En Brazos de la caridad.-
1929
Casa donde residía Pedro Paris.
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La nota emocional
más acentuada de la catástrofe de Baracaldo ha sido la de los huérfanos del
desgraciado obrero Pedro Paris. Como se sabe, era éste natural de Calzada de
los Molinos, provincia de Palencia, y todavía joven, pues cifraría los treinta
años, hacía dos meses que había perdido a su esposa, víctima de cruel
enfermedad, que no solo se llevó para siempre a la joven madre de unas
criaturas, sino que acabó también con los escasos recursos de un hogar humilde.
Pedro París quedó viudo con tres niños en la más extrema indigencia. Entonces
su hermano Luis, que reside en el pueblo, se llevó a los dos mayores: una niña
de seis años y un niño de cuatro, quedándose Pedro con el pequeño, Florencio,
que tiene diez y ocho meses, y que su padre no tuvo valor para separarse de él.
Pedro París,
después de sus desdichas, empezó a trabajar afanosamente, con la esperanza de
rehacer pronto su hogar; acudía puntualmente al trabajo, y como dato revelador
de su difícil situación económica, observaron algunos compañeros que aun en los
días más lluviosos iba Pedro al trabajo por los caminos encharcados calzando
alpargatas; pero, eso sí, a sus niños nunca llegó a faltarles nada.
Cuando mayor era su
afán por mejorar de situación le sorprendió la catástrofe, dejándole gravemente
herido. El desventurado obrero fallecía a las pocas horas en el botiquín de la
fábrica, suplicando á los presentes con palabras desgarradoras que no abandonasen
a sus hijos.
Al ocurrir la desgracia fueron muchos los que
se preguntaron en qué situación quedarían los huérfanos de Pedro, máxime sabiendo
que el pequeñín vivía con su padre. Nosotros, cumpliendo el deber de
informadores, nos propusimos averiguarlo.
Personado en Baracaldo,
pregunté a unos obreros compañeros del finado por el domicilio del mismo, y me
acompañaron hasta las afueras del pueblo, poniéndome enfrente de un sendero que
se dirigía monte arriba. Avancé resueltamente, a pesar de la lluvia, que caía a
torrentes. La pendiente, algo pronunciada, y por otro lado la hierba mojada, mezclada
con la arcilla escurridiza, hacía el camino, más que intransitable, peligroso.
El pequeño Florencio en el patio de la
casa.
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Pasé por unos
prados y unas huertas, y sin saber cómo me encontré en el corral de una casa de
campo. Los ladridos furiosos de unos perros delataron mi presencia. Acudió el
dueño, a quien, después de pedirle mis excusas por el allanamiento de morada,
le pregunté por el domicilio del difunto, y me orientó hacia otra casa de campo
donde residía el obrero Pedro Paris (q. e. p. d.)
Aquí me salió al
paso otro can, quien al verme llegar con unos aparatos, creyó, sin duda, que yo
iba en plan de guerra, y por la actitud que tomó , el perro se veía bien claramente
que estaba dispuesto a vender cara la entrada de la vivienda. Atraído por los ladridos,
salió un niño a la puerta, que era precisamente el nene que yo buscaba. Al
aparecer el huérfano, el perro se puso imponente; temí que llegara a romper la cadena
y me devorase.
No está desamparado
el pequeño Florencio; a continuación salió una joven vestida de luto, cuñada
del difunto, quien cuidaba ya del hogar desde la muerte de su hermana. Con ella
vive el niño; además, al tener noticia de la catástrofe y del triste fin de su
hermano Pedro, llegó ya a Baracaldo Luis Paris, el que recogió a los dos mayores,
y que reside, como hemos dicho, en Calzada de los Molinos, de la provincia de
Palencia.
De todas formas, Luis,
es un pobre trabajador como Pedro, y ha de necesitar, para sacar a estos niños
adelante, de todo el apoyo que la caridad le preste. Como sabemos, la Sociedad
Altos Hornos ha donado la cantidad de doscientas mil pesetas, aparte de las
indemnizaciones legales, para las familias de las víctimas. El gobernador civil
socorrió también momentáneamente a los afectados por esta gran desgracia, y lo
mismo ha hecho el Gobierno. Además, el Ayuntamiento de Baracaldo, como rasgo
humanitario que le honra, ha encabezado una suscripción popular con diez mil pesetas.
Vista de los Altos Horno de Baracaldo,
desde la casa del infortunado obrero
Pedro Paris.
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Una nota
sentimental que conmueve fue el telegrama que se recibió ayer en el Gobierno civil,
que decía: “Encargóme de educación y alimento de un huérfano de Pedro París, víctima
catástrofe Baracaldo. Osuna, Quintana, I. Manuel Morales.”
Son también de
apreciar los ofrecimientos valiosos de los hermanos Agüero, Diego Mazquiarán, Fortuna,
Valeriano León, Camila Quiroga y otros.
¡Qué gran consuelo
se hubiera podido proporcionar a aquel alma atormentada del padre agonizante si
en aquellos tristes momentos alguien le hubiese dicho: “Pobre obrero, laborioso
y bueno, muere tranquilo, que tu última plegaria ha sido escuchada por la
Caridad!”
Publicado por Gil del Espinar el 6 de noviembre de 1.929
En Mundo Gráfico.
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