domingo, 12 de abril de 2015

Las Minas de Somorrostro. II - 1882

LAS MINAS DE SOMORROSTRO. II - 1882

Costa de Vizcaya, vista desde Saltacaballos.- 1874
    En las sinuosidades dé las peñas de la playa se esconden Santurce, El Campillo, Las Cuartas, Xebilles y Ciérvana hasta la avanzada punta de Luzuero, que con la de la Galea, coronada por el faro, forma la ancha boca del abra, de cerca de 5 kilómetros de extensión. Domina a la punta de Luzuero el monte Montano, cónico y elevado, aunque no tanto como el famoso Serántes, que se alza imponente y pelado, con su fortaleza nueva en la cumbre, entre Ciérvana y Portugalete, dando extraordinaria fantasía y carácter a aquel admirable paisaje, y que desde el mar y la tierra sirve de gigantesca atalaya amiga, indicadora del celebrado puerto, en que hoy alienta uno de los focos de riqueza más poderosos de nuestro siglo y de toda la historia.

Somorrostro 1874
   Por ser lo primero que recorre el curioso al acudir á Bilbao para visitar la región minera, he indicado
el aspecto que ofrece su afamada ría, y, una vez vista, el ánimo se siente impulsado a contemplar más de cerca la rica montaña de Triano. Trasladémonos a la inmediata carretera que va de Castro a la capital de Vizcaya, en uno de sus puntos más elevados, en las estribaciones del otro lado del Serántes, a San Pedro Abanto, por ejemplo. Desde aquellos lugares, tristemente famosos, inmortalizados en la última guerra civil y en los que yacen tantos hermanos, víctimas de la lucha que sostiene el pasado con el presente, veamos la curiosa perspectiva que ofrece la montaña de las minas, que ocupa el fondo del cuadro desde los bajos del horizonte donde está Somorrostro, al Noroeste, hasta las lejanas colinas de Bilbao, que dibujan al Sur sus múltiples picos.

   Al pié del observador pasa la carretera entre San Pedro y Santa Juliana, el sitio tan disputado durante los combates, y en primer término, sobre la verde colina de Castilzarro se eleva, airoso y elegante, el hospital minero de Vista-alegre, por lo hondo de cuya vega, siguiendo el curso de los arroyos y arrimándose a las minas, se extiende la sinuosa línea del ferro-carril de Galdames, que sube á la estación de Pucheta, colocada sobre aislados peñascos de caliza llena de fósiles, en medio de frondosa verdura, al pié de un animado cargadero de mineral, y dominando a la mina Carolina, cuyas rojas y extensas escombreras, que caen sobre el profundo barrio de aquel nombre se destacan entre la masa del oscuro arbolado de robles y castaños, formando contraste con el verde amarillento de las lozanas viñas de chacolí, que cubren algunas laderas.  Las escombreras y el ferro-carril se pierden hacia la derecha detrás de los peñascos de La Calera, mientras la carretera avanza por el límite de la colina cruzando el precioso barrio de Las Carreras, frente á las casas de Murrieta, hasta las hondonadas del pié del Montano, donde se distinguen San Martin de Somorrostro y la imponente ruina de la torre del insigne Lope García de Salazar.

Somorrostro: Catillo de Muñatones
Sobre esta primera línea, y ya en las faldas de Triano, se descubre el animado teatro de las minas. A la izquierda del paisaje, encima del hospital, se ven a lo lejos, la silueta cortada de la mina Concha  donde la Sociedad Franco-Belga tiene sus famosos planos del Cadegal; por la ladera inmediata y más cercana bajan hacia los grandes depósitos de Ortuella, ocultos en la hondonada, cuatro diversos tranvías aéreos, cuyos numerosos y altos caballetes de madera se determinan perfectamente sobre lo oscuro del fondo; en las pertenencias de la mina Manuelita se alza el populoso y animado barrio de Gallarta, verdadera capital de la comarca explotada, formado ayer mismo, con su esbelta iglesia, su creciente caserío, sus cargaderos de las minas Cesar y Ser, sus tres líneas férreas y sus tranvías aéreos; á su lado se notan los desmontes colosales de la gran mina San Miguel y los de la Begoña, los puntos donde se trabajan las llamadas Catalina, San Bernabé y Diana, por delante de las cuales se mueven los trenes del ferro-carril de Alonso, y en torno á cuyas labores se alza el gran barrio de El Campillo,  recién creado, como el de Gallarta y como el de La Barga, que apenas se alcanza a distinguir allá en la silueta de la montaña, a la cabeza de los grupos de las minas más altas de la vertiente que termina en Las Conchas.

   Sobre la línea de la estación de Pucheta se ven las labores de San Fermín, Justa y Trinidad, con sus planos inclinados, y a mayor altura, detrás, la subida de Triano con sus minas, y en su oscuro perfil, los cortados peñascos, más lejanos aún, de Matamoros, donde están las grandes canteras de La Orconera.

   Aquella altura que cierra el fondo por el Sudoeste, es la cumbre ó campa de Triano, ocupada por las pertenencias de la mina Carmen y otras, sobre el cerro más próximo de El Cotarro, y cuyo perfil prolongan hacia Somorrostro las elevadas crestas de Moruecos, con sus frondosas arboledas de robles en la falda. Los altos de Triano están pelados; no tienen árboles, y sólo cubren la extensión total de su superficie , en todo lo que no está abierto al laboreo de minas, los heléchos, las argomas y los brezos. El observador puede distinguir con sus anteojos de viaje el gran movimiento que se agita en aquellas laderas, y á simple vista observa también sin cesar el rápido movimiento de múltiples trenes, vacíos ó cargados, que cruzan la superficie del terreno á diversas alturas. «Toda aquella montaña es de hierro», decían los antiguos; y sin embargo de ser esa afirmación bastante exagerada, bien puede asegurarse que hay en ella mucho más mineral del que á primera impresión se ve y se calcula. Cuanto queda apuntado, visto desde el frente de las minas de Triano, no es, ni con mucho, la tercera parte del terreno que toda la región minera comprende. 

   Al contemplar este cuadro, acuden á la mente estas preguntas : ¿Cómo se formaron los criaderos de hierro? ¿Qué riqueza tiene el mineral? ¿Cómo están distribuidas y cómo se trabajan las minas? ¿Quién utiliza el hierro? ¿Qué porvenir tiene esta industria?. Cuestiones son todas a las que trataré de responder del mejor modo posible en los breves capítulos siguientes. Este trabajo de divulgación científica, escrito en obsequio á los distinguidos lectores de LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA, es el resultado de una reciente visita hecha á las afamadas minas de Vizcaya.

   El curioso que desee conocer más especiales detalles, de diversas clases, datos nuevos y viejos, aunque  escasos éstos, referentes á Somorrostro, busque, ya inéditos ó impresos, en archivos y bibliotecas, los trabajos siguientes:
Garibay, Crónica de España;
Henao, Antigüedades de Cantabria;
Pedro Mejía, Grandezas de España;
G. Bravnio, Urbium prcecipuarum theatrum mundi;
Villarreal de Berriz, Máquinas de molinos y ferrerias;
P. Respaldiza, Mecanismo del Cepotegui;
Bowles, Introduccion á la Historia Natural de España;
Elhuyar, Estado de las minas de Somorrosíro;
Echanove (D. F.), Mejora de la fabricación del hierro;
Amar de la Torre, Minas de Somorrosíro;
Heros, Descripción de Balmaseda;
Conde de Villafranca, Observaciones geológicas sobre el país vascongado español (en alemán); D'Archiac, Sur la craie de l’Espagne (Hist. Des prog. De la geol., vol. V);
Schulz, Relación calificada de las minas de Cantabria;
Collette. Reconocimiento geológico del Señorío de Vizcava;
Verneuil, Del terreno cretáceo en España;
Verneuil, Collomb y Triger, Note sur uneparíic du pais basque espagnol;
Delmas (D. J.), Guia histórico-descriptiva de Vizcaya;
Goenaga, Estado de la industria minera en Vizcaya;
Mañé y Flaquer, El Oasis;
E. Bourson , Les Mines de Somorrosíro;
Adán de Yarza, Apuntes geológicos acerca del criadero de hierro de Somorrostro;
W. Gill (M. Inst. C. E.), The iron ore district of Bilbao;
Lazúrtegui y Larrea, Practical guide to the port of Bilbao;
Czyszklovski, Exploration gcologique de la región Bilbao-Somorrosíro;
M. Bourson, Plan general et detaillr des mines de Bilbao;
Marco Martínez, Plano general de las minas de las inmediaciones de Bilbao;
F. B. de Urúburu, Plano de las minas y vías de trasporte de la zona minera de Vizcaya,
y además el Boletín de la Comisión del Mapa Geológico, el Boletin de la Societé Geologique de France, y la curiosa colección de diarios de Bilbao: el Irurac-Bat, El Noticiero Bilbaíno, El Porvenir, El Noríe, La Union Vasco-Navarra, y algún otro, pues que todos ellos, celosos de los intereses del país, han tratado a menudo con gran ilustración y claro criterio las cuestiones que más directamente se relacionan con la vida de esta poderosa industria nacional.

Origen de los criaderos.- Clases de mineral.- Composición quimica.- División y situación de las minas.
Montes de Galdames - 1874

    Los criaderos llamados propiamente de Somorrosíro constituyen el núcleo o centro de la región ferrífera, y están rodeados hasta considerable distancia por otros valles y montes, que contienen también minas de hierro, de inferior calidad al parecer, pero de gran extensión superficial, y que reciben los nombres de las jurisdicciones municipales en que radican. Así se sabe que hay minas en explotación, o denunciadas, en los términos de Arrigorriaga, San Miguel de Basauri, Bilbao, Baracaldo, Güeñes, Somorrostro y Galdames, que comprenden una superficie de 20 kilómetros de longitud por seis a ocho de anchura, situadas, casi en totalidad, desde Bilbao, a la izquierda y a muy corta distancia de la vía, y cuyo eje está orientado en la dirección NO.-SE.

   De las principales minas que en tan amplio espacio existen, se han extraído : en los tiempos antiguos, incalculables cantidades de mineral fácilmente fusible ó vena; en el año pasado, dos millones ochocientas mil toneladas de toda clase de mineral; en los cuatro últimos años se han exportado siete millones ciento ochenta y ocho mil seiscientas noventa y seis toneladas, y, según el cálculo verificado por los ingenieros españoles, hace ya algún tiempo, sólo de la zona de Somorrostro, con sus criaderos de Matamoros y Triano, podrán extraerse aún ciento sesenta millones de toneladas.

Cargadero y plano inclinado de “La Orconera”
  Una pregunta muy natural ocurre al observador al encontrarse en presencia de tan extensa comarca metalizada y de tan positiva cantidad de mineral acumulado; es ésta : ¿Cómo se formó aquí tan colosal depósito de hierro?. No es ciencia muy vulgarizada aún la Geología, para que puedan ser comprendidas sus enseñanzas por la generalidad de los lectores que se dedican á los estudios amenos de las descripciones de las grandes obras y empresas, que hoy preocupan al espíritu humano, y muy difícil es, por cierto, prescindir de su tecnicismo para responder á esa pregunta; pero resumiendo en las menos palabras posibles cuanto debe entenderse respecto á la formación del suelo de las minas en cuestión, y tomando la historia de la constitución de la tierra desde su principio, recuérdese :

Que nuestro planeta, como todos los demás, fue en su primera fase una masa gaseosa en estado incandescente, condensada después y reducida de volumen y al estado líquido por un enfriamiento, cuya causa se desconoce. En este estado adquirió la forma esferoidal de los cuerpos en rotación, y presentó el aspecto de un mar inflamado, sin riberas ni límites. Aumentó el enfriamiento y empezó á constituirse la costra sólida, en forma de escorias y de cristales, rodeada de una atmósfera de gases luminosos y encendidos, cual hoy aparece el sol. También nuestra tierra fué, en efecto, sol con luz propia, que se apagó un día, como se apagará el que nos alumbra y anima.

Plano de minas y vías de transporte de la Zona Minera de Vizcaya. F. Baltasar de Urúburu.. 1880
   Al enfriamiento siguió la formación de las primeras rocas, el granito y las sustancias cristalinas, y la caída de inmensos diluvios, de colosales lluvias a elevada temperatura, producidas por la condensación de los vapores, que atacando y disgregando esas rocas , constituyeron en el fondo de los caldeados mares grandes depósitos de arenas y arcillas y de brillantes y satinados esquistos ó pizarras. La vida era imposible entonces, aun en su expresión más rudimentaria, por el grado de calor en que estaban las rocas, los mares y el ambiente. Realizado el primer período de solidificación de la superficie del globo, llamado azoico ó sin vida, se sucedieron después, sin cesar y al través de miles y miles de años (según Lyell, W.Thomson, Arago, Bischof, Mantell, Beaumont y otros geólogos ilustres), continuadas fases de calma y de movimiento, de evolución y de revolución, producidas por la constante lucha entre la resistencia de los materiales sólidos que se iban acumulando, y el impulso de la fuerza expansiva, que la gran temperatura interior daba á los fluidos contenidos debajo de aquéllos.

Región ferrífera de Bilbao. S. Czyszkowski, 1876 (MTIBlog)
  Estas fases aparecieron, por el orden siguiente, al surgir de entre las aguas los territorios que van indicados, y al desarrollarse sobre su superficie ó en los mares inmediatos los seres vivos respectivos, gran parte de ellos extinguidos ya, y cuyos restos fósiles determinan perfectamente las diversas épocas geológicas. Constituida una formación, venía después el momento crítico de la revolución á alterar, levantar y romper sus yacimientos, á trastornar sus condiciones  de vida y á hacer surgir nuevos elementos de constitución y configuración de la tierra, formándose, al fin, en ella ese intrincado relieve, tan vario en su esencia como en su figura, y en el cual sería imposible fijar y clasificar las épocas y la sucesión de muchos terrenos, si no contuvieran éstos sus respectivos fósiles, que son, como se ha dicho tantas veces, verdaderas medallas conmemorativas o naturales inscripciones, en las que el geólogo experto sabe leer la genealogía de las diversas comarcas de la tierra. Los períodos geológicos y las épocas, pisos ó tramos en que se dividen, llevan nombres deducidos generalmente de los países en que primeramente se estudiaron, cuyas denominaciones han de ser sustituidas, sin duda, por otras más racionales, sencillas y científicas, en cuanto la Geología, ayudada por los estudios micrográficos de las rocas, salga del período de laboriosa investigación en que hoy se encuentra.

Costa de Vizcaya: Vista desde Saltacaballos - 1926
RICARDO BECERRO DE BENGOA

Publicado el 8 de Diciembre de 1882 en la revista:

LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA

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