran banco intermedio, que impedía bastante la navegación.

   En la época en que empezamos el estudio del puerto, la desembocadura de la ría se hallaba limitada por dos muelles de mampostería insumergibles reconstruidas en gran parte durante el presente siglo, ligeramente diver­gentes hacia el mar y en dirección próxima al N. O. El de la margen izquierda se prolongaba 114 metros más que el de la derecha, y el ancho del cauce comprendido entre la extremidad de este muelle último y el para­mento del otro era 160 metros. En prolongación del muelle de la izquierda había enterrada en la arena una antigua escollera de 180 metros de longitud, existiendo también en la margen derecha, pero algo separada del muelle correspondiente, otra antigua escollera de unos 600 metros de longitud, al nivel mismo de la playa, y que se construyó a mediados del siglo XVII. El talweg de la corriente entre muelles se inclinaba del lado del muelle de Portugalete, y a la terminación de éste había en 1878 una pozada con más de 5 metros de profundidad en bajamar equinoccial. Esta profundidad, disminuía rápidamente, en términos, que, a los 200 metros de distancia de la extremidad de dicho muelle, la profundidad máxima del talweg sólo era de 3 metros, y, a 150 metros más adelante, quedaba reducido a 2 metros. Aquí puede decirse que empezaba la parte culminante de la barra, donde la pro­fundidad del talweg se reducía entonces á 1,14m, volviendo luego a aumentar hacia el mar. La distancia de las curvas de nivel de 2,00m de profundidad antes y después de pasar la cumbre de la barra, era de 310 metros próxi­mamente siendo de 480 metros la distancia comprendida entre las curvas de nivel de 3 metros de profundidad antes y después de la cumbre de la barra.

   El talweg de la canal, a la salida de los muelles, se hallaba constante­mente arrimado a la margen izquierda, continuando en igual forma en adelante, aunque desvaneciéndose gradualmente hasta llegar a la barra, en la cual la línea del fondo era casi horizontal.

PLANO DE LA PARTE INFERIOR DE LA RÍA DE 1732
Conveniencia de prolongar el muelle de la margen izquierda.

   De los hechos que dejamos referidos, y de otros muchos que, respecto al régimen de los bancos de arena y efectos que en ellos produjeron las obras antiguas, detallamos en la Memoria correspondiente al proyecto de mejora de la barra, dedujimos que para abrir al través de ella un cauce per­manente, era preciso favorecer esa natural tendencia de la corriente, pro­longando para tal objeto el muelle de la margen izquierda, hasta pasar los bancos de la barra, según una línea ligeramente curva que volviera su concavidad hacia el cauce, habiendo adoptado esta forma con preferencia a la recta por las siguientes razones:
1.ª Para cambiar gradualmente; y sin necesidad de ángulos que produjeran reflexiones en las corrientes, la direc­ción que tenía el muelle de Portugalete, que convenía dirigirla más hacia el Norte.
2.ª Porque la concavidad de la curva había de favorecer a la natural tendencia de la corriente a ir arrimada a la margen izquierda, en virtud de lo cual se obtendría, cerca del muelle proyectado, mayor profundidad que con una dirección rectilínea.
3.ª Porque no obstante el gran radio de la curva que convenía adoptar para no dificultar la entrada de los buques, la canal quedaría más protegida de las marejadas del N. O., lo cual no sólo era con­veniente para los buques, sino también para conservación de la profundidad del cauce.
4.ª Porque dada la forma curva del proyectado cauce, saldría la corriente, a la terminación del muelle, conservando cierta tendencia a mar­char en dirección hacia el N. ó N. E., o sea hacia la derecha de la desembo­cadura, lo cual era necesario para impedir que la extremidad del banco de arena que se formara en la margen derecha, se prolongara al través del cauce.

   Deducíamos también, que era natural que en la parte opuesta del cauce que se formase arrimado al muelle que se proyectaba, se prolongase para­lelamente el banco de arena que ya existía allí, pero que el efecto de éste se reduciría a encauzar y estrechar algo la canal que se abriera al través de la barra; de manera que el encauzamiento por la margen derecha se haría por la naturaleza misma, con sólo construir, por el lado izquierdo, el muelle proyectado. En cuanto al espacio comprendido entre el nuevo muelle y la costa comprendida entre Portugalete y Santurce, manifestábamos en nues­tra Memoria, que si bien se elevaría seguramente el nivel de la parte supe­rior de la playa que en dicho espacio existía, porque el oleaje socavaría la parte sumergida de la playa y acumularía sus productos en la parte supe­rior de aquel espacio cerrado, opinábamos que este mismo oleaje impediría que se formasen depósitos de arena en toda la parte de la playa sumergida correspondientes a los 200 metros últimos del muelle, y que por lo tanto no se formarían, en aquel espacio, bancos de arena cuya prolongación ten­diera a doblar la punta del nuevo muelle y a cerrar el cauce que con la construcción de éste se abriera al través de la barra.

   La profundidad que con la construcción de esta obra esperábamos que se obtendría en la canal de la barra, era de unos 3,50m respecto a bajamar equinoccial, con la cual se lograrían grandes ventajas para la navegación, puesto que en las pleamares más muertas habría 20 pies ingleses de agua y podrían salir buques de 3.000 toneladas de carga, abaratándose notable­mente el precio de los fletes, que entonces eran muy elevados, a conse­cuencia del pequeño tonelaje de los buques que a esta ría venían y de que la mayor parte de ellos no podían salir sino en mareas vivas, de lo cual re­sultaban muchos gastos de estadías, especialmente en invierno, porque los temporales coincidían frecuentemente con las aguas vivas y los buques que­daban encerrados durante semanas, y aun meses enteros, dentro de la ría.

El radio de la curva que para el muelle adoptamos es de 3.000 metros, no habiéndonos decidido a adoptar otro menor, para evitar que los buques se atravesaran a las olas al entrar en el puerto, lo cual hubiese sido peligroso.

   En cuanto a la margen derecha, dedujimos de nuestro estudio, que la prolongación del muelle sería perjudicial, porque, al abrigo de él, y en virtud de la corriente trasversal de la marea, avanzaría allí la playa corres­pondiente, a expensas de las arenas de la parte Este de la playa de Las Arenas, según sucedió cuando se construyó en los pasados siglos el trozo que ahora existe y escollera que sigue a continuación; de modo que, al cabo de poco tiempo, es probable que fuera perjudicial a la embocadura. Por otra parte el oleaje que en la embocadura de la ría chocara en el muelle de la derecha, caso de que éste se prolongara, iría a reflejarse hacia el de la izquierda, formándose así gran marejada entre ambos muelles, que se trasmitiría al interior de la ría, mientras que dejando dicho muelle conforme estaba, el oleaje que rebasara la extremidad del que se proyectaba en pro­longación del de la izquierda, iría a estrellarse en la playa de Las Arenas y parte sumergida de ella, sin producir efectos de reflexión perjudiciales a la canal de entrada.


Subsuelo de la barra.

   Convencidos, por las razones expuestas, de la conveniencia de prolongar el muelle de la izquierda en la forma que dejamos indicado, para ahondar la barra, era natural que antes de proponer esta solución adquiriésemos pleno convencimiento de que en el subsuelo de la barra no se encontraría la roca hasta la profundidad que prudencialmente pudiera ahondar la corriente. No eran tranquilizadoras las noticias que sobre el particular corrían, pues se decía que en una sonda hecha el año 1848, se había encon­trado la roca a menos de 3 metros de profundidad debajo de bajamar, y se añadía, que había dado análogos resultados otro sondeo hecho el año 1862. Verdad es, que la estratificación, casi vertical y paralela a la desemboca­dura, de las rocas de formación cretácea de la costa comprendida entre Portugalete y Santurce, no daba indicios de confirmar los asertos anterio­res, pero había la circunstancia de existir en aquélla un pequeño apunta­miento volcánico de ofita en sentido perpendicular a los estratos cretáceos, que podía reaparecer a una pequeña profundidad en el subsuelo de la barra, confirmando las noticias anteriores. Por este motivo, fue preciso hacer un minucioso sondeo de toda la barra, haciendo en ella y en sus inmediaciones 106 taladros, que, aunque llegaron a la profundidad de 8 metros debajo de bajamar equinoccial, ninguno de ellos llegó a la roca en la barra propia­mente dicha. Es verdad que antes de llegar á ella se encontró la roca dentro del cauce, a unos 5 metros de profundidad respecto a bajamar equinoccial y no lejos de la traza del muelle proyectado, pero esto no podía ser obs­táculo a la realización de la obra que proponíamos, pues no era probable que con ella se ahondara tanto el cauce, debiendo advertir, además, que aún abrigábamos la duda de si lo que parecía roca con la sonda no fueran restos de algún antiguo naufragio.

   Los terrenos atravesados con la sonda en la barra fueron siempre alu­viones. En la parte superior, y en unos tres metros de altura, se encontraba arena limpia y muy suelta, pero más abajo se la encontraba mezclada con arcilla, en cantidad creciente con la profundidad, la cual debía proceder de la que la corriente fluvial depositó allí en tiempos antiguos, cuando la barra estaba algo más interior y había allí 7 u 8 metros de profundidad de agua.

Conveniencia de construir un rompeolas y razones por las que no se proyecto.

   Bien comprendíamos que, aunque se obtuvieran todos los resultados que esperábamos con la prolongación del muelle de la margen izquierda, no quedaba resuelto todavía el problema de este puerto, por cuanto que por mucho que se profundizara el paso de la barra, siempre había de ser peli­groso el tránsito de los buques en días de temporal, por las grandes rom­pientes que en la embocadura habría, lo mismo que entonces sucedía, pero para evitar este grave inconveniente y resolver el problema radicalmente, había que construir un gran rompeolas, cuyo coste lo estimábamos en más de 20 millones de pesetas, enorme suma para los escasos recursos que la Junta del Puerto disponía en 1878. Así es que, dejando esta cuestión para más adelante, era preciso, por de pronto, que se atendiera a mejorar la barra con los recursos disponibles y con la mayor brevedad posible, según lo exigían los grandes intereses creados en la ría con los ferrocarriles mi­neros y los grandes perjuicios que el comercio experimentaba con el deplo­rable estado de la barra y ría.

Publicado en Bilbao el 5 de Julio de 1889.

Por Evaristo de Churruca





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