martes, 15 de septiembre de 2015

¡Arriba la Villa!.- 1919

¡Arriba la Villa!.- 1919

   La última gran sacudida a los espíritus al iluminar con enorme hoguera el porvenir, ha removido las entrañas del pasado, y para darnos esperanzas, nos ha hecho zahondar en nuestros más remotos recuerdos. Por lo que a mí, el que ahora y aquí os hablo, hace mi conciencia impersonal, histórica, de ciudadano -¡de villano, más bien, y a honra!-, no sólo nació en Bilbao, en mi Bilbao cuyo soy, sino que con él, con la Villa, con la noble e invicta Villa de Bilbao puedo decir que se confunde y aúna.

   Cuando en la historia, no ya comprendida sino además sentida, medito, veo el pasado, y a través de él el porvenir, como bajo un celeste arco iris de triunfo, y es porque le veo mediante una bruma de lágrimas de añoranza. Es la bruma de lágrimas de los recuerdos de mi Bilbao, sobre todo el de los dos decenios del 70 al 90. Y de esa bruma de lágrimas de añoranza se desprende como un dulcísimo sirimiri, que es el rocío de mis recuerdos sobre mis esperanzas.


   De aquella Villa, la de la vieja puente de su escudo y la del puente colgante de la canción; de aquella Villa, en que aun se conservaba, en Uribitarte, el viejo y nativo curso del Nervión, junto al canal que la ingeniería flamenca había hecho en el Campo del Volantín; de aquella Villa del gigantesco penacho de la encina solitaria de la Salve; de aquella Villa en que Adolfo Aguirre encontraba novedades, lo que eran tradicionales ranciedades para nosotros; de aquella Villa noble e invicta me sube un vaho de nobilísimas inquietudes y de fecundas luchas. Pero no estrictamente las de hoy.

“LA S A L V E”  EN BILBAO.
Marina de Tomas de Campuzano.- Dibujo del mismo autor.
   Los de la Villa, los villanos, en el más noble sentido, los burgueses si queréis -sí, burgueses-, no estaban aun dominados y absorbidos ni por el forastero, el meteco, lo que luego, y con palabra no vascongada –conviene repetirlo- se llamó maqueto -entonces le llamábamos pozono-, ni por el Jebo o bato, por el aldeano. Después la Villa, nuestra villa, se ha hecho campo de Agramante, de maquetos y de jebos, de inmigrantes de fuera de Vasconia y de aldeanos. Y entre unos y otros, que propenden o al socialismo o al bizkaitarrismo, el viejo liberalismo de la Villa, de nobilísimo abolengo, aquel liberalismo que se nutrió de la Revolución francesa y quién sabe si de la Reforma de hugonotes y jansenistas, aquel liberalismo ha sufrido un eclipse. Pero yo le veo, y le veo renacer bajo el arco iris que forma la bruma de lágrimas de mis añoranzas de la noble e invicta Villa.

   ¡Cómo recuerdo a aquel caballero que fue D. Eduardo Victoria de Lecea y las veces que en su casona solariega del arranque de la Cuesta de Zabalbide hablábamos, comulgando en un mismo pan de historia, de nuestra Villa!. Y mientras comenzaba el período de las huelgas, de las grandes huelgas, que no conocieron los viejos terrones, hablábamos de las antiguas machinadas, cuando la aldeanería de la tierra llana rugía sus furores contra la Villa de don Diego de Haro y del fuero de Logroño y entraba acaso en ella a saco y se arremolinaba en torno al simontorio de la venerable Basílica del Señor Sant Yago. Luego machinadores y huelgas se han hecho crónicas.

   Los unos, los que llamábamos pózanos, sin raíces en la Villa, han llevado a ella justísimas reclamaciones de un derecho universal, pero también una concepción económica y materia lista de la vida, y los otros, los jebos, con ciertas reclamaciones, no menos justas, han llevado a ella sus mezquinos rencores y una grotesca mentalidad que se apacienta en liturgia, ortografía, leyendas de contrabando y en el fondo una monstruosa vanidad rural de paicu que se ha hecho señorito de la Villa.

1879. FIESTA VENECIANA. EN LA RÍA: HISTÓRICA CEREMONIA DE LAS BODAS DEL DUX CON EL ADRIÁTICO.
1. Aspecto de los puentes de Achuri y San Antón.- 2. El Bucentauro. al pasar bajo el puente del Arenal.- 3. Pajecillos portadores de la espada ducal.- 4. Palacio del Dux.- 5. Góndolas de las embajadas.
6. Llegada del Dux y su comitiva á palacio.- (Dibujo alegórico del Sr. Guinea.)
   ¡Cómo me acuerdo de aquellos Carnavales de hace cuarenta años y más y de lo que entonces significaba el disfraz de jebo, de chorierrico o de arratiano!. Y eso que por mis venas corre, con sangre vergaresa, sangre de arratiano. Aunque el viejo solar de Jugo, hoy en Galdácano, de donde procedía mi abuelo, el de Ceberio, perteneció muy antaño a la Villa de Bilbao, y entre los cabildantes de la Villa le lee, en sus actas, desde muy antiguo. Jugos. Más ¿quién en la Villa hoy no tiene sangre de pozano o de jebo? ¿Quién no lleva la huelga o la machinada en las entrañas?.

   La Villa, sin embargo, nos hacía. Mis padres, por otra parte, habían ido a ella desde otra villa: la de Vergara. Pero la Villa, nuestra noble villa de Bilbao, nos amasaba, y nos yeldaba, y nos cocía el espíritu a los que lo dejábamos abierto a la fecunda brisa de la historia. Aguas arriba del Nervión, padre de la Villa, subíamos del ancho océano que besa los labios de las naciones todas el aire salitroso que embalsama el anhelo de lo infinito y de lo eterno. Y este salitre nos curaba de caer en la preocupación exclusivamente materialista de la huelga y en la supersticiosa sentimentalidad rústica de la machinada.

  “¡Aivá, pa que se le diga!”. Así me reprochaban hace cuarenta años cuando yo soltaba, tal vez en la Plaza Nueva -cuando había en ella novias henchidas de pájaros- alguna de las que luego han llamado paradojas, los menalos y coitaos de entonces. ¡Pues bien, sí, para que se me diga!. En aquel Bilbao; en aquel Bilbao del 2 de Mayo de 1874; en aquel Bilbao que había salido de las machinadas -la última fue su sitio y bombardeo- y no había entrado en las huelgas; en aquel Bilbao aprendí a anhelar lo inasequible, a tener sed y hambre de lo infinito y de lo eterno; en aquel Bilbao prometí culto a la libertad, a la claridad y a la pureza del espíritu. El Pagazarri me sirvió de ara gigante del sacrificio del alma civil a la historia que jamás se cierra y que siempre está acabada.

BILBAO. -FACHADA PRINCIPAL DEL “TEATRO NUEVO”, INAUGURADO EN 1890.-
(De fotografía del Sr. Fábregas, remitida por el Sr. Isasi.)
   ¡Y volverán, sí, volverán aquellas mismas viejas luchas, volverán las inquietudes de nuestros abuelos de la Reforma y de la Revolución!. Volverá a soplar el viento de la Azcoitia de Peñaflorida, de Juan Manuel de Altuna, el amigo de Rousseau; volverá a soplar el viento del Bilbao de D. Mariano Luis de Urquijo. Problemas pasados de moda, ¿eh?. Por encima de la cuestión de estómago asalariado que hace las huelgas y por encima de la cuestión de vanidad aldeana que hace las machinadas -reducidas ya a alborotos de romería o a trifulcas electoreras- se alzará siempre lo que hizo la conciencia histórica de la Villa. ¡Arriba la Villa!. ¡Arriba, muy arriba!. Por encima del Pagazarri, los ojos iluminados de la Villa ven de un lado el cabildo terrestre de los gigantes de Vizcaya -Vizcaya, ¿eh?, con v y c y sin ridículas tonterías hetero-gráficas de jebos supersticiosos e ignorantes- y del otro lado el ancho mar que besa los labios de las naciones todas de la tierra. Esas montañas y ese mar nos despiertan los problemas eternos de la Idea, y ante ellos huelgas y machinadas son como chaparrones que cosquillean al mar o a la montaña. ¡Arriba la Villa! ¡Más arriba! ¡Siempre más arriba!.

Publicado el 11 de Septiembre de 1.919

Por Miguel de Unamuno en el semanario ESPAÑA.

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