viernes, 26 de febrero de 2016

La casa del pueblo de Baracaldo.- 1930

La casa del pueblo de Baracaldo.- 1930

   Bilbao, la gran ciudad, la hermosa capital del antiguo señorío, la histórica villa del Nervión, gloria industrial de España y emporio de riqueza, tiene algo más que los Altos Hornos y el candente vigor de sus fraguas: tiene el esfuerzo templado de sus hijos que transforma en acción todas las inquietudes del pensamiento. Pueblo de luchas, de hondas y sentidas luchas sociales, ofrece campo abonado, como dice el gran Unamuno, para que allí fructifique una nueva política y salga idealizado el actual materialismo histórico.

Vista general de Baracaldo, la ciudad de los Altos Hornos, cuyas actividades proletarias parecen
convertirla en Meca del obrerismo
   Por eso yo, pobre viajero condenado a recorrer pueblos y más pueblos, tengo que hacer un alto en Baracaldo para no seguir siempre sobre las mismas rutas, admirando su característica, tan genuina de este pueblo esforzado.

   Cada país ha formado su ambiente expresándolo así en sus costumbres y a Baracaldo corresponde, en gracia suya, haber recogido la más viva manifestación del proletariado, erigiéndose en Meca del obrerismo en España.

   Justo es ofrecer al lector, ya que la ocasión se nos brinda propicia, una parte siquiera de sus actividades en el terreno de las actuaciones sociales, recogiendo sobre las cuartillas todos los latidos, todas las palpitaciones y todas las aspiraciones de esta Vizcaya social que trabaja y se afana por el engrandecimiento moral de España, ayudada por sus obreros, que desde sus modestas organizaciones encarnan el más fervoroso espíritu social.

LO QUE SON LAS CASAS DEL PUEBLO
   Las casas del Pueblo tienen como especial misión la de acoger al obrero en su seno, orientándole principalmente en las luchas del capital y el trabajo. Son tribunas abiertas a todos los ideales generosos y nobles; cátedras que regulan la actividad y conducta del obrero, dotándole de una conciencia moral, vigorosa y amplia, sin más limitación que la que impone, naturalmente el espíritu de clase, sin el cual el obrero perdería su condición de tal. También constituyen un verdadero vivero de ciudadanía, adonde acuden solícitos en busca de estímulo cuantos sienten una legítima preocupación por la cosa pública. Ellas influyen evidentemente en todas las manifestaciones de la vida nacional, y así lo han reconocido los Gobiernas de casi todos los países acudiendo a ellos las más de las veces en busca de una colaboración ciudadana. Y es que el sentimiento sagrado del derecho ha penetrado en ellas, y ya no es posible volver la espalda a la realidad. Hoy son cientos de miles los obreros que acuden allí, empleándose en la elaboración de un mismo protocolo: la justicia social. Cada obrero por si es ejecutor de operaciones parciales, de cuyo conjunto surgirá la victoria anhelada. ¿Será preciso añadir, sean cuales fueren las razones contrarias, que hoy nos manifiesta la influencia del obrerismo en la vida social y política de un país medianamente próspero?.

   He ahí por qué las Casas del Pueblo merecen preferentemente nuestra atención como verdaderas escuelas de ciudadanía, difíciles de reemplazar en nuestros días. Su papel se parece mucho al die una Municipalidad que mantiene ciertas condiciones de trabajo en pro de los obreros, al lado de otras aspiraciones de carácter general que afectan a la economía, a la salubridad y a la higiene de un pueblo. De ejemplo nobilísimo puede servir a nuestros lectores la Casa del Pueblo de Baracaldo, modelo de instituciones de esta índole, que en orden a la legislación y gobierno de su pueblo encierra el ideal de los obreros bilbaínos.

El nuevo edificio en construcción de la Casa del Pueblo, en el que
han puesto sus afanes los obreros que lo han levantado.
LA OBRA SOCIAL SE FORMA Y SE ACRECIENTA
   No es mi prurito, ni mucho menos, descubrir nada nuevo, sino ofrecer lo ya conocido; por eso he dirigido mis pasos hacia esta Casa, una de las principales de España, en busca de los humildes y abnegados proletarios.

   En la misma puerta he sorprendido al presidente de la Federación Local, Baldomero Álvarez, hombre fuerte y luchador.
   A los pocos minutos compartíamos amigablemente en íntima conversación.
- ¿Cuándo se fundó la Casa del Pueblo?.

- En el año 1911- me responde -. Costó tan magna como bienhechora idea muchos sacrificios difíciles de enumerar. Contribuyeron a fundarla distintos Sindicatos, entre ellos el Metalúrgico, Minero, Oficios Varios, Construcción y la Agrupación Socialista.
   Más tarde se incorporaron a nosotros los dependientes de comercio y obreros del mueble. No tardaron todos ellos en reconocer las ventajas de la organización, engrosando nuestras filas distintos sectores que habían permanecido hasta entonces indiferentes.
   Mi primer Congreso obrero de Vizcaya se celebró hará próximamente veinte años, y bien definidas dejó las aspiraciones proletarias: jomada de ocho horas, seguro contra el paro, retiro obrero; en fin..., aspiraciones que han sido satisfechas en parte por el progreso de los tiempos, habiéndose muchas de ellas convertido en realidad.
   La obra social subía porque el entusiasmo iba adquiriendo caracteres imponentes. Los obreros todos desarrollaron su actividad en las luchas sociales, y muy pronto acudimos a los colegios electorales, obteniendo provechosos resultados.

_¿Quiénes fueron los primeros representantes en el Municipio?.

­_Mauro y Francisco Ozaita, Evaristo Fernández, Pedro Ortega, Agustín Grondrán, Vitórica, Arias y Vidal.
   La labor desarrollada por nosotros en el Municipio dio sus consabidos frutos, consiguiéndose, merced a nuestro esfuerzo, la reglamentación de muchísimos servicios que afectan al bienestar público: municipalización de todos los servicios de matadero, estableciéndose tablas reguladoras para la venta de camas; colonias escolares (una funciona actualmente debido a nuestro celo); pensiones para los inutilizados; fundación de escuelas, y ponga usted aquí etc., etc. Y ya lo ve usted –me dice con gran satisfacción-, hoy la Casa del Pueblo, gracias al esfuerzo de todos, dispone de una organización estable y fija, de unos estatutos que fijan sus finalidades y de un espíritu que marca sus orientaciones.

LA CASA DEL PUEBLO, SENCILLA EN SU ARQUITECTURA, ES RICA EN IDEÓLOGIA
   El edificio destinado a Casa del Pueblo (que se está construyendo en la actualidad) es propiedad de las Sociedades que integran la Federación Local; es un edificio sencillo, construido palmo a palmo y ladrillo sobre ladrillo, en el que han ido poniendo sus afanes millares de obreros que hoy se envanecen justamente de su obra. En conjunto se inspira en los principios de sobriedad arquitectónica mucho más que en el aparato externo. La fotografía que ha tomado mi compañero bien reproduce su sencillez.    
   Añadamos, sin embargo, que sobre su tonalidad empobrecida resplandecen bellas perspectivas que sirven de luminaria a la actuación del proletariado.
_¿Cuánto ha costado tan soberbio edificio?.
_Doscientas mil pesetas –responde mi entrevistado-. Las Sociedades obreras de la localidad han aportado cien mil, y el resto se ha conseguido mediante un préstamo que ha hecho la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao.
_¿A pagar cómo?
_Los intereses por trimestres vencidos y el capital en treinta años.
_¿Han satisfecho ustedes algún plazo?.
_Todavía nada -me responde. Pero en la respuesta se advierte un aire de optimismo muy confortable y halagador.

LA ORGANIZACIÓN OBRERA, SALVAGUARDIA DE LOS INTERESES DEL PROLETARIADO
_¿Qué ventajas encuentra usted en la organización?.
_Enormes. Mientras no hubo Asociaciones obreras la práctica venía condenando a los trabajadores al entero capricho del patrono. Así está la historia del siglo XIX con su consabida receta ilícita de iniquidades y crueles experiencias. Su desenlace nos ha enseñado el género de abusos que permitía el régimen de libertad absoluta del trabajo. Y son pocos los países, sean cuales fueren sus Gobiernos, que no obligan al legislador a intervenir en tales casos. Hasta la misma España, que no ha ido muy adelantada en estas cuestiones, ha, tenido que ir a la organización paritaria.
_¿Pero ustedes creen en la eficacia de esos Comités?.
_Indudablemente. Pues esas Juntas de obreros y patronos que hoy no parecen nada pueden llegar en muchos casos a la verdadera solución del conflicto. Podemos decir también, sin temor a equivocarnos, que han atenuado, en parte, la lucha de clases, y ésta, sin perder su sana orientación, ha evolucionado hacia las normas legítimas del Derecho. Y en el terreno práctico no hay por qué ocultar que benefician al obrero, mucho más si se las compara con las antiguas Juntas de Reformas Sociales, en las que no imperaba mas que el criterio del cura, del cacique; nunca el de los trabajadores

LOS ESCASOS JORNALES QUE DISFRUTAN ALGUNOS OBREROS RECLAMAN LA URGENTE INTERVENCIÓN DEL LEGISLADOR
   Mucho interesan las ideas que aporta mi interlocutor a esta información; pero entre todas ellas acaso sea la más interesante ésta, que refleja la miseria a que están condenados numerosos obreros, a los
que la insuficiencia de sus sálanos no les permite no ya vivir, que sería alcanzar el cielo, sino malcomer, que es la primera y más urgente de las necesidades del hombre.
_Y por si alguien pusiera en tela de juicio la veracidad de mis afirmaciones, ahí van datos- me dice el presidente.
   Un guardabarrera gana en la actualidad de 3 a 4,50 pesetas diarias, obligándosele a jornadas de diez y doce horas. Un peón de fábrica, por lo general, de 5 a 6, con el duro trabajo que en muchas partes suele tener este cometido. El jornal de un repartidor de pan o de leche oscila igualmente entre las 5 y 6 pesetas.
_Pues en lo que afecta a la mujer, doble peor- exclama uno de los obreros que escucha nuestra conversación.
_La cortadora de encajes tiene jornales de 1,25 a 2,50 diarias. Muchas pantaloneras ganan por cada pieza 0,50, y vienen a hacer unas cuatro al día. La rematadora de camisas, 0,80 por camisa, y suele hacer unas dos cada día. Las tejedoras e hilanderas no quiero decir hasta dónde llegan, juntamente con las claveras, que no pasa ninguna de catorce reales.
_¿Cómo pueden vivir de ese modo?.
_Como Dios quiere; unas, ayudando en su trabajo con las hijas, niñas menores de trece años muchas de ellas; otras, realizando un trabajo superior a sus fuerzas físicas.
_Así es. La vida de esas pobres mujeres, muchas con niños pequeños a quienes procurar el sustento, merecería una atención que no se le presta por parte de todos. Su vida miserable y heroica no es vida, es una serie fatigosa de trabajos incesantes, a menudo muy duros, proseguidos en condiciones insalubres, con viviendas antihigiénicas y sometidas a un esfuerzo excesivo.

Nuestro compañero José Racamonde recogiendo sobre las cuartillas las aspiraciones de los obreros
bilbaínos
LA POCA ATENCIÓN QUE LOS GOBIERNOS PRESTAN AL MALESTAR DE LOS TRABAJADORES OBLIGA A ESTOS A INTERVENIR EN LA VIDA POLÍTICA DE UN PAÍS
   Los principales elementos de vida, después del alimento, son el aire, la luz y el agua. Por eso es difícil que la vida de los trabajadores se desenvuelva en un ambiente risueño y confortable. La vivienda pequeña y maloliente, adonde no penetra, la luz vivificante del sol; las paredes que limitan su estrecho e infeccioso horizonte; la alimentación escasa e insuficiente a que se condena al obrero en muchos casos, es causa no ya del malestar social, sino también de la pérdida de energías productivas.
   Eso reclama al obrero en la vida política de los pueblos, en tanto los Gobiernos no se preocupen de resolverlo.

EL ESFUERZO DE LOS TRABA.JADORES, FUENTE PROVECHOSA Y VERDADERA DE UNA PROSPERA ECONOMÍA NACIONAL
   Baracaldo tiene cerca de diez mil obreros, hermosa cifra que es un honor para este pueblo eminentemente industrial, porque revela la fortaleza, el vigor de estos trabajadores, ya que ellos rinden diariamente el fruto intenso de sus fatigas, tan provechoso para la economía nacional.
_Resulta estéril- me dice mi buen amigo- el esfuerzo de algunos gobernantes modernos de querer impulsar la obra económica nacional. Proteger la economía y no amparar al obrero es un contrasentido. En nuestro concepto se debe, de una manera más general, afirmar que el interés nacional será grave y evidentemente comprometido siempre que las condiciones de trabajo pongan en peligro la existencia o vitalidad de la clase obrera.
_¿Qué será de esta familia si la escasez del jornal obliga a la esposa y madre a abandonar el cuidado de sus hijos y de su hogar para tener que ir a buscar el pan?.
   Nadie dudará las graves consecuencias que esto acarrea para el progreso de un pueblo. El catolicismo ha reclamado siempre para sí la defensa de la familia y de la sociedad.    Pero ¡ pobre familia si no se reintegra a la madre a las leyes naturales y humanas !. ¡Pobre sociedad si se deja al obrero en la imposibilidad de cumplir los deberes que como ciudadano le incumben!.
   Ni la una ni la otra podrán subsistir no basándolas en la fuerza y en el valor de los individuos que las componen.
   Las palabras de este obrero concienzudo y culto, llenas todas ellas de una gran pasión, van conquistando mi ánimo poco a poco.

EL PROBLEMA SOCIAL TIENE SU ASIENTO EN LA CASA DEL PUEBLO
   El problema social uno de los problemas más arduos, y que, pese a los trabajos para combatirlo, hoy subsiste con la misma intensidad que ayer. A las Casas del Pueblo debe recurrirse, por tanto, si se quiere encontrar en parte la solución del conflicto, porque allí es donde se manifiesta una mayor actividad por estos problemas descuidados por muchos hombres de ciencia e incomprendido por otros que se han venido titulando intelectuales.
   Las Casas del Pueblo, sin embargo, sin tener diplomas de doctas y careciendo de los más indispensables medios culturales, han realizado en el seno de las masas proletarias una labor altamente educadora y cívica, interpretando mejor que nadie el momento histórico que vivimos.
   La ciencia de la vida, superflua para los cerebros mediocres, se refugia hoy en la Casa del Pueblo. En ella se adquieren las verdaderas enseñanzas humanas, y en ella se forman los verdaderos entendimientos prácticos, bien armados y dispuestas para la lucha por la vida.
_Los verdaderos rudimentos del Derecho han entrado en nuestros programas, junto con el más pleno sentido de la ética; el arte como disciplina de la Naturaleza va adquiriendo en nosotros un estado práctico y racional; la ciencia se completa en nosotros, que la incorporamos a la vida; la educación física va acompañada con ejercicios que sólo el obrero practica.
   Pocos degenerados mentales encontrará usted entre los trabajadores y escasos neurasténicos, como es frecuente observar en personas que viven un ambiente enfermizo.
   En efecto -pienso para mí- . El día que el obrero se dé cuenta del alto grado que ocupa será el día de una verdadera transformación social.

El nuevo edificio de la Casa del Pueblo.
LA CLASE TRABAJADORA, CAPACITADA PARA INTERVENIR EN LA VIDA PÚBLICA
_¿Cree usted que los obreros se hallan capacitados paira intervenir de un modo decisivo en la vida política española?.
_Capacitadísimos -me responde-. Los obreros disponemos hoy de elementos muy preciados para ello. Por otra parte, un país que ha tenido en la política tantas mediocridades no se va a mostrar exigente con nosotros.
   La cultura ya ha dejado de ser patrimonio de unos cuantos para convertirse, de privilegio que era, en fuente de derecho público.
   La Prensa, divulgando conocimientos y practicando métodos, ha puesto la cultura, que antes se encerraba en los paraninfos, al alcance del pueblo, realizando con ello una de las más trascendentales obras de la democracia. Y a nadie puede extrañar que la clase obrera, atenta siempre a su emancipación, haya aprovechado esta circunstancia como otras tantas que nos ha traído el progreso.
­_¿Cree que la opinión pública está en pro de la causa obrera?.
_Totalmente no. En su masa permanece indiferente, desconfiada. No se ha convencido lo bastante de nuestra actuación ni de la eficacia del remedio; pero nosotros seguiremos laborando como siempre, y mucho más cuando se nos garanticen los más indispensables derechos de ciudadanía.
   Siendo así –exclama-  mejor para  nosotros y mejor también para ellos porque la intervención de la clase trabajadora en la vida de un pueblo afirma el centro de gravedad de la política en general y da a la vida nacional un ritmo de orden, de serenidad y de cordura. Esto lo saben muy bien los grandes gobernantes, que procuran por todos los medios imaginables la colaboración del proletariado a la obra regeneradora de la sociedad.
_Pero ustedes son partidarios de un sistema político determinado. -afirmo yo.
_Ni siquiera. Entre los obreros organizados los encontrará usted de todas las tendencias. Lo que ocurre es que la clases obrera, como tal no puede permanecer indiferente ante los numerosos problemas que se le presentan y reconoce ante todo, como es lógico, su existencia vital.
   Nosotros no queremos la lucha de clases; la reconocemos, que no es igual.
_Luego ustedes son socialistas.
_Si a eso le llaman socialismo, pues sí, señor, lo somos; mejor dicho, lo debemos ser.

COMO  DEFINEN Y ENTIENDEN El SOCIALISMO LOS OBREROS
_¿Cómo entienden ustedes el socialismo?
_Para nosotros más que un sistema político es una escuela económica que dirige los esfuerzos hacia las entidades corporativas. Los Sindicatos, las Cooperativas, las Organizaciones en general. Todas las individualidades, por indistintas que sean, han de supeditarse al bien común.
   ¿Qué sería de la Humanidad de no ser así?. Por eso los obreros, que no podemos marchar por la vida sin el auxilio mutuo de unos con otros, tenemos el deber ineludible de unirnos y organizarnos. Esa es nuestra táctica y nuestra orientación política. Todo lo demás se nos agrega por añadidura. Existe el prurito muy generalizado entre nuestros adversarios de atribuirnos métodos y orientaciones que no entran en nuestro ideario ni es nuestra manera de ser. No pretendemos la igualdad absoluta, como suponen equivocadamente algunos de nuestros enemigos; lo que anhelamos es sencillamente las mismas condiciones para todos desde el punto de partida. Un hombre, al nacer, debe encontrarse en idénticas circunstancias de supervivencia que los demás. No comprendemos que a unos se les limite el radio de acción para defenderse en la vida, mientras otros se encuentran con el horizonte sumamente despejado.
   Hay que dotar a todos con las mismas armas de defensa para la lucha humana. Ya habrá tiempo más tarde de establecer diferencias cuando el esfuerzo, el talento, el mérito, o la voluntad se encarguen de encumbrar a unos y postergar a otros.
   Las razones alegadas por mi entrevistado tienen un ferviente amor a la causa del proletariado, y están dichas con tal pasión que el reportero no puede ocultar que se halla emocionado al recogerlas...

Publicado el 25 de Febrero de 1.930 por José Racamonde

En el Heraldo de Madrid.


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