El problema de las relaciones del Puerto de Bilbao con América.-
1916
Velero
subiendo la ría de Bilbao.
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No hay emporio marítimo en Europa que no cuide, con amor, de su
intercambio mercantil allende el Atlántico; sin hablar de Londres, Amberes, Hamburgo,
Liverpool, sostenedores de un enorme tráfico americano, los puertos de segunda
categoría, El Havre, Burdeos, Marsella, Génova, Trieste, entre otros, cultivan
un intenso comercio de ese linaje, base fundamental de su vida económica.
Nada
hacía presagiar el año 1300 -cuando otros centros marítimos de la Península
extendían su tráfico por todos los puertos conocidos- que la Villa, en esa
fecha fundada por D. Diego López de Haro, iba a eclipsar, pocos siglos después,
en volumen de comercio marítimo, a todos los puertos de Iberia.
Ya
desde sus comienzos mostró Bilbao su espíritu expansivo. El ambiente que le
rodeaba no era para otra cosa. Por toda la costa cantábrica resonaba, desde
tiempo inmemorial, el martilleo de los constructores de naves, y a partir de
remotas edades, ora mediante la pesca de la ballena, ora en trajinación de
mercaderías, habían, los barcos de Vizcaya y de Guipúzcoa, extendido sus relaciones
hasta el Norte de Europa, donde la depurada civilización de los Países Bajos irradiaba
comercio, industria y mentalidad, particularmente desde aquellas ciudades, relicarios
de arte, que se llamaban Iprés, Giante, Brujas, Amberes.
Así
llega la villa a la plenitud de su primer periodo, y deseosa de consagrar su
poder económico, solicita y obtiene Carla Real, que el 22 de Junio de 1511, desde Sevilla, da existencia a la Casa
de Contratac¡ón juzgado de los hombres de negocios de mar y tierra Universidad
de Bilbao.
Y como
en Vizcaya, dominando la embocadura del Nervión, se hallaba aquel collado que, cerca
de dos mil años antes, llamara Plinio Monte Maravilloso, como existían,
en otros lugares del Señorío, masas considerables de minas ferruginosas, tocó a
nuestra región tomar parte activísima en la edificación de la Europa moderna,
esa Europa que ha vuelto a crear el Nuevo Hemisferio, haciéndole colosalmente productivo,
al conjuro del carril de acero y de la locomotora.
Por ese
camino llegaba la bonanza al Señorío, donde 220 millones de toneladas de menas ferruginosas, de clase
superior, aguardaban en 1870 el “fiat lux”. Así, entre 1875 y 1900, arrojaban sus
montanas 100 millones de toneladas de esos ricos minerales, de los que recibía
el extranjero 90 millones, y consumían las factorías locales 10
millones, produciendo éstas anualmente, 300.000 toneladas de metal.
Y en
medio de esa fiebre de crecimiento, bajo la previsora iniciativa de sus mejores
hombres, la sabia dirección técnica del ingeniero don Evaristo de Churruca, hoy
conde de Motrico, y por el concurso material, principalmente, de los elementos
mineros y de navegación, se perfecciona el defectuosísimo antiguo centro
marítimo y se construye el magnífico puerto exterior, que liga directamente a Bilbao
con América.
La
humildísima puebla, nacida con la aurora del siglo XIV, villa de poco más de 6.000
habitantes en los mejores días de ese período y de la siguiente centuria;
limitada a 8.000 habitantes al comenzar el siglo XIX, mientras Vizcaya sólo
contaba con 100.000 habitantes, sufre su gran metamorfosis entre 1875 y 1900,
reanudando, en este último año, su comercio directo con las tierras de
Ultramar, suspendido, o rebajado a insignificante cifra, por el monopolio de
Inglaterra y las malísimas condiciones para la moderna navegación interoceánica
del antiguo puerto de Bilbao. Al expirar el siglo registra Vizcaya cerca de
350.000 habitantes, de los cuales 200.000 entre la capital y el puerto exterior.
Camina,
a partir de esa hora, la villa de Don Diego por nuevos derroteros. La
exportación de minerales, la fabricación del acero para el consumo nacional,
casi exclusivamente, no son sus elementos únicos de vida; y además, si la
fabricación del metal se sostiene, el rendimiento de las minas disminuye
rápidamente. Ha recomenzado, en cambio, y crece, su tráfico ibero-americano, el
cual pasa de 13.517 toneladas, con un valor de 8.002.078 pesetas en 1900, a
65.523 y 27.883.169, respectivamente en 1913, resultando un embarque total,
durante ese período, de 553.952 toneladas, con un valor de 311.341.076 pesetas,
de cuyas cifras 304.907 toneladas y 109.614.2S7 pesetas corresponden al
movimiento fluvial, y 301.907 y 109.614.287 al
puerto exterior.
El puente de Vizcaya en la
desembocadura de la ría de Bilbao.
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La
Rioja, principalmente, productora de vinos y conservas, Vizcaya, con sus
manufacturas, nutren las expediciones a Ultramar, mientras figuran en las
importaciones entre otros frutos de aquellos países, el garbanzo de Méjico, de
intensos arribos, años atrás, muy reducidos al estallar la revolución en
aquella República.
Funcionaban,
domiciliadas en Bilbao, al iniciarse el 1º de Agosto la guerra europea, las Agencias
de las siguiente Compañías: “Hamburg Amerika Linie”, “Hamburg Sud Amerika”, “Anglo
Cargo Líne”, “Mala Real Inglesa”, “Pacific Steam Navigation Cº", “Trasatlántica
Españolan”, “Pinillos, Izquierdo y Compañía”, “Trasatlántica Francesa” (con
viajes directos, esta última a los Estados Unidos). Estas líneas y otras, han
realizado un movimiento emigratorio, desde el puerto exterior, que arroja, en
el curso de catorce años, 58.000 personas.
No se
ha presentado, en la existencia de Vizcaya, un problema como el que tiene hoy
delante. A resolverlo, en tal forma que las generaciones futuras enaltezcan su
presente acción, aplicarán, sin duda, sus clases directoras las más altas y
enérgicas previsiones. En primer lugar, determinarán sus industrias
siderúrgicas y la Diputación de Vizcaya el aseguramiento de las minas
necesarias, a fin de que las fábricas locales dispongan de alimento para medio
siglo, por lo menos. En manos extranjeras los principales núcleos, poco queda
ya libre; y si fuesen construidos los proyectadas, horno alto de Castro y horno
alto de la Basconia -aparte los acordados aumentos en la producción de lingote
en Baracaldo y San Francisco- entonces las reservas a proveer deberán ser
mayores.
Si ha
de huir Bilbao de la decadencia, tiene que transformarse en la Barcelona del
Norte de España, con todo lo que esto implica de ensanche de múltiples
actividades fabriles, y de expansión mercantil; entre aquellas manufacturas deben
sobresalir, por razón natural, las derivadas del hierro. Bilbao, en último
término, puerto, por excelencia, del Cantábrico, importador de frutos
americanos, para distribuirlos por todo el Norte de la Península y por su
hinterland; así como el centro de exportación a Ultramar, más activo en toda
esta costa, puerto, a la vez, el más cercano a la capital del Reino, abocada, en
breve plazo, a una población de más de un millón de almas.
Pero
esa nueva organización económica de Vizcaya lleva consigo un imperativo categórico;
la construcción del ferrocarril directo, el del meridiano, a Madrid, que mide apenas
430 kilómetros, en lugar de los 557 comprendidos en la línea del Norte, por la
gran curva de Palencia y Valladolid.
La pavorosa
conflagración que estamos presenciando oficiará de tremendo latigazo sobre la
Humanidad, y la Humanidad, en cuya mente anida la ciencia, se moverá, progresará
más rápidamente ahora que nunca, aplicando a su labor, en la industria y el comercio,
energías máximas y los métodos técnicos más depurados. En Alemania se escribe
nada menos que de la militarización económica de la comunidad, una vez
firmada la paz.
Si
España entera, en este nuevo período, habrá de seguir, con bríos, esa ruta para
evitar su decadencia, a Vizcaya, de suyo, le corresponde avivar, hasta el
extremo posible, su propia acción, aprovechando el estado de cosas, tan
singular, que la guerra origina al otro lado del Atlántico. La dilatación y el
perfeccionamiento de sus organismos de enseñanza, de sus factorías, de su
utillaje ferroviario y de su puerto llamarán todos sus cuidados. Así
dispondrá de los elementos necesarios para extender su comercio de permuta con
los Estados Unidos, y en especial con todas las Repúblicas de la América
latina, deseosas de intensificar sus tratos con la vieja Metrópoli.
Es de
suponer que la Villa del célebre Consulado, la que ha construido el soberbio
puerto exterior, no se dedicará a vivir
de sus rentas al fenecer sus tesoros mineros, sino que progresará sin cesar, a
fuerza de laboriosidad, de ciencia y de disciplina, en esta nueva era, encarnación,
ya lo estamos viendo, de heroísmos sin tasa, que preludian, creámoslo, una Humanidad
futura, pletórica de avance intelectual y de prosperidad material, bajo ideales
de universal justicia.
Publicado el 12 de
Agosto de 1.916 por Julio de Lazurtegui
Presidente del Centro de la Unión Ibero-Americana
de Vizcaya.
En LA ESFERA.
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