La industria eléctrica en Vizcaya.- 1916
Vista De Monte Archanda, con el
funicular eléctrico y al fondo el Casino, proyecto del Arquitecto Pedro Guimón.
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La
primera instalación de alguna importancia efectuada en el Norte de España fue la
de alumbrado eléctrico de Bilbao, que data del año 1885, la que se destacó, a
manera de avanzada de las muchísimas que para el mismo objeto se hicieron con
una rapidez asombrosa en todo el país vascongado, si bien, en general, cambió fundamentalmente
el elemento productor que, siendo en aquella de naturaleza térmica, fue
sustituido por saltos de agua. Teniendo en cuenta sus ventajas decisivas, los industriales
los construyeron en gran número, no quedando, en pocos años, pueblo de alguna
importancia que no estableciera el alumbrado eléctrico, a base de un salto más
o menos próximo. Con ello se puso una vez más de manifiesto el espíritu
progresivo de Vizcaya y su fácil adaptación a todo adelanto que facilite y haga
más grata la vida.
Hiciéronse
algunas otras instalaciones termoeléctricas en las poblaciones más importantes de
la orilla del Nervión, que carecían de saltos de agua en sus proximidades, pero
tollas ellas desaparecieron cediendo el puesto a los progresos de los
transportes de energía eléctrica a alto potencial y a grandes distancias, siendo
igualmente Vizcaya en esto la iniciadora de Europa, con lo que los saltos de agua
se colocaron en condiciones de fácil utilización en todos los pueblos de
nuestro país.
El paso
decisivo en la industria eléctrica, o más propiamente llamada hidroeléctrica,
se dio, no obstante, al constituirse la Hidroeléctrica Ibérica el año 1901, al
terminar aquel período de fiebre de lanzamientos de negocios que en Bilbao puso
final al siglo XIX y alboreó el que discurre, si bien apenas nacido trajo consigo
aquella crisis, por nadie olvidada, que dio al traste con una buena parte de
los creados en la época más prolífica de ellos que se ha visto en España, y
fueron el fruto y la expresión viva del espíritu aventurero que en la materia
caracteriza a Vizcaya, propicia siempre a aceptar más que a discurrir cuantos
negocios con caracteres de viabilidad se le presentan. Ciertamente que con
espíritu más cauto hubiera desechado la mayor parte de los que se fundaron en
la época señalada, pero no es menos exacto que sin ese optimismo no hubieran surgido
muchos, hoy espléndidamente consolidados, que compensan ampliamente los quebrantos
de los fracasados y dejan, en conjunto, un gran margen de beneficios, teniendo,
en este caso, como en pocos, aplicación el proverbio latino que dice: audaces
fortuna juvat.
Resulta
de todo ello que más que un defecto, constituye una excelente cualidad ese
espíritu emprendedor generalizado en Vizcaya y aun en sus provincias hermanas,
que en buena parte la toman por guía.
Esa
predisposición a los negocios, unida a una honradez y mutua confianza, nunca
bien ponderadas y no alcanzadas en ninguna otra región de España, ni superadas
en el extranjero, acompañadas de un sólido espíritu de trabajo, han dado por
resultado el éxito presente y la confianza en nuevas orientaciones.
Estas
cualidades constituyen el nervio de la fuerza y preponderancia industrial y
económica de Vizcaya, no sólo dentro del país vascongado, sí que también en
toda España, habiendo llegado a ser la maestra de los negocios. Ello le permite
esperar un espléndido porvenir, del cual, el presente no es más que el comienzo
de una era de prosperidad.
Nacida
la Hidroeléctrica Ibérica en el ambiente irreflexivo y de entusiasmo industrial
antes mencionado, surgió a la vida con graves defectos, siendo el principal de
ellos la escasez de su capital (20.000.000 de
pesetas) frente a la magnitud del negocio planteado, lo que hubiera dado mala
cuenta de él, a no descollar por encima de sus defectos la virtualidad de la idea
inicial, consistente en ocupar y desarrollar el gran mercado de energía
eléctrica de Vizcaya, integrado por el alumbrado eléctrico, y más
principalmente por la fuerza motriz, en cuya producción habría de sustituir la electricidad
a los procedimientos térmicos en uso, con una gran ventaja económica.
El
resultado ha respondido ampliamente a la idea madre del negocio, y en la
actualidad la producción hidroeléctrica de las empresas vizcaínas, todas en
marcha próspera, pasa de 80.000.000 de kilovatios-hora en el año, en cuya
producción se consumirían más de 220.000.000 toneladas de carbón, representando
su importe la economía obtenida por el desarrollo de la industria
hidroeléctrica establecida dentro de Vizcaya, cuyo capital, actualmente de más
de 40.000.000 de pesetas, percibe un interés industrial muy satisfactorio.
Es
justo mencionar que para su propio consumo, la Sociedad Altos Hornos de Vizcaya
produce por procedimientos térmicos, en los que utiliza subproductos de su
industria, cantidades muy importantes de energía eléctrica destinada al
servicio como fuerza motriz de sus talleres. En menor escala hace lo propio la
fábrica de San Francisco, pero sin que tenga el alcance de profecía, puede
afirmarse que en época próxima esas mismas fábricas se transformarán en grandes
consumidoras de energía eléctrica de procedencia hidráulica, en lo que basarán una
transformación fundamental de la siderúrgica, repitiéndose en mucha mayor
escala que la antes señalada la economía de carbón, cuya escasez y alto precio
en España constituye el mayor obstáculo que se opone al desarrollo de la
industria en general, y, por lo tanto, de la riqueza nacional.
Transformación
también de gran alcance ha de producirse con la electrificación de los
ferrocarriles de la provincia, en cuyo adelanto marchará Vizcaya a la cabeza;
detienen actualmente la realización de esta idea dificultades que han de
vencerse en plazo breve.
Grande
ha sido, como queda expuesto, el desarrollo de la industria eléctrica vizcaína,
pero mucha más importancia tiene aún los negocios industriales de la misma
naturaleza que los vizcaínos con su capital, incoativa y espíritu emprendedor,
han llevado al resto de España. Véase el puesto que la Hidroeléctrica Española,
creada por la Hidroeléctrica Ibérica, tiene en la capital de la Nación y en la región
de Levante, desde la provincia de Castellón a la de Almería; véase, igualmente,
la importancia de la Cooperativa Electra Madrid, Electra de Viesgo en
Santander, Electra Valenciana, Unión Eléctrica de Cartagena, Electro Industria!
Española, Hidráulica del Fresser y otras en las que como las de Zaragoza, León,
Orense, Coruña y Jaén han sido y siguen siendo elementos de gran significación los
capitalistas vizcaínos.
Quien
esto escribe, admirador como el que más del espíritu de empresa de Bilbao, que queda
ponderado, y del que ha recibido pruebas inequívocas de consideración y
confianza, nunca bien agradecidas, tiene el convencimiento de que en la
industria hidroeléctrica se le presenta a Vizcaya un campo de negocios espléndido,
con el que abarcará la mayor parte de nuestra Nación y quizás traspase las fronteras,
encontrando en todo ello honra y provecho y levantando de su postración
industrial a España, más querida por el corazón euskaro que lo que equivocada y
vulgarmente se cree.
Publicado el 12 de Agosto de 1.916
Por Juan Urrutia en LA ESFERA.
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