jueves, 30 de julio de 2015

Los Hombres de Bilbao.- 1916

Los Hombres de Bilbao.- 1916

   Al terminar la guerra civil, los hombres que habían de rehacer y exaltar la villa de Bilbao y Vizcaya emprendieron el camino de  la vida. Marchaban “por el sendero obscuro que se extendía ante ellos y que les llevaba a donde ellos querían que les llevase”, como el varón esforzado de Walt Witman.

D. Víctor Chavarri.
   En veinticinco años, 1875-1900, los Chávarri, Ibarra, Echevarrieta, Gandarias, Martínez Rivas, Aznar, Bergé, dan a su pueblo magnitudes inusitadas en nuestros países, de civilización lenta y poco familiarizada con semejantes milagros. Y más interesante aún, enriquecen la vida española con un tipo  nuevo de los más fuertes que se produjo en el siglo XIX y quizá el más XIX de todos: el del burgués capitalista.

   Ahora que Sorel deplora la extinción del burgués de la raza de los jefes audaces que habían hecho la grandeza de la industria, hay que reivindicar para esta casta a los hombres de Bilbao en el último tercio del siglo pasado.

   Eran capitalistas que, como quería Sorel, se acercaban al tipo guerrero, miraban como una vergüenza la timidez y se alababan de pensar en sus intereses de clase.

   Tal vez el plan guizotiano de la Restauración y la Regencia se realice en Vizcaya mejor que en ninguna otra parte de España. La Restauración resulta aquí una cosa vital, y la burguesía vizcaína es el instrumento feliz de su obra. El momento frenético que ha pasado deja cansancio de ideologías violentas. El régimen da, y no es poco, paz y arancel.

D. José Mª de las Rivas.
   Falta casi por completo la literatura. Discretamente se ha eclipsado, ahogada en aquel vértigo de acción. En los periódicos de la época florece una prosa redonda, salpicada de planos y de perfiles longitudinales. Muchos párrafos suelen concluir evocando “la prosperidad pública” y “el fomento de la actividad industrial del país. Son instancias, proyectos, planes de mejora. Pero de esta prosa discutible y puramente complementaria ha salido y lo que es hoy la vida española: Bilbao. Paz y Arancel. Estos capitalistas de lucha son gubernamentales. Impera el guizotíanismo del régimen.

   Don Práxedes Mateo Sagasta hace entradas triunfales en el “Laurak-bat”. Desde Biarritz, Cánovas atalaya a los ricos de Bilbao y los busca para su obra de consolidación. Nombres obscuros que llevan calles de Bilbao, nos hablan de ministros que ponían primeras piedras y quillas. Los obreros del hierro alumbran con antorchas la ría negra que atraviesan una noche la Regente y el Rey niño...

D. Pedro de Gandarias.
   Alzóla, Churruca, los ingenieros de su tiempo, son nombres llenos de gloria civil. Florecían en el momento de esplendor de su estado-apogeo de la ciencia positiva, novela naturalista, grandes exposiciones, era de victoria, Lesseps, antes del Barón y de Herz, cuando la Emperatriz había inaugurado el canal.

   Hoy todo esto ha palidecido. Está bien. Pero aquellas figuras, un poco frías y como recortadas de ingenieros, llenas sin embargo de fuego interior que arde en vidas fecundas, merecen bien de su pueblo, como se hubiera dicho entonces.

   Unos y otros, los fuertes y empíricos, y los técnicos, reedificaron Bilbao y Vizcaya. Sus nombres no tienen la opacidad que, un poco convencionalmente tal vez, ha recubierto los otros españoles del misino período. Su obra vive, y no hay por qué arrepentirse de ella. Lo que se ha llamado desastre no ha hecho vacilar la fe de Bilbao. Los cruceros se fueron a pique; pero Bilbao no los había construido para pelear con acorazados cien veces superiores, de naciones cien veces más poderosas.

   Los cruceros estaban bien hechos. El acero era excelente. Y el mineral continuaba siendo inmejorable. Bilbao no había fracasado ni tenía porqué sumarse a los coros de desesperanza que se cantaban aquellos días en España.

El Conde de Zubiria.
   Había que continuar, mejorando. Los días cambiaban, y los hombres que engrandecieron Bilbao  eran demasiado avisados para no apercibirse. Sombras inquietas pasan sobre Vizcaya: Sabino Arana, el de Abando; los hombres de trabajo, persistentes en su clamor, fuertes y organizados. Brillan los espejuelos de D. Miguel de Unamuno. Y ellos desaparecen serenamente, fuertes en gloria y en ejemplaridad.

   Habían arribado en un May-flowerr ideal un poco agresivo. Los mayorazgos y los comerciantes casi aristocráticos que regían el Bilbao de la Arcadia foral, tuvieron que ceder a este empuje nuevo. Con ellos se hundieron muchas cosas buenas y bellas. Todavía un mayorazgo, Ángel Allendesalazar, brilla lleno de inteligencia y patriotismo en estos días vertiginosos. Hay que pasar con dolor sobre lo inevitable
.
   Con la historia de Bilbao y sus hombres del 75 al 900 se podía hacer un manual confortablemente impreso y que formará parte de una de esas series que se editan para enseñar la energía. No habría inconveniente en que allí apareciese Bilbao entre Duserdolf Fiume, por ejemplo, o entre dos ciudades americanas. Pero provisionalmente nada más, y para esos fines docentes. Bilbao no es una  ciudad improvisada, de vida en perpetuo intento de soldadura, de elementos recién acogidos. Bilbao tiene una naturaleza en que definirse y afirmarse.

D. Cosme Echevarrieta.
   Así, en estos creadores de su fuerza moderna, ve continuadores, aceleradores, y les asigna la gloria clásica que a los hombres de continuidad reserva la Historia.

   No olvida que han pasado bastantes siglos sin que falte en ningún puerto de Europa hierro con la marca de Bilbao.

   Una lista de bilbaínos de hoy… Sota, Gandarias, Echevarrieta, Ibarra, Echevarria, Zubiria, Aznar, Chávarri, Gorbeña, Aresti, Revilla... Otros muchos se pueden añadir, gentes todas de dirección y esfuerzo.

   De estos contemporáneos, y precisamente por serlo, se impone una gran medida y graves reservas en el elogio. Y un número como este de LA ESFERA es una gran coral, un himno, y requiere tono heroico poco compatible con la proximidad. Carlyle no encontraba a Odín en Igeretxe oyendo a los titanes, ni a Cromwel en las reuniones de fuerzas vivas. Dejemos, pues, ahora, lo heroico.

D. Bernabé Larrinaga.
   Basta decir hoy: que Bilbao no ha detenido su progreso, que, al contrario, una mayor fuerza ideal parece empujarle cada día. Y recordar quiénes dirigen el Bilbao actual.

   Y un poco más: excluir a estos directores de ciertos grandes defectos, forma la más moderada del elogio. Ninguno de estos hombres, diremos, es capaz de acto o palabra esencialmente funambulesco.
Por ejemplo: ninguno de ellos podría deciros en serio que Vizcaya, por su adelanto, es ya una provincia de Europa. Agradezcamos este decoro fundamental.

   Los hombres directores de Bilbao se encuentran a la villa entrando en el período “de curiosidad o  deseo de saber cosas nuevas y de amor a la belleza». En iniciación florentina empiezan a prestar el apoyo y el ambiente que requiere al cultivo de las disciplinas intelectuales y de las artes.

   Han conocido estos hombres el mundo en sus más sugestivos aspectos. Y no se han sumado al cosmopolitismo fácil que les tentaba. Han vuelto a los escritorios y a la labor – comprometiendo sus rentas tranquilas en duras empresas industriales - y han borrado pronto los últimos recuerdos banales incompatibles con una buena villa comercial.

   Le insinuaba Boswel al doctor Johnson sus temores de perder el encanto de Londres, residiendo siempre en la capital. Temía cansarse de Londres. “No encontrará usted hombre, a poco inteligente que sea - le respondió Johnson - que esté dispuesto a abandonar Londres. No, sir, cuando un hombre se ha cansado de Londres, se ha cansado de la vida, porque tiene Londres todo lo que la vida puede ofreceros.”

   De la villa “fuerte y ansiosa”, que es Bilbao, sus hombres, vencido el rubor local y el natural que cuesta decir ciertas cosas, no están muy lejos de creer lo que el gran polígrafo y gran bebedor pensaba del Londres de fines del siglo XVIII.


Publicado el 12 de Agosto de 1.916

Por José F. de Lequerica en

LA ESFERA.


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