lunes, 7 de diciembre de 2015

Castro Urdiales, la villa que quiere cambiar de provincia.- 1925

Castro Urdiales, la villa que quiere cambiar de provincia.- 1925


Castro Urdiales en 1874. (1)-Interior del Puerto. (2)-Vista general de la población. (3)-Monasterio Arruinado. (4)-Puerta de la Parrera. (5)-Ensenada de Castro Urdiales y costa adyacente.
    He ido la primera desde Portugalete, por el camino más próximo a la costa; pero dejando a la derecha los dos montes Levantes que avanzan sobre el mar con sus casquetes cónicos, como centinelas avanzados de la ría bilbaína. Antes de llegar a Abando y de unirse a la carretera que viene de San Julián de Musques, corta ese camino el campo de batalla de 'Somorostro, y pocos kilómetros más allá penetra por La Rigada, en la provincia de Santander, donde ya se separa muy poco de los acantilados de la costa. La línea fronteriza es, en efecto, puramente arbitraria. Corren las mismas laderas de hayas y de robles hasta las últimas ondulaciones de los montes. Brezos, espinos y árgomas dan la nota agreste, donde el trabajo de los caseros ya ha mullido el terreno para plantar su huerto. No ha cambiado el color n¡ el tono del paisaje. Ni tampoco son distintos los edificios; y esto por una gran razón que se dirá más tarde. Si no encontráramos la advertencia escrita en un poste del camino y al lado la caseta de arbitrios, no nos daríamos cuenta del tránsito. Luego vienen los puertecitos mineros:

Ontón, Mioño, Losa. Sigue la carretera por el despeñadero de Salta-Caballo. No muy lejos de allí cayó hace poco tiempo un automóvil de D. Ramón de la Sota, muriendo en el accidente una de sus hijas y el padre Elizondo. Y desde esa altura, avanzando por uno de estos paisajes bravos que tienen por horizonte la inquietud del Cantábrico, se llega a Castro Urdiales. Y es curioso ver el contraste de la hosquedad de la tierra y la fiereza del mar con estas casitas limpias, blancas, pequeñas, que dan idea de una humanidad infantil. Tan recogidas, tan lindas, que empiezan a evocar ya la civilización de  las playas de moda; y es preciso entrar muy adentro en el corazón de la vieja Castro Urdíales para ver las viviendas do los marineros, que por su modestia y su rudeza están más a tono con la naturaleza de las peñas cántabras.



   He ido la segunda vez, en expedición inolvidable, con Valle-Inclán y con el doctor Areilza, persiguiendo ya un itinerario de la guerra civil, en dirección contraria a la marcha del ejército libertador, primero por el anfiteatro de Somorrostro y luego bajando hacia Galdames para buscar el alto do las Muñecas. Desde aquí hasta Castro Urdíales se extiende una llanura vastísima, cara al llano de las Encartaciones. También por este lado la sierra es igual de la parte de Vizcaya y de la parte de Santander.


   Y he ido también desde Las Arenas a Castro Urdiales en hidroplano. Viaje rapidísimo de diez minutos, para fondear dentro del puerto, en medio de la calurosa y ruidosa acogida de la pequeña marinería. El avión lo iguala todo. Separa el monte del llano y dibuja el camino que van siguiendo las cordilleras. Razona todas las diferencias de altitud, conduciendo los montes hasta verles morir en el mar. Pero no acierta a distinguir el término de una provincia y el principio de otra. Lo último  que puede decirnos, en el último giro de gaviota que traza sobre el pueblo antes de posarse en el agua, es que llega a una, venerable ciudad -grande o minúscula-; que salen a recibirle la torre ríe una iglesia gótica y los altos muros do un castillo en ruinas. Vetustez, antigüedad, recuerdos de pasados linajes y de trabajos y glorias pretéritas. La torre de la iglesia es mocha. Falta la aguja, y su aspecto es, más bien que el de un templo, el de una fortaleza. El castillo está convertido en faro, y al pie de la Torre del Homenaje, sobre las mismas rocas en que se asienta, comienza el espigón del puerto moderno. Generaciones de marinos seguirán lanzándose desde esas rocas a la lucha con el duro mar Cantábrico.
   Las traineras que aguardan dentro del puertecito viejo tienen, sin embargo, un aliento más que las antiguas. Tienen su motor. Los marinos  castreños de hoy, arriesgando menos, pueden aspirar a más.

Castro Urdiales en 1888. (1)-Iglesia de Santa Clara, castillo y ermita-mirador de Santa Ana. (2)-Torreón de la Barrera, demolido recientemente para la construcción del muelle Ocháran. (3)-Ruinas del convento de San Antón. (4)-La columna Miliaria. (5)-La puerta de Brazomar. (6)- La palmera de Santa Clara.
   Pero no es un puerto de Vizcaya el de Castro Urdíales, ni su comarca es vascongada. Lo que ocurre viniendo por la costa, por el llano o por el aire es que la Vizcaya tradicional, de raza, de lengua, de costumbres y de paisajes, la hemos dejado a la otra parte de la ría. Desde Portugalete para acá todo es Cantabria, en la primera, acepción, en la que reivindicó el buen padre Flórez. De las Encartaciones para arriba se habla castellano en todos los pueblos que hemos ido encontrando, pescadores o mineros del hierro o simplemente labradores. Por allí entra la tierra de Castilla hasta la misma margen del Ibaizabal, y no pueden diferenciarse en nada esos pueblecitos, ya estén a la derecha o a la izquierda de la línea fronteriza.


   Quizá la división provincial tuviera el acierto de reunir con la ribera vasca esta otra zona de las minas, que viene a ser como una pequeña zona del Rhur, industriosa y fabril. Gracias a ella ha sido posible la creación de una gran ciudad como Bilbao.

   Hoy es indiferente que la franja anexionada por Vizcaya sea un poco mayor. Los castreños sabrán en qué les favorece su agregación a Vizcaya, que probablemente no solicitarían si Santander fuera también provincia de régimen concertado. El concierto económico tiene más fuerza que los límites geográficos e históricos y sus ventajas son mucho menos discutibles. El éxito es fuerza, y la Diputación vizcaína puede hoy más que la de Santander, aunque nada hay eterno en la suerte y prosperidad de las regiones, y a esta provincia castellana le espera brillante porvenir.

Castro Urdiales en 1889.
Publicado el 10 de Enero de 1.925

Por Luis Bello en LA ESFERA.

2 comentarios:

  1. ¿por qué dice lo siguiente si está publicado en 1910 ?.: "persiguiendo ya un itinerario de la guerra civil"

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  2. En realidad el autor se refiere a la última guerra carlista (1872-1876), no a la guerra civil española (1936-1939).

    Un cordial saludo.

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