sábado, 5 de marzo de 2016

De minero a médico.- 1931

De minero a médico.- 1931

D. Victoriano Martín Soto
PRIMEROS PASOS. ASPIRANTE A FRAILE Y SOLDADO VOLUNTARIO
   -Yo nací nos dice Victoriano Martín Soto- en un insignificante pueblecito de la provincia de Burgos. Mis padres eran campesinos pobres. Cuando tuve apenas edad para ello, ayudé en las faenas del campo a mis progenitores. Y en campesino hubiera acabado si el maestro del pueblo, juntamente con el cura, no hubieran dicho que yo valía para estudiar. Mi padre, que nada poseía, respondió que sintiéndolo mucho, tendría que ser lo que él era. Entonces, aquellos señores gestionaron mi entrada en la Residencia de los Hijos del Inmaculado Corazón de María, en Alagón (Zaragoza), donde comencé mis estudios a los trece años, hasta que me salí a los diez y seis, porque nadie consultó mi vocación para llevarme allí.

Victoriano Martín Soto, a los diez años, cuando era
estudiante en Alagón.
   Volví a casa -sigue contando-, pero el duro trabajo del campo no me atraía, después de auquellos tres años de estudiante. Solicité servir voluntario a la Patria, y estuve dos años en un regimiento. Me licenciaron y marché a Barcelona, tenía poco más de diez y ocho años, y como no encontré trabajo, volví a casa de mis padres en la provincia de Burgos, haciendo casi todo el viajo a pie. Ya en mi pueblo, volví a trabajar en las faenas del campo. No me quedaba otro remedio.-

OBRERO DE LAS MINAS DE "EL RELOJ" Y LA "ARBOLEDA"
   -¿Dejó pronto la casa de sus padres?.-
   - En seguida. Me marché a Vizcaya a buscar trabajo en sus minas. Lo encontré, y me adapté rápidamente, gracias a mi naturaleza robusta y a mi voluntad. Entonces sufrí el primer accidente.
   -¿Cómo le ocurrió?.-
   -Sólo recuerdo que trabajábamos en un lugar peligroso. La catástrofe fue tan rápida que nadie se dio cuenta de lo que sucedió. Yo, cuando recobré el conocimiento, me encontré en una cama del hospital minero de Sodupe (Vizcaya), a cuyo distrito pertenecía la mina "El Reloj" donde trabajaba.

Martín Soto con sus Jefes y compañeros en el Hospital Civil de Bilbao
   -¿Fueron gravea las lesiones que sufrió?.-
   - Gravísimas. Pero la competencia del doctor Areilza me salvó. A este buen médico debo, quizás, lo que hoy he conseguido ser. El, en aquellos días dolorosos para mí, me alentó a seguir una vocación que se había despertado en mi durante la convalecencia.
   -¿Volvió usted a las minas?.-
   -Sí, cuando me dieron de alta fui a otra mina, a la de la "Arboleda". En ésta me sucedió el segundo accidente, aun más grave que el anterior. Fue una catástrofe espantosa. Yo salí mal parado de él. Durante unos días creyeron que sería preciso amputarme una pierna, mas como era joven y fuerte, salí victorioso. Después de larga permanencia en el Hospital Minero, encaucé mi vida por otros derroteros.
   Curioseé, durante mi convalecencia, la farmacia del Hospital. Aquello me gustaba cada día más, y lo asimilaba fácilmente. Me dieron de alta.

PRACTICANTE DE FARMACIA PRIMERO, DE MEDICINA DESPUÉS
   -Entré de mancebo en una farmacia de Somorrostro. La Medicina cada día me atraía más. Por otra parte, el recuerdo de mis accidentes me alentaba para llegar a ser algo y poder beneficiar a aquellos que habían sido mis compañeros en las minas. Luché mucho, y, al fin, me vi con el título de practicante.
   -¿Contó usted para ello con ayuda económica?.-
   -Ninguna. No tenía más que lo que ganaba en Somorrostro trabajando de mancebo en la farmacia. Para estudiar, robaba horas al sueño. Una vez con el título de practicante, conseguí una plaza en el Hospital Minero, donde por dos veces estuve de cliente. Créame: una de mis mayores satisfacciones, sin duda alguna, ha sido ésta.
   Pero toda mi labor no debía acabar en esto –continúa-, y no acabó. En seguida, mis nuevos amigos, compañeros y superiores, me alentaron a que debía seguir la carrera de Medicina. Me nombraron regente del Cuarto de Socorro de Sestao y después presidente de la Cooperativa de Consumo de los obreros de Altos Hornos, a la que a fuerza de trabajos he dado gran impulso. Gracias a mi iniciativa se creó una Escuela de Comercio afecta a dicha Cooperativa donde reciben hoy instrucción más de un centenar de hijos de obreros de las minas. Cuenta actualmente con siete profesores.
   -¿Pero todo eso le quitaría horas para estudiar?.-
   -Pues no era eso sólo. Más tarde, me nombraron presidente del Colegio de Practicantes de Vizcaya,

D. Victoriano Martín Soto rodeado de sus hijos, Milagritos y Victoriano.
   -¿Ha recibido usted satisfacciones en esta lucha?.-
   -Varias. Algunas muy completas. Sestao me pagó el cariño que siempre le dediqué, haciéndome juez municipal. Otra de mis satisfacciones ha sido que, para licenciarme, no he ido de Facultad en Facultad, para "colar". Empecé en Valladolid, y en febrero de 1931, a los cincuenta años de edad, en la misma Facultad, he conseguido el título de Licenciado en Medicina.
   -¿Es usted casado?
   -Sí. Y mi mujer, primero, y mis hijos, después, han sido quienes más aliento me han prestado para la lucha.


Publicado el 1 de Agosto de 1931

Por Eduardo Isaac Hernández en LA ESTAMPA.

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