Cincuenta años de vida económica en Vizcaya.- 1919
Al conjuro de la
Ciencia, intensamente aplicada a la industria y al comercio, desde hace poco
más de medio siglo, han surgido transformaciones grandiosas, con frecuencia
metamorfosis insoñadas, en regiones sobre todo de Europa y la América del
Norte, ampliamente provistas de minerales de hierro y hulla, palancas fundamentales,
durante ese período, de la organización material de los pueblos.
Fronterizo al
Cantábrico y dueño de legendarios criaderos ferruginosos, ofrece el Señorío, de
aquella ley, en esa era, testimonio irrecusable, si bien el grado de su
expansión económica resulte modestamente cifrado en términos absolutos, y esto
no tanto por la relativa limitación de sus recursos mineros -destinados, por
desdicha, al agotamiento, en el curso de los próximos cinco o seis quinquenios-
como por el empirismo, por la escasa utilización de un tecnicismo perfecto,
informadores del ensanche de las actividades regionales en sus varios aspectos,
rasgo que no ha correspondido, dentro de la Península, a Vizcaya sola, pues él
se manifiesta como razón básica del atraso nacional en su conjunto.
Bilbao: Detalle del Puerto.
|
Triste sino ha sido
ese comparativo retroceder de la energía mental comarcana. La verdad es que los
anales de nuestro solar, referentes a su accionar, en materia de industria y de
comercio, hasta la llegada de la gran revolución técnica, acusaron el vigor
máximo conocido por aquellos tiempos remotos; y esa modalidad iba,
precisamente, ligada por la entraña con el metal por excelencia de la paz y de
la guerra, producido en Vizcaya el que, para su honra, hasta penetra, al
terminar la Edad Media, en la literatura universal, en alas de Tirso de Molina
y Shakespeare, conquistando la inmortalidad. “Bilbao se fundó sobre el hierro»”-
dice Guíard en su 2 “Historia de la Villa” y en su “Historia del Consulado y
Casa de Contratación”- y alrededor, esencialmente, de ese producto, ha girado,
no lo dudemos, a partir de fecha ignorada, en su vida material, la región
entera.
El fructuoso
ejercicio de la pesca, las copiosas exportaciones constantes de lanas y demás
frutos de Castilla, de que fueron las “Siete Calles” próvido almacén y la
navegación vizcaína vehículo perenne; los laboriosos astilleros que inundaban
de rumor de trabajo las costas y los arenales de las rías del país, las
importaciones considerables de manufacturas, especialmente de los puertos de
Flandes (Brujas, sobre todo), de Inglaterra, Francia, todas esas corrientes -animadas
por el poderoso aliento del célebre Consulado, promotor central, durante varios
siglos, del mecanismo económico del Señorío-
apoyaban, básicamente, en la explotación, para aquellas edades muy
activa, del subsuelo, y en la enérgica labor cultivada por los ferrones sin
descanso al amparo de las ubérrimas veneras. Después, en la Edad Moderna, la de
la metamorfosis de Vizcaya, hasta el instante en que estalló la guerra europea,
el mineral de hierro, con intensidad máxima extraído, ha continuado siendo -desgraciadamente
en proporción mucho mayor como primera materia exportada que en calidad de
metal fabricado- la fuente madre, el eje de nuestra constitución física, en su
conjunto, y del alto grado de civilización integral de que hoy puede el Señorío
envanecerse.
No dudemos que, dentro de algunos decenios, el
historiador sereno de las andanzas de nuestra región, dividirá su proceso
material en tres grandes épocas, perfectamente diferenciadas, pero unidas las
dos primeras al intenso aprovechamiento de su pródigo subsuelo: 1°, la que arranca
de los días más remotos, inscritos en las crónicas, hasta 1860-70, fecha
afortunada que vio inaugurarse los ferrocarriles “Bilbao-Tudela” y “Ortuella-Desierto”
; 2°, el período comprendido entre 1870-76, tras del último sitio de Bilbao por
los carlistas, y el final de la conflagración europea; 3°, la era que comenzaron
el Tratado de Paz firmado en Versalles.
Podemos calificar
el primer espacio -extensivo, como se ve a cientos de años- de gestación lenta,
de período embrionario, dentro del cual ha consumido y suministrado sin reposo,
a regiones cercanas, la Vizcaya del hierro, en las pequeñas dosis anuales
propias de la edad, un total “grosso modo” de TREINTA MILLONES de toneladas de
sus más ricas y puras menas. Durante ese tiempo acusa la comarca, en su manera
de ser económica, un diapasón más o menos normal, con el rasgo saliente de su
actividad metalífera y mareante, una existencia, empero, en su conjunto,
análoga a tantas otras, menos fabril, de todas suertes, tocante a variedad de
objetivos, que la de Cataluña y de no pocas zonas de Europa, sin grandes
explosiones mentales, sobre todo, porque las perennes disputas, las
estridencias, radicantes en las feroces peleas de banderizos correspondientes a
muy largo período eran tan sólo volcanismos psico-fisiológicos, parecidos,
dicho se está, a los imperantes, en aquellos “bons vieux temps”,
indistintamente, por casi toda tierra de cristianos y de herejes.
En la hora luminosa
del Renacimiento –si es verdad que contribuyen aisladamente no pocos de sus
hijos al progreso de la civilización hispana- no surge, sobre el Señorío, una
brillante expansión de arte y de ciencia, como en algunas villas de los Países
Bajos, Gante, Amberes, Brujas, Bruselas, por diversos sectores de España, en Toledo,
Córdoba, Sevilla, Granada, Valencia, Barcelona, Salamanca, Madrid, en varias
ciudades de Italia y otros países del Viejo Mundo, ni aparecen, más tarde,
conspicuos inventores, alrededor de la industria del hierro, como en Suecia,
Inglaterra, Bélgica, Francia... y ello hacia las postrimerías de esa era, a
pesar del accionar feliz de la célebre “Real Sociedad Vascongada de Amigos del País”,
con entusiasmo protegida por el gran Monarca Carlos III, a la que tanto realce
dio su primer presidente, el inolvidable conde de Peñaflorida.
Nota gloriosa de
Vizcaya es, sin embargo, por aquellos tiempos iniciales de la renovación
europea, el concurso magnífico, que hombres de méritos excepcionales -exponentes
por excelencia de la energía nata, del alto espíritu organizador y del
cosmopolitismo de la raza... los Juan de la Cosa, Zumárraga, Garay, Zabala, entre
tantos más- prestan, en las vanguardias, al lado de otros ínclitos y esforzados
varones, hijos también de Iberia, a la creación, allende el Atlántico, de nuevas
y florecientes comunidades, que, tras de breve tiempo emancipadas, al calor
ante todo del inmortal Simón Bolívar, descendiente de vizcaínos, habían de estrechar,
después, año tras año, con amor creciente, lazos inquebrantables que les
unieran a la antigua metrópoli, España, la nación excelsa, vigorosísima, de los
siglos XV y XVI, descubridora, exploradora y colonizadora de un continente
prodigioso.
Durante el segundo
período,- al soplo ardiente de las invenciones promovidas por los Arkwright y los
Nielsen, los Foulton, Watt, Stephenson, Bessemer, Thomas, Martin, Siemens, Bell,
bajo el imperio avasallador del uso, siempre en inconcebible aumento, del
carbón mineral y el acero, por el Norte de Europa, concatenado a poderosa
siderurgia, al desenvolvimiento constante del ferrocarril, la navegación a
vapor, las aplicaciones eléctricas, el maquinismo en todas sus modalidades, que
transforman el globo, constituyendo la era de la hondísima revolución
industrial, en que no soñaron ni egipcios, ni griegos, ni romanos, en esa nueva
era, cristaliza, también alrededor del hierro, la grande, la profunda reforma,
la metamorfosis de Vizcaya.
Bilbao: Detalle de la ría.
|
Solicitóse, entre 1865
y 1880 especialmente, por buen número de poderosos metalurgistas del Reino
Unido, asimismo por algunos de Francia, Bélgica y Alemania, el preciado fruto de
las, montañas del Señorío; y éste -a favor de las copiosas explotaciones
resaltantes y actividades conexas por extranjeros y nacionales organizadas-
rápidamente evoluciona. En el espacio de cuarenta años (1875-1914) crea un
amplio y seguro centro marítimo interior, coronado de un magnífico puerto
exterior, que une a Bilbao, por las grandes naves trasatlánticas, con
América; exporta a Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica, Estados Unidos
CIENTO TREINTA (130) MILLONES de toneladas de menas; pone en marcha una
industria siderúrgica, consumidora de cerca de VEINTE (20) MILLONES de toneladas
de mineral, que anualmente rinde 350.000 toneladas de hierros y aceros, es
decir, tres cuartas partes del metal que toda España produce; crea medio
centenar de talleres transformadores de estos productos, y cientos de factorías;
teje sobre el propio reducido territorio extensivo apenas a 2.200 kilómetros
cuadrados, 1.000 kilómetros de carreteras y 500 kilómetros de vías férreas y de
tranvías eléctricos ; arma una flota mercante de 200 vapores, transportadores de
cerca de 500.000 toneladas de carga; invade la Península, acometiendo en ella todo
linaje de empresas ferroviarias, hidro-eléctricas, mineras, fabriles,
forestales, agrícolas y bancarias; y la provincia que el año de 1875, apenas
registrara 150.000 habitantes, alcanza en 1914, 425.000 y la capital y sus
prolongaciones hasta la desembocadura del Nervión, representativas, al comenzar
ese período, de poco más de 20.000 habitantes, en junto suman 200.000, al
llegar aquel a su término.
Y esa metamorfosis,
abocada a un retroceso posible, impulsado por la fatal extinción cercana de los
criaderos ferruginosos de la provincia, tiene al pronto un epílogo resonante,
fatídico, llega a una encrucijada inesperada, portentosa: la titánica guerra
europea, que, entre Agosto de 1914 y Marzo de 1915, parece conducir a Vizcaya a
angustiosa ruina, y que luego, por las efectos de la detención de las huestes germanas
en el Marne y en el Iser, le abre de par en par una era de prosperidad
inaudita, basada en la fecundísima acción de ciertas actividades, entre las
naciones neutrales -los fletamentos, la producción metalúrgica, hullera y agro-pecuaria sobre todo-
que, dentro de la extraordinaria anormalidad de la contienda mundial se
realiza.
De esa suerte
alcanza nuestra región, en la hora del armisticio, al fenecer el año 1918, y en
lo que va del 1919, la cúspide de su prosperidad en la Historia, hasta el día,
atesorando, por añadidura, en su activo, como acervo invisible, una reserva de
acaso más de los SETENTA (70) MILLONES de toneladas dé minerales de hierro (pocos
años ha así calculada) -destinadas por impulso de la post-guerra a una
valorización notablemente mayor que en los cinco decenios precedentes-, saldo
final de sus legendarios yacimientos, los que, de ésa suerte habrán contenido en
junto alrededor de DOSCIENTOS CINCUENTA (250) MILLONES Í)E TONELADAS.
Pero no es, a la
verdad, el caso vizcaíno (descartado, desde luego, el accidental fenómeno procedente
de la gran guerra), un caso de muy altas previsiones, del predominio de una
depurada dirección científica local, en materia de industria, de comercio, de
implantación de un perfecto utillaje.
Con referencia a la
tradicional manufactura del hierro, susceptible en nuestros días de millares de
formas, en las que tanto se han distinguido Sheffield y Birmingham, Lieja,
Solingen, Remscheid, Elberfeld, acusan Bilbao y su comarca una pobreza que les
deprime. En cuanto a otras actividades, el gran sector textil y la industria
editorial particularmente, de donde Cataluña entera, Barcelona sobre todo,
derivan tan extraordinarios beneficios ique figura tan triste ofrece en ese
terreno nuestra Villa!. Y respecto a su mecanismo circulatorio, al equipo de su
gran puerto, y otras esferas de su acción ¡qué distancia no queda hasta llegar
al perfeccionamiento que los nuevos tiempos reclaman!.
Felizmente para
nuestro solar, descuella, en la presente hora, un hecho tangible, preñado de posibilidades.
Es que, no obstante su empirismo, su
limitada aplicación de la ciencia, en su gran época de progreso, dispone
actualmente Vizcaya de una riqueza, más o menos movilizable, cuya fama se
extiende no sólo a la Península entera, sino también al extranjero. De ella ha
dado fe el reciente empréstito nacional, apareciendo la plaza de Bilbao con una
suscripción de 7.300 millones de pesetas, es decir, cerca de 45 por 100 de la
cantidad solicitada por, las 49 provincias.
Hagamos de todas
suertes caso omiso de esa actuación, engañosa cual es, por lo demás, y deprimente
en cierto modo la mencionada cifra -que muchos vizcaínos hubiesen querido ver cristalizada
en utillaje, fábricas regionales y empresas de todo género en España y América-,
detengámonos, en cambio, un instante frente a una prueba más concreta: puntualicemos
los rasgos básicos que dan a luz los balances de los establecimientos de
crédito locales y otros datos fehacientes.
Dicen estos, con
fecha 30 de Junio último, que en Bilbao radica el siguiente activo: capitales nominales
de los Bancos (sin contar los relacionados con las Agencias de otros
establecimientos aquí domiciliados), pesetas 150.000.000; desembolsado, pesetas
91.750.000; reservas, pesetas 38.288.074; cajas de ahorros, 217.031.636 pesetas;
cuentas corrientes acreedoras e imposiciones (incluso en Bancos fuera de
Bilbao) pesetas 361.291.513; depósitos en valores en custodia (acciones y
obligaciones diversas) en Bilbao y otros establecimientos, pesetas
2.828.815.545; si a esto se agrega el valor de las propiedades de los vizcaínos
en América, pesetas 175.000.000, se deduce que nuestra plaza cuenta hoy con
disponibilidades (metal, papel, etc.) cifradas en más de 3.700 millones de
pesetas. Claro es que tiene ese activo su contrapartida en los préstamos concedidos
por los Bancos; mas este capítulo va cubierto por los valores entregados en garantía.
Teniendo por lo demás en cuenta que los depósitos de papel en custodia
representan en Bolsa mucho más que la cifra señalada, siempre resultará que el
potencial vizcaíno excede de CINCO MIL (5.000) MILLONES DE PESETAS, sin contar
la riqueza local encarnada en los talleres personales. Sociedades
comanditarias, propiedad urbana, etc., etc.
No es dudoso que Vizcaya ha llegado a su tercera
gran encrucijada en la Historia. Si en la primera vióse impulsada por el
Renacimiento, y en la segunda —comenzada por los años 1860 a 1875— le abrió el
invento de Henry Bessemer las puertas de una poderosa expansión, ahora, el
singular ensanche de las riquezas del Señorío, promovido por la tragedia
europea, y las posibilidades de la post-guerra, le brindan una etapa de la
mayor brillantez, si sabe utilizar “científiamente” sus vastos recursos, su
extensísimo crédito.
Bilbao: Los Altos Hornos
|
Qué duda cabe que
Vizcaya dispone de medios para realizar un programa de ese calibre, acrecentador,
en altísimo grado de su prosperidad y su cultura, al correr de los dos
inmediatos decenios, a pesar del agotamiento de su reserva minera, cooperando,
poderosamente, a la vez, en pro de la ansiada “España Mayor”. ¿Pero estarán a
la plena altura de su misión trascendentalísima sus clases directoras?. “¡That
is the question !”.
Publicado el 11 de Septiembre de 1.919
Por Julio de Lazúrtegui en el semanario ESPAÑA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario