La tradición del progreso.- 1916
Jura de los fueros de Vizcaya por el
Rey Don Fernando el Católico, bajo el Árbol de Guernica.
|
Quien de las preocupaciones,
desordenadas, pero fuertes y generosas, de nuestra política,
en la que todos los problemas nacionales del día, tradicionalismo, socialismo, proteccionismo,
regionalismo, se han dado antes y con más violencia, se enterase a medias,
sacaría la impresión de que hay dos Vizcayas distintas mal acopladas en nuestro
carácter: una, la Vizcaya de los vizcaínos, que decía Tirso, la Vizcaya de la
tradición, infanzona y rural, en cuyos valles de idilio persuaden de que la
virtud y el trabajo pueden hacer compatible la felicidad con la pobreza; otra nueva
y de acarreo, la del mineral y las huelgas, la agitada Vizcaya cuya visión ha
tenido tal vez ante esas factorías erizadas de chimeneas, en que un hormiguero de
cíclopes fuerza y esclaviza a la Naturaleza entre llamaradas que suben al cielo
e incendian las aguas del Nervión. Y, sin embargo, ninguna región tan una con
su pasado y en su presente como esta Vizcaya, el tronco añoso, de cuyas
instituciones, simbolizadas en el roble de Guernica, brota verde follaje y
produce sazonados frutos cada vez que sobre el mundo se alza el alborear de una
nueva esperanza.
El prurito de
diferenciar a Vizcaya y sus hermanas Álava, Guipúzcoa y Navarra del resto de
España, y en especial de Castilla, ha sido quizá la causa de que la historia del
pueblo vasco esté aún por hacer. Porque, justamente, su misión histórica no parece
haber sido otra que la de conservar intacto, a través de los siglos el sagrado del espíritu español
y promover la unidad de los elementos que integran la nación. ¿Cómo sin este pueblo, que habla hoy mismo la
lengua que antes de la conquista romana se
habló en España entera, podría nuestra Patria enlazar su presente con
aquel su remoto pasado?. Los vascos en la Edad Media hicieron posible en Roncesvalles,
con la derrota de Carlomagno, la independencia de los reinos españoles de la Península.
Un soberano del reino vasco por excelencia, Navarra, Sancho el Mayor, de cuyas
manos salieron convertidos en reinos Castilla y Aragón, fue el Primero que se
llamó Rey de las Españas. No hay en la Reconquista hecho saliente al que
concurran los vascos, y en los momentos
decisivos en que, como en las Navas de Tolosa, todos los españoles se ven
reunidos, hay en la Vanguardia un Señor de Vizcaya para iniciar, al
frente de los caballeros vizcaínos, la batalla, y un Sancho el Fuerte,
de Navarra, para determinar la victoria. Cuando Castilla surge de la deshonra y
el caos con doña Isabel, y mediante el enlace de esta heroica princesa con D.
Fernando de Aragón, se crea la unidad nacional, ¿quiénes con mayor resolución que
Guipúzcoa y Vizcaya patrocinan este matrimonio y defienden sus derechos contra
los partidarios de la Beltraneja y contra las armas de los reyes de Portugal y
de Francia?.
Castillo de Munguia.
|
Castillo de Arteaga.
|
Lazo que une el pasado
medieval en España con el espíritu
moderno han sido desde entonces los Fueros de Vizcaya -que de ellos, en particular,
me invita amablemente LA ESFERA a ocultarme-. En 1451. El Señor de Vizcaya D. Juan II
de Castilla, nombra corregidor del Señorío a Juan Hurtado de Mendoza, que era
ya prestamero en él. Los vizcaínos todos
se pronuncian en Guernica contra el desafuero; 4.000 hombres de armas apoyan la
actitud de “los mejores de Vizcaya”. Era que se planteaba el problema constitucional
de la separación de los poderes, porque, según el Fuero, el prestamero que es
secutor (ejecutor), no puede ser corregidor, que es juez. El episodio parece
anacrónico de puro actual, pero el mismo Lope García de Salazar, cabeza y
cronista del movimiento, nos lo dice en sus Bienandanzas é Fortunas: “Ca
Viscaya siempre obedesiera más libertades que otras tierras que los omes sopiesen”.
Y en efecto, en una época en que la plenitud del derecho sólo se otorgaba al hijodalgo,
alcanzó la igualdad ante la ley haciendo hijosdalgo a todos los vizcaínos, y ni
su casa, ni sus armas, ni su caballo podían ser embargados, ni se les podía
someter a tormento, ni las autoridades eclesiásticas en cosas civiles tenían
jurisdicción sobre ellos (acerca de lo cual, después de cuatrocientos años de destierro,
el obispo se avino, en 1537 a firmar un curioso concordato), ni el Merino ni
ejecutor alguno podía, sin mandato judicial, entrar en la casa de un vizcaíno
ni acercarse a cuatro brazas de ella, ni podían ser detenidos sino por causa de
delito y después de haber sido llamados y no haber comparecido so el Árbol de
Guernica. ¿Qué tiene de extraño que al alborear de una nueva época para España
entera, los legisladores de Cádiz saludaran en los Fueros vascongados las
únicas supervivientes de las libertades españolas, sobre las que se proponían
asentar el régimen de la nación redimida, y que las Juntas de Guernica declararan
a su vez “la maravillosa uniformidad” entre la suya y la Constitución de
Cádiz, en la que “se halla trasladado el espíritu de la Constitución de Vizcaya”?.
Castillo de
Muñatones.
|
Pero el fuero de Vizcaya
no rinde toda su sustancia al instaurarse en España el régimen constitucional.
Aún rige en lo civil. Y si su reforma y renovación responden a lo que
tradicionalmente ha significado, no vendrá a ser otra cosa que el código de la
pequeña propiedad rural, dando una fórmula, de aplicación general a la nación,
que no es la menos indicada, en opinión de muchos, para la solución, al menos
en cuanto a los labradores, de la cuestión social.
La tradición de las
instituciones vizcaínas sigue siendo, como se ve, susceptible de progreso.
La Vizcaya de la
expansión económica actual no es, por otra parte, una improvisación, que de los
mismos tiempos medioevales data la prosperidad de la navegación y de las ferrerías
de Vizcaya, arsenal el más abundante y semillero de marinos desde el siglo XV y
aun antes. De la importancia comercial de Bilbao dice bastante la historia de
su Consulado, cuyas Ordenanzas de 1737, primer Código de Comercio del mundo,
realizaron respecto del Derecho Mercantil, no sólo en España, sino también en
sus Américas, esa unidad legislativa que en ninguna otra rama del derecho privado
patrio ha podido aún lograrse.
El advenimiento del
espíritu moderno se anuncia espléndidamente en esta tierra con aquella “Sociedad
Bascongada de los Amigos del País”, madre de las que al poco tiempo surgieron por
toda España, que más que un movimiento de cultura es una patriótica y nobilísima
cruzada por la redención nacional.
Sus ensayos y
propagandas para la mejora de la agricultura, sus innovaciones en la
elaboración de los hierros y aceros, sus investigaciones de la riqueza mineral
del suelo vascongado, su solicitud en el estudio de la economía política y de
las letras, de que las “Recreaciones políticas” de Arriquibar, la “Lógica”, de Condillac,
arreglada por Foronda, las fábulas de Samaniego y la preparación del primer diccionario
de vascuence, son buena prueba, están pregonando ese pragmatismo tan característico
del pueblo vasco.
Casa de juntas de Guernica.
|
Extravíos de los
tiempos que corren, hijos de la misma relajación del sentimiento patriótico que
con diversas formas es fácil observar en toda España, encontrarán pronto, hay
que esperarlo, su remedio; y no será el menos eficaz la depuración misma de la
historia de nuestro país. Junto al árbol de Guernica y al otro lado de los
sitiales del Regimiento del Señorío se venía de tiempo inmemorial plantando un renuevo
para que, al morir, otro hijo suyo cubriera con su sombra el venerado recinto.
Hoy el renuevo es ya árbol, pero el tronco seco del último que presidió Juntas
forales se ha dejado en su sitio, cubriéndolo con un fanal y defendiéndole a
fuerza de drogas de la polilla. Símbolo es este tronco seco de un modo
extraviado de entender la tradición. Los vizcaínos no tardarán en quitarle de
allí, hay que confiar en ello; en el lugar que ocupa, otro renuevo asegurará la
perpetuidad de ese símbolo de la Vizcaya perpetuamente nueva en que el progreso
es tradicional y la tradición es progresiva.
Publicado el 12 de Agosto de 1.916
Por Gregorio de Balparda
En LA ESFERA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario