lunes, 21 de septiembre de 2015

Cincuenta años de vida económica en Vizcaya.- 1919

Cincuenta años de vida económica en Vizcaya.- 1919

   Al conjuro de la Ciencia, intensamente aplicada a la industria y al comercio, desde hace poco más de medio siglo, han surgido transformaciones grandiosas, con frecuencia metamorfosis insoñadas, en regiones sobre todo de Europa y la América del Norte, ampliamente provistas de minerales de hierro y hulla, palancas fundamentales, durante ese período, de la organización material de los pueblos.

   Fronterizo al Cantábrico y dueño de legendarios criaderos ferruginosos, ofrece el Señorío, de aquella ley, en esa era, testimonio irrecusable, si bien el grado de su expansión económica resulte modestamente cifrado en términos absolutos, y esto no tanto por la relativa limitación de sus recursos mineros -destinados, por desdicha, al agotamiento, en el curso de los próximos cinco o seis quinquenios- como por el empirismo, por la escasa utilización de un tecnicismo perfecto, informadores del ensanche de las actividades regionales en sus varios aspectos, rasgo que no ha correspondido, dentro de la Península, a Vizcaya sola, pues él se manifiesta como razón básica del atraso nacional en su conjunto.

Bilbao: Detalle del Puerto.
   Triste sino ha sido ese comparativo retroceder de la energía mental comarcana. La verdad es que los anales de nuestro solar, referentes a su accionar, en materia de industria y de comercio, hasta la llegada de la gran revolución técnica, acusaron el vigor máximo conocido por aquellos tiempos remotos; y esa modalidad iba, precisamente, ligada por la entraña con el metal por excelencia de la paz y de la guerra, producido en Vizcaya el que, para su honra, hasta penetra, al terminar la Edad Media, en la literatura universal, en alas de Tirso de Molina y Shakespeare, conquistando la inmortalidad. “Bilbao se fundó sobre el hierro»”- dice Guíard en su 2 “Historia de la Villa” y en su “Historia del Consulado y Casa de Contratación”- y alrededor, esencialmente, de ese producto, ha girado, no lo dudemos, a partir de fecha ignorada, en su vida material, la región entera.

   El fructuoso ejercicio de la pesca, las copiosas exportaciones constantes de lanas y demás frutos de Castilla, de que fueron las “Siete Calles” próvido almacén y la navegación vizcaína vehículo perenne; los laboriosos astilleros que inundaban de rumor de trabajo las costas y los arenales de las rías del país, las importaciones considerables de manufacturas, especialmente de los puertos de Flandes (Brujas, sobre todo), de Inglaterra, Francia, todas esas corrientes -animadas por el poderoso aliento del célebre Consulado, promotor central, durante varios siglos, del mecanismo económico del Señorío-  apoyaban, básicamente, en la explotación, para aquellas edades muy activa, del subsuelo, y en la enérgica labor cultivada por los ferrones sin descanso al amparo de las ubérrimas veneras. Después, en la Edad Moderna, la de la metamorfosis de Vizcaya, hasta el instante en que estalló la guerra europea, el mineral de hierro, con intensidad máxima extraído, ha continuado siendo -desgraciadamente en proporción mucho mayor como primera materia exportada que en calidad de metal fabricado- la fuente madre, el eje de nuestra constitución física, en su conjunto, y del alto grado de civilización integral de que hoy puede el Señorío envanecerse.
  
   No dudemos que, dentro de algunos decenios, el historiador sereno de las andanzas de nuestra región, dividirá su proceso material en tres grandes épocas, perfectamente diferenciadas, pero unidas las dos primeras al intenso aprovechamiento de su pródigo subsuelo: 1°, la que arranca de los días más remotos, inscritos en las crónicas, hasta 1860-70, fecha afortunada que vio inaugurarse los ferrocarriles “Bilbao-Tudela” y “Ortuella-Desierto” ; 2°, el período comprendido entre 1870-76, tras del último sitio de Bilbao por los carlistas, y el final de la conflagración europea; 3°, la era que comenzaron el Tratado de Paz firmado en Versalles.

   Podemos calificar el primer espacio -extensivo, como se ve a cientos de años- de gestación lenta, de período embrionario, dentro del cual ha consumido y suministrado sin reposo, a regiones cercanas, la Vizcaya del hierro, en las pequeñas dosis anuales propias de la edad, un total “grosso modo” de TREINTA MILLONES de toneladas de sus más ricas y puras menas. Durante ese tiempo acusa la comarca, en su manera de ser económica, un diapasón más o menos normal, con el rasgo saliente de su actividad metalífera y mareante, una existencia, empero, en su conjunto, análoga a tantas otras, menos fabril, de todas suertes, tocante a variedad de objetivos, que la de Cataluña y de no pocas zonas de Europa, sin grandes explosiones mentales, sobre todo, porque las perennes disputas, las estridencias, radicantes en las feroces peleas de banderizos correspondientes a muy largo período eran tan sólo volcanismos psico-fisiológicos, parecidos, dicho se está, a los imperantes, en aquellos “bons vieux temps”, indistintamente, por casi toda tierra de cristianos y de herejes.

   En la hora luminosa del Renacimiento –si es verdad que contribuyen aisladamente no pocos de sus hijos al progreso de la civilización hispana- no surge, sobre el Señorío, una brillante expansión de arte y de ciencia, como en algunas villas de los Países Bajos, Gante, Amberes, Brujas, Bruselas, por diversos sectores de España, en Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada, Valencia, Barcelona, Salamanca, Madrid, en varias ciudades de Italia y otros países del Viejo Mundo, ni aparecen, más tarde, conspicuos inventores, alrededor de la industria del hierro, como en Suecia, Inglaterra, Bélgica, Francia... y ello hacia las postrimerías de esa era, a pesar del accionar feliz de la célebre “Real Sociedad Vascongada de Amigos del País”, con entusiasmo protegida por el gran Monarca Carlos III, a la que tanto realce dio su primer presidente, el inolvidable conde de Peñaflorida.

   Nota gloriosa de Vizcaya es, sin embargo, por aquellos tiempos iniciales de la renovación europea, el concurso magnífico, que hombres de méritos excepcionales -exponentes por excelencia de la energía nata, del alto espíritu organizador y del cosmopolitismo de la raza... los Juan de la Cosa, Zumárraga, Garay, Zabala, entre tantos más- prestan, en las vanguardias, al lado de otros ínclitos y esforzados varones, hijos también de Iberia, a la creación, allende el Atlántico, de nuevas y florecientes comunidades, que, tras de breve tiempo emancipadas, al calor ante todo del inmortal Simón Bolívar, descendiente de vizcaínos, habían de estrechar, después, año tras año, con amor creciente, lazos inquebrantables que les unieran a la antigua metrópoli, España, la nación excelsa, vigorosísima, de los siglos XV y XVI, descubridora, exploradora y colonizadora de un continente prodigioso.

   Durante el segundo período,- al soplo ardiente de las invenciones promovidas por los Arkwright y los Nielsen, los Foulton, Watt, Stephenson, Bessemer, Thomas, Martin, Siemens, Bell, bajo el imperio avasallador del uso, siempre en inconcebible aumento, del carbón mineral y el acero, por el Norte de Europa, concatenado a poderosa siderurgia, al desenvolvimiento constante del ferrocarril, la navegación a vapor, las aplicaciones eléctricas, el maquinismo en todas sus modalidades, que transforman el globo, constituyendo la era de la hondísima revolución industrial, en que no soñaron ni egipcios, ni griegos, ni romanos, en esa nueva era, cristaliza, también alrededor del hierro, la grande, la profunda reforma, la metamorfosis de Vizcaya.

Bilbao: Detalle de la ría.
   Solicitóse, entre 1865 y 1880 especialmente, por buen número de poderosos metalurgistas del Reino Unido, asimismo por algunos de Francia, Bélgica y Alemania, el preciado fruto de las, montañas del Señorío; y éste -a favor de las copiosas explotaciones resaltantes y actividades conexas por extranjeros y nacionales organizadas- rápidamente evoluciona. En el espacio de cuarenta años (1875-1914) crea un amplio y seguro centro marítimo interior, coronado de un magnífico puerto exterior, que une a Bilbao, por las grandes naves trasatlánticas, con América; exporta a Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica, Estados Unidos CIENTO TREINTA (130) MILLONES de toneladas de menas; pone en marcha una industria siderúrgica, consumidora de cerca de VEINTE (20) MILLONES de toneladas de mineral, que anualmente rinde 350.000 toneladas de hierros y aceros, es decir, tres cuartas partes del metal que toda España produce; crea medio centenar de talleres transformadores de estos productos, y cientos de factorías; teje sobre el propio reducido territorio extensivo apenas a 2.200 kilómetros cuadrados, 1.000 kilómetros de carreteras y 500 kilómetros de vías férreas y de tranvías eléctricos ; arma una flota mercante de 200 vapores, transportadores de cerca de 500.000 toneladas de carga; invade la Península, acometiendo en ella todo linaje de empresas ferroviarias, hidro-eléctricas, mineras, fabriles, forestales, agrícolas y bancarias; y la provincia que el año de 1875, apenas registrara 150.000 habitantes, alcanza en 1914, 425.000 y la capital y sus prolongaciones hasta la desembocadura del Nervión, representativas, al comenzar ese período, de poco más de 20.000 habitantes, en junto suman 200.000, al llegar aquel a su término.

   Y esa metamorfosis, abocada a un retroceso posible, impulsado por la fatal extinción cercana de los criaderos ferruginosos de la provincia, tiene al pronto un epílogo resonante, fatídico, llega a una encrucijada inesperada, portentosa: la titánica guerra europea, que, entre Agosto de 1914 y Marzo de 1915, parece conducir a Vizcaya a angustiosa ruina, y que luego, por las efectos de la detención de las huestes germanas en el Marne y en el Iser, le abre de par en par una era de prosperidad inaudita, basada en la fecundísima acción de ciertas actividades, entre las naciones neutrales -los fletamentos, la producción metalúrgica, hullera y agro-pecuaria sobre todo- que, dentro de la extraordinaria anormalidad de la contienda mundial se realiza.

   De esa suerte alcanza nuestra región, en la hora del armisticio, al fenecer el año 1918, y en lo que va del 1919, la cúspide de su prosperidad en la Historia, hasta el día, atesorando, por añadidura, en su activo, como acervo invisible, una reserva de acaso más de los SETENTA (70) MILLONES de toneladas dé minerales de hierro (pocos años ha así calculada) -destinadas por impulso de la post-guerra a una valorización notablemente mayor que en los cinco decenios precedentes-, saldo final de sus legendarios yacimientos, los que, de ésa suerte habrán contenido en junto alrededor de DOSCIENTOS CINCUENTA (250) MILLONES Í)E TONELADAS.

   Pero no es, a la verdad, el caso vizcaíno (descartado, desde luego, el accidental fenómeno procedente de la gran guerra), un caso de muy altas previsiones, del predominio de una depurada dirección científica local, en materia de industria, de comercio, de implantación de un perfecto utillaje.

   Con referencia a la tradicional manufactura del hierro, susceptible en nuestros días de millares de formas, en las que tanto se han distinguido Sheffield y Birmingham, Lieja, Solingen, Remscheid, Elberfeld, acusan Bilbao y su comarca una pobreza que les deprime. En cuanto a otras actividades, el gran sector textil y la industria editorial particularmente, de donde Cataluña entera, Barcelona sobre todo, derivan tan extraordinarios beneficios ique figura tan triste ofrece en ese terreno nuestra Villa!. Y respecto a su mecanismo circulatorio, al equipo de su gran puerto, y otras esferas de su acción ¡qué distancia no queda hasta llegar al perfeccionamiento que los nuevos tiempos reclaman!.

   Felizmente para nuestro solar, descuella, en la presente hora, un hecho tangible, preñado de posibilidades.  Es que, no obstante su empirismo, su limitada aplicación de la ciencia, en su gran época de progreso, dispone actualmente Vizcaya de una riqueza, más o menos movilizable, cuya fama se extiende no sólo a la Península entera, sino también al extranjero. De ella ha dado fe el reciente empréstito nacional, apareciendo la plaza de Bilbao con una suscripción de 7.300 millones de pesetas, es decir, cerca de 45 por 100 de la cantidad solicitada por, las 49 provincias.

   Hagamos de todas suertes caso omiso de esa actuación, engañosa cual es, por lo demás, y deprimente en cierto modo la mencionada cifra -que muchos vizcaínos hubiesen querido ver cristalizada en utillaje, fábricas regionales y empresas de todo género en España y América-, detengámonos, en cambio, un instante frente a una prueba más concreta: puntualicemos los rasgos básicos que dan a luz los balances de los establecimientos de crédito locales y otros datos fehacientes.

   Dicen estos, con fecha 30 de Junio último, que en Bilbao radica el siguiente activo: capitales nominales de los Bancos (sin contar los relacionados con las Agencias de otros establecimientos aquí domiciliados), pesetas 150.000.000; desembolsado, pesetas 91.750.000; reservas, pesetas 38.288.074; cajas de ahorros, 217.031.636 pesetas; cuentas corrientes acreedoras e imposiciones (incluso en Bancos fuera de Bilbao) pesetas 361.291.513; depósitos en valores en custodia (acciones y obligaciones diversas) en Bilbao y otros establecimientos, pesetas 2.828.815.545; si a esto se agrega el valor de las propiedades de los vizcaínos en América, pesetas 175.000.000, se deduce que nuestra plaza cuenta hoy con disponibilidades (metal, papel, etc.) cifradas en más de 3.700 millones de pesetas. Claro es que tiene ese activo su contrapartida en los préstamos concedidos por los Bancos; mas este capítulo va cubierto por los valores entregados en garantía. Teniendo por lo demás en cuenta que los depósitos de papel en custodia representan en Bolsa mucho más que la cifra señalada, siempre resultará que el potencial vizcaíno excede de CINCO MIL (5.000) MILLONES DE PESETAS, sin contar la riqueza local encarnada en los talleres personales. Sociedades comanditarias, propiedad urbana, etc., etc.

   No es dudoso que Vizcaya ha llegado a su tercera gran encrucijada en la Historia. Si en la primera vióse impulsada por el Renacimiento, y en la segunda —comenzada por los años 1860 a 1875— le abrió el invento de Henry Bessemer las puertas de una poderosa expansión, ahora, el singular ensanche de las riquezas del Señorío, promovido por la tragedia europea, y las posibilidades de la post-guerra, le brindan una etapa de la mayor brillantez, si sabe utilizar “científiamente” sus vastos recursos, su extensísimo crédito.

Bilbao: Los Altos Hornos
    Deberá su programa abarcar ocho grandes sectores de actividad: 1°, la intensificación sabia las industrias del suelo y pesqueras; 2°, el desarrollo, en varia forma, de su labor fabril y editorial, mejorando, si viable, el modelo de Cataluña; 3º, el progreso incesante de la capital, la urbe, dotándola de los más perfectos elementos docentes conocidos, Universidades, Museos, Bibliotecas, Palacio de Exposiciones, etcétera; 4°, el perfeccionamiento de su organización circulatoria, puerto, marina mercante (sin descuidar la trasatlántica de pasaje), ferrocarriles, carreteras; 5°, su intervención en negocios diversos fuera de Vizcaya, en la Península, ferroviarios, minero-hulleros e hidroeléctricos particularmente; 6°, el máximo desenvolvimiento practicable de sus relaciones intelectuales y materiales con América, las cooperaciones inclusive en empresas de allá, a ejemplo de Inglaterra sobre todo; 7°, el reajuste de su poderosísimo instrumento bancario dentro de un molde nuevo, comprensivo de activa acción por Ultramar, en armonía con el momento histórico; 8°, la explotación metódica de la atracción y el turismo regional, fundada en la Villa Universitaria, etc., los establecimientos de aguas medicinales de la provincia y limítrofes, y el Biarritz de España encarnado en la pintoresca Guecho.

   Qué duda cabe que Vizcaya dispone de medios para realizar un programa de ese calibre, acrecentador, en altísimo grado de su prosperidad y su cultura, al correr de los dos inmediatos decenios, a pesar del agotamiento de su reserva minera, cooperando, poderosamente, a la vez, en pro de la ansiada “España Mayor”. ¿Pero estarán a la plena altura de su misión trascendentalísima sus clases directoras?. “¡That is the question !”.

Publicado el 11 de Septiembre de 1.919

Por Julio de Lazúrtegui en el semanario ESPAÑA.

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