La casa del pueblo de
Baracaldo.- 1930
Bilbao, la gran ciudad, la hermosa
capital del antiguo señorío, la histórica villa del Nervión, gloria industrial
de España y emporio de riqueza, tiene algo más que los Altos Hornos y el
candente vigor de sus fraguas: tiene el esfuerzo templado de sus hijos que
transforma en acción todas las inquietudes del pensamiento. Pueblo de luchas,
de hondas y sentidas luchas sociales, ofrece campo abonado, como dice el gran
Unamuno, para que allí fructifique una nueva política y salga idealizado el
actual materialismo histórico.
Vista general de Baracaldo, la ciudad
de los Altos Hornos, cuyas actividades proletarias parecen
convertirla en Meca del obrerismo
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Por eso yo, pobre viajero
condenado a recorrer pueblos y más pueblos, tengo que hacer un alto en
Baracaldo para no seguir siempre sobre las mismas rutas, admirando su característica,
tan genuina de este pueblo esforzado.
Cada país ha formado su ambiente
expresándolo así en sus costumbres y a Baracaldo corresponde, en gracia suya,
haber recogido la más viva manifestación del proletariado, erigiéndose en Meca
del obrerismo en España.
Justo es ofrecer al lector, ya
que la ocasión se nos brinda propicia, una parte siquiera de sus actividades en
el terreno de las actuaciones sociales, recogiendo sobre las cuartillas todos
los latidos, todas las palpitaciones y todas las aspiraciones de esta Vizcaya
social que trabaja y se afana por el engrandecimiento moral de España, ayudada
por sus obreros, que desde sus modestas organizaciones encarnan el más
fervoroso espíritu social.
LO QUE SON LAS CASAS DEL PUEBLO
Las casas del Pueblo
tienen como especial misión la de acoger al obrero en su seno, orientándole principalmente
en las luchas del capital y el trabajo. Son tribunas abiertas a todos los
ideales generosos y nobles; cátedras que regulan la actividad y conducta del obrero,
dotándole de una conciencia moral, vigorosa y amplia, sin más limitación
que la que impone, naturalmente el espíritu de clase, sin el cual el obrero
perdería su condición de tal. También constituyen un verdadero vivero de
ciudadanía, adonde acuden solícitos en busca de estímulo cuantos sienten una
legítima preocupación por la cosa pública. Ellas influyen evidentemente en
todas las manifestaciones de la vida nacional, y así lo han reconocido los
Gobiernas de casi todos los países acudiendo a ellos las más de las
veces en busca de una colaboración ciudadana. Y es que el sentimiento sagrado
del derecho ha penetrado en ellas, y ya no es posible volver la espalda a la
realidad. Hoy son cientos de miles los obreros que acuden allí, empleándose en
la elaboración de un mismo protocolo: la justicia social. Cada obrero por si es
ejecutor de operaciones parciales, de cuyo conjunto surgirá la victoria anhelada.
¿Será preciso añadir, sean cuales fueren las razones contrarias, que hoy nos
manifiesta la influencia del obrerismo en la vida social y política de un país medianamente
próspero?.
He ahí por qué las
Casas del Pueblo merecen preferentemente nuestra atención como verdaderas escuelas
de ciudadanía, difíciles de reemplazar en nuestros días. Su papel se parece mucho
al die una Municipalidad que mantiene ciertas condiciones de trabajo en pro de
los obreros, al lado de otras aspiraciones de carácter general que afectan a la
economía, a la salubridad y a la higiene de un pueblo. De ejemplo nobilísimo
puede servir a nuestros lectores la Casa del Pueblo de Baracaldo, modelo de
instituciones de esta índole, que en orden a la legislación y gobierno de su pueblo
encierra el ideal de los obreros bilbaínos.
El nuevo edificio en construcción de la
Casa del Pueblo, en el que
han puesto sus afanes los obreros que
lo han levantado.
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LA
OBRA SOCIAL SE FORMA Y SE ACRECIENTA
No es mi prurito,
ni mucho menos, descubrir nada nuevo, sino ofrecer lo ya conocido; por eso he
dirigido mis pasos hacia esta Casa, una de las principales de España, en busca de
los humildes y abnegados proletarios.
En la misma puerta
he sorprendido al presidente de la Federación Local, Baldomero Álvarez, hombre fuerte
y luchador.
A los pocos minutos
compartíamos amigablemente en íntima conversación.
- ¿Cuándo se fundó la Casa del Pueblo?.
- En el año 1911- me responde -. Costó tan magna como
bienhechora idea muchos sacrificios difíciles de enumerar. Contribuyeron a
fundarla distintos Sindicatos, entre ellos el Metalúrgico, Minero, Oficios
Varios, Construcción y la Agrupación Socialista.
Más tarde se
incorporaron a nosotros los dependientes de comercio y obreros del mueble. No
tardaron todos ellos en reconocer las ventajas de la organización, engrosando nuestras
filas distintos sectores que habían permanecido hasta entonces indiferentes.
Mi primer Congreso
obrero de Vizcaya se celebró hará próximamente veinte años, y bien definidas
dejó las aspiraciones proletarias: jomada de ocho horas, seguro contra el paro,
retiro obrero; en fin..., aspiraciones que han sido satisfechas en parte por el
progreso de los tiempos, habiéndose muchas de ellas convertido en realidad.
La obra social
subía porque el entusiasmo iba adquiriendo caracteres imponentes. Los obreros
todos desarrollaron su actividad en las luchas sociales, y muy pronto acudimos a
los colegios electorales, obteniendo provechosos resultados.
_¿Quiénes fueron los primeros representantes en el
Municipio?.
_Mauro y Francisco Ozaita, Evaristo Fernández, Pedro
Ortega, Agustín Grondrán, Vitórica, Arias y Vidal.
La labor
desarrollada por nosotros en el Municipio dio sus consabidos frutos,
consiguiéndose, merced a nuestro esfuerzo, la reglamentación de muchísimos
servicios que afectan al bienestar público: municipalización de todos los
servicios de matadero, estableciéndose tablas reguladoras para la venta
de camas; colonias escolares (una funciona actualmente debido a nuestro celo);
pensiones para los inutilizados; fundación de escuelas, y ponga usted aquí
etc., etc. Y ya lo ve usted –me dice con gran satisfacción-, hoy la Casa del
Pueblo, gracias al esfuerzo de todos, dispone de una organización estable y
fija, de unos estatutos que fijan sus finalidades y de un espíritu que marca
sus orientaciones.
LA CASA DEL PUEBLO, SENCILLA EN SU ARQUITECTURA, ES RICA EN
IDEÓLOGIA
El edificio
destinado a Casa del Pueblo (que se está construyendo en la actualidad) es propiedad
de las Sociedades que integran la Federación Local; es un edificio sencillo, construido
palmo a palmo y ladrillo sobre ladrillo, en el que han ido poniendo sus afanes
millares de obreros que hoy se envanecen justamente de su obra. En conjunto se inspira
en los principios de sobriedad arquitectónica mucho más que en el aparato externo.
La fotografía que ha tomado mi compañero bien reproduce su sencillez.
Añadamos, sin
embargo, que sobre su tonalidad empobrecida resplandecen bellas perspectivas que
sirven de luminaria a la actuación del proletariado.
_¿Cuánto
ha costado tan soberbio edificio?.
_Doscientas mil pesetas –responde mi entrevistado-. Las
Sociedades obreras de la localidad han aportado cien mil, y el resto se ha conseguido
mediante un préstamo que ha hecho la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao.
_¿A pagar cómo?
_Los intereses por trimestres vencidos y el capital en
treinta años.
_¿Han satisfecho ustedes algún plazo?.
_Todavía nada -me responde. Pero en la respuesta se advierte
un aire de optimismo muy confortable y halagador.
LA ORGANIZACIÓN OBRERA, SALVAGUARDIA DE LOS INTERESES DEL
PROLETARIADO
_¿Qué ventajas encuentra usted en la organización?.
_Enormes. Mientras no hubo Asociaciones obreras la práctica
venía condenando a los trabajadores al entero capricho del patrono. Así está la
historia del siglo XIX con su consabida receta ilícita de iniquidades y crueles
experiencias. Su desenlace nos ha enseñado el género de abusos que permitía el
régimen de libertad absoluta del trabajo. Y son pocos los países, sean cuales
fueren sus Gobiernos, que no obligan al legislador a intervenir en tales casos.
Hasta la misma España, que no ha ido muy adelantada en estas cuestiones, ha, tenido
que ir a la organización paritaria.
_¿Pero ustedes creen en la eficacia de esos Comités?.
_Indudablemente. Pues esas Juntas de obreros y patronos que
hoy no parecen nada pueden llegar en muchos casos a la verdadera solución del
conflicto. Podemos decir también, sin temor a equivocarnos, que han atenuado,
en parte, la lucha de clases, y ésta, sin perder su sana orientación, ha
evolucionado hacia las normas legítimas del Derecho. Y en el terreno práctico
no hay por qué ocultar que benefician al obrero, mucho más si se las compara
con las antiguas Juntas de Reformas Sociales, en las que no imperaba mas que el
criterio del cura, del cacique; nunca el de los trabajadores
LOS ESCASOS JORNALES QUE DISFRUTAN ALGUNOS OBREROS RECLAMAN
LA URGENTE INTERVENCIÓN DEL LEGISLADOR
Mucho interesan las
ideas que aporta mi interlocutor a esta información; pero entre todas ellas
acaso sea la más interesante ésta, que refleja la miseria a que están condenados
numerosos obreros, a los
que la insuficiencia de sus sálanos no les permite no ya
vivir, que sería alcanzar el cielo, sino malcomer, que es la primera y más urgente
de las necesidades del hombre.
_Y por si alguien pusiera en tela de juicio la veracidad de
mis afirmaciones, ahí van datos- me dice el presidente.
Un guardabarrera
gana en la actualidad de 3 a 4,50 pesetas diarias, obligándosele a jornadas de
diez y doce horas. Un peón de fábrica, por lo general, de 5 a 6, con el duro
trabajo que en muchas partes suele tener este cometido. El jornal de un repartidor
de pan o de leche oscila igualmente entre las 5 y 6 pesetas.
_Pues en lo que afecta a la mujer, doble peor- exclama uno
de los obreros que escucha nuestra conversación.
_La cortadora de encajes tiene jornales de 1,25 a 2,50
diarias. Muchas pantaloneras ganan por cada pieza 0,50, y vienen a hacer unas
cuatro al día. La rematadora de camisas, 0,80 por camisa, y suele hacer unas
dos cada día. Las tejedoras e hilanderas no quiero decir hasta dónde llegan,
juntamente con las claveras, que no pasa ninguna de catorce reales.
_¿Cómo pueden vivir de ese modo?.
_Como Dios quiere; unas, ayudando en su trabajo con las
hijas, niñas menores de trece años muchas de ellas; otras, realizando un
trabajo superior a sus fuerzas físicas.
_Así es. La vida de esas pobres mujeres, muchas con niños
pequeños a quienes procurar el sustento, merecería una atención que no se le
presta por parte de todos. Su vida miserable y heroica no es vida, es una serie
fatigosa de trabajos incesantes, a menudo muy duros, proseguidos en condiciones
insalubres, con viviendas antihigiénicas y sometidas a un esfuerzo excesivo.
Nuestro compañero José Racamonde
recogiendo sobre las cuartillas las aspiraciones de los obreros
bilbaínos |
LA POCA ATENCIÓN QUE LOS GOBIERNOS PRESTAN AL MALESTAR DE
LOS TRABAJADORES OBLIGA A ESTOS A INTERVENIR EN LA VIDA POLÍTICA DE UN PAÍS
Los principales elementos de vida, después
del alimento, son el aire, la luz y el agua. Por eso es difícil que la vida de
los trabajadores se desenvuelva en un ambiente risueño y confortable. La
vivienda pequeña y maloliente, adonde no penetra, la luz vivificante del sol;
las paredes que limitan su estrecho e infeccioso horizonte; la alimentación
escasa e insuficiente a que se condena al obrero en muchos casos, es causa no
ya del malestar social, sino también de la pérdida de energías productivas.
Eso reclama al
obrero en la vida política de los pueblos, en tanto los Gobiernos no se
preocupen de resolverlo.
EL ESFUERZO DE LOS TRABA.JADORES, FUENTE PROVECHOSA Y
VERDADERA DE UNA PROSPERA ECONOMÍA NACIONAL
Baracaldo tiene
cerca de diez mil obreros, hermosa cifra que es un honor para este pueblo
eminentemente industrial, porque revela la fortaleza, el vigor de estos
trabajadores, ya que ellos rinden diariamente el fruto intenso de sus fatigas,
tan provechoso para la economía nacional.
_Resulta estéril- me dice mi buen amigo- el esfuerzo de
algunos gobernantes modernos de querer impulsar la obra económica nacional.
Proteger la economía y no amparar al obrero es un contrasentido. En nuestro
concepto se debe, de una manera más general, afirmar que el interés nacional
será grave y evidentemente comprometido siempre que las condiciones de trabajo
pongan en peligro la existencia o vitalidad de la clase obrera.
_¿Qué será de esta familia si la escasez del jornal obliga a
la esposa y madre a abandonar el cuidado de sus hijos y de su hogar para tener que
ir a buscar el pan?.
Nadie dudará las
graves consecuencias que esto acarrea para el progreso de un pueblo. El
catolicismo ha reclamado siempre para sí la defensa de la familia y de la sociedad. Pero ¡ pobre familia si no se reintegra a
la madre a las leyes naturales y humanas !. ¡Pobre sociedad si se deja al
obrero en la imposibilidad de cumplir los deberes que como ciudadano le
incumben!.
Ni la una ni la
otra podrán subsistir no basándolas en la fuerza y en el valor de los
individuos que las componen.
Las palabras de
este obrero concienzudo y culto, llenas todas ellas de una gran pasión, van
conquistando mi ánimo poco a poco.
EL PROBLEMA SOCIAL
TIENE SU ASIENTO EN LA CASA DEL PUEBLO
El problema social uno de los problemas
más arduos, y que, pese a los trabajos para combatirlo, hoy subsiste con la
misma intensidad que ayer. A las Casas del Pueblo debe recurrirse, por tanto,
si se quiere encontrar en parte la solución del conflicto, porque allí es donde
se manifiesta una mayor actividad por estos problemas descuidados por muchos hombres
de ciencia e incomprendido por otros que se han venido titulando intelectuales.
Las Casas del
Pueblo, sin embargo, sin tener diplomas de doctas y careciendo de los más
indispensables medios culturales, han realizado en el seno de las masas
proletarias una labor altamente educadora y cívica, interpretando mejor que
nadie el momento histórico que vivimos.
La ciencia de la
vida, superflua para los cerebros mediocres, se refugia hoy en la Casa del
Pueblo. En ella se adquieren las verdaderas enseñanzas humanas, y en ella se
forman los verdaderos entendimientos prácticos, bien armados y dispuestas para la
lucha por la vida.
_Los verdaderos rudimentos del Derecho han entrado en
nuestros programas, junto con el más pleno sentido de la ética; el arte como
disciplina de la Naturaleza va adquiriendo en nosotros un estado práctico y racional;
la ciencia se completa en nosotros, que la incorporamos a la vida; la educación
física va acompañada con ejercicios que sólo el obrero practica.
Pocos degenerados
mentales encontrará usted entre los trabajadores y escasos neurasténicos, como
es frecuente observar en personas que viven un ambiente enfermizo.
En efecto -pienso para
mí- . El día que el obrero se dé cuenta del alto grado que ocupa será el día de
una verdadera transformación social.
El nuevo
edificio de la Casa del Pueblo.
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LA CLASE TRABAJADORA, CAPACITADA PARA
INTERVENIR EN LA VIDA PÚBLICA
_¿Cree usted que los obreros se hallan capacitados paira
intervenir de un modo decisivo en la vida política española?.
_Capacitadísimos -me responde-. Los obreros disponemos hoy
de elementos muy preciados para ello. Por otra parte, un país que ha tenido en la
política tantas mediocridades no se va a mostrar exigente con nosotros.
La cultura ya ha
dejado de ser patrimonio de unos cuantos para convertirse, de privilegio que
era, en fuente de derecho público.
La Prensa,
divulgando conocimientos y practicando métodos, ha puesto la cultura, que antes
se encerraba en los paraninfos, al alcance del pueblo, realizando con ello una
de las más trascendentales obras de la democracia. Y a nadie puede extrañar que
la clase obrera, atenta siempre a su emancipación, haya aprovechado esta
circunstancia como otras tantas que nos ha traído el progreso.
_¿Cree que la opinión pública está en pro de la causa obrera?.
_Totalmente no. En su masa permanece indiferente,
desconfiada. No se ha convencido lo bastante de nuestra actuación ni de la
eficacia del remedio; pero nosotros seguiremos laborando como siempre, y mucho
más cuando se nos garanticen los más indispensables derechos de ciudadanía.
Siendo así –exclama-
mejor para nosotros y mejor también para ellos porque la
intervención de la clase trabajadora en la vida de un pueblo afirma el centro
de gravedad de la política en general y da a la vida nacional un ritmo de
orden, de serenidad y de cordura. Esto lo saben muy bien los grandes gobernantes,
que procuran por todos los medios imaginables la colaboración del proletariado a
la obra regeneradora de la sociedad.
_Pero ustedes son partidarios de un sistema político determinado.
-afirmo yo.
_Ni siquiera. Entre los obreros organizados los encontrará
usted de todas las tendencias. Lo que ocurre es que la clases obrera, como tal
no puede permanecer indiferente ante los numerosos problemas que se le
presentan y reconoce ante todo, como es lógico, su existencia vital.
Nosotros no
queremos la lucha de clases; la reconocemos, que no es igual.
_Luego ustedes son socialistas.
_Si a eso le llaman socialismo, pues sí, señor, lo somos;
mejor dicho, lo debemos ser.
COMO DEFINEN Y
ENTIENDEN El SOCIALISMO LOS OBREROS
_¿Cómo entienden ustedes el socialismo?
_Para nosotros más que un sistema político es una escuela
económica que dirige los esfuerzos hacia las entidades corporativas. Los
Sindicatos, las Cooperativas, las Organizaciones en general. Todas las individualidades,
por indistintas que sean, han de supeditarse al bien común.
¿Qué sería de la
Humanidad de no ser así?. Por eso los obreros, que no podemos marchar por la
vida sin el auxilio mutuo de unos con otros, tenemos el deber ineludible de
unirnos y organizarnos. Esa es nuestra táctica y nuestra orientación política.
Todo lo demás se nos agrega por añadidura. Existe el prurito muy generalizado entre
nuestros adversarios de atribuirnos métodos y orientaciones que no entran en nuestro
ideario ni es nuestra manera de ser. No pretendemos la igualdad
absoluta, como suponen equivocadamente algunos de nuestros enemigos; lo que anhelamos
es sencillamente las mismas condiciones para todos desde el punto de partida.
Un hombre, al nacer, debe encontrarse en idénticas circunstancias de
supervivencia que los demás. No comprendemos que a unos se les limite el radio
de acción para defenderse en la vida, mientras otros se encuentran con el
horizonte sumamente despejado.
Hay que dotar a
todos con las mismas armas de defensa para la lucha humana. Ya habrá tiempo más
tarde de establecer diferencias cuando el esfuerzo, el talento, el mérito, o la
voluntad se encarguen de encumbrar a unos y postergar a otros.
Las razones
alegadas por mi entrevistado tienen un ferviente amor a la causa del
proletariado, y están dichas con tal pasión que el reportero no puede ocultar que
se halla emocionado al recogerlas...
Publicado el 25 de Febrero de 1.930 por José Racamonde
En el Heraldo de Madrid.
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